El impacto de lo que pensamos con un chiste.

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El otro día estaba esperando a que mi hija saliera del entrenamiento del fútbol cuando me llamó la atención una persona que iba caminando sola y gesticulando ostensiblemente. Hoy en día es habitual porque en muchos casos se habla por teléfono móvil través de unos auriculares con micrófono. El caso es que la persona de la que os hablo no llevaba ningún auricular ni estaba hablando por teléfono.

Muchas veces, a éstas personas se las dice que no están muy cuerdas. ¿Porqué? Pues supongo que están tan metidos en sus diálogos internos que no se dan ni cuenta que son eso, internos, y que por lo tanto no tiene ningún sentido ni hablar en voz alta o gesticular, que son acciones hacia el exterior. Si consideramos sólo este aspecto para decir que estamos cuerdos o locos, entonces la linea que separa unos de otros es muy delgada. Ahora os explico mi interpretación.

Los supuestamente cuerdos nos damos cuenta (me vais a permitir que me incluya en esta categoría) cuándo lo que nos decimos es sólo nuestro y tenemos esa consciencia para no exteriorizarlo. Ahora bien, ¿cuantos de nosotros podemos estar seguros que nuestros diálogos internos, especialmente si hay en ellos fuertes emociones, no se manifiestan en el exterior sin que nos demos cuenta de ello? ¿Cómo podéis estar seguros que exteriormente no se manifiesta aquello que estáis pensando?

Os propongo que observéis a la gente en el metro, un lunes por la mañana. Las personas vivimos tan absortos en nuestros pensamientos que no vemos al que tenemos delante. Y sino, fijaros en las miradas de la gente, perdidas en el infinito, o mirando al suelo, o jugando con su smartphone compulsivamente como una forma de escapar al no saber estar con uno mismo.

¿Qué diferencia hay entonces entre cualquier persona perdida en sus pensamientos y la persona que vi el otro día que hablaba sola? La única diferencia es que una exterioriza su estado interno y la otra no pero, en lo esencial, están igual de perdidas en sus pensamientos.

Alguno de vosotros se podría preguntar, ¿hay algo de malo en ello?. La cuestión no es que sea bueno ni malo. Lo único que os planteo es que ésto hace que perdamos de vista que una cosa es lo que pasa y otra muy diferente es lo que pensamos al respecto de lo que está pasando. Lo segundo es una producción propia fruto de cómo somos, de nuestros valores, de nuestras vivencias personales. Desde luego que tiene que ver con lo que está pasando pero que NO es lo que pasa. (Podéis ver ->  El mapa no es el territorio). Ante la misma cosa pueden haber tantos diálogos internos como gente hay que mira la misma cosa y confundirlo con la realidad puede llevarnos graves consecuencias (podéis ver la primera parte del artículo ->Etiquetar a las personas)

Para ilustrar esto mismo de otra forma menos trágica os voy a explicar un chiste.

Una persona circulaba con su vehículo cuando de repente pinchó su rueda. Al ir a cambiarla se dió cuenta que no tenia gato. Pensó que tenía muy mala suerte. Cuando estaba ya desesperada vio a lo lejos una casita con luz en su interior.

– Qué bien. Iré a pedirles prestado un gato. Ojalá tengan uno. Y si me lo prestan, les daré 50 € por el favor que me han hecho.

Total, que siguió caminando derecho hacia la casa. Y continuó pensando.

– Bueno, 50€ por dejarme un gato quizás sea excesivo. Creo que 20 € está ya muy bien.

Y siguió caminando y pensando…

– 20 €….. mmm. 20€ por un gato que seguro ni utilizan y está lleno de polvo. Creo que les daré 5€ y aún me parece mucho.

Cada vez estaba más cerca de la casa.

– 5€  por un gato que ni se acordaban que tenían. ¡qué barbaridad! ¡Qué abuso!

Con todo esto que le pasaba por la cabeza llegó hasta la puerta de la casa. Llamó al timbre y apareció una persona. Entonces nuestro amigo se le acercó y le dijo:

– Sabe qué le digo, ¡¡¡¡¡que su maldito gato se lo puede meter por donde le quepa!!!!!

Y se marchó indignado refunfuñando de vuelta a su coche (sin el gato, claro)

 

Conclusiones

Hemos visto que una cosa es lo que pasa y otra muy distinta es lo que nos decimos con lo que pasa y que no darse cuenta de esta diferencia puede tener consecuencias.  El darse cuenta de ello es sencillo pero no es nada fácil porque estamos acostumbrados a perdernos en nuestros pensamientos. Por lo tanto, si queremos gestionarnos y comprendernos mejor es fundamental desarrollar la habilidad de ser conscientes de los diálogos internos. En la resolución de problemas o en la gestión de los conflictos que afrontamos cada día es fundamental aflorarlos porque es precisamente ahí donde está la clave para solucionarlos.

Hay muchas maneras de tomar consciencia de los diálogos internos. Así, cuando os ocurra algo que represente una dificultad para vosotros anotad en un papel aquello que os decís y que tenga que ver vosotros mismos, con respecto a las circunstancias o a la persona con la que interactuáis y analizar lo que habéis escrito.

Aflorar esos pensamientos y juicios es el primer paso para poderlos gestionar. En muchas ocasiones, sólo con darnos cuenta de ellos ya nos es útil para que podamos entender porqué reaccionamos de una cierta forma y podamos intervenir sobre eso. En el ejemplo de la persona del chiste, sólo entender eso le hubiera permitido actuar de una forma mucho más eficaz con sus necesidades.

Sin embargo, en otras ocasiones puede resultar difícil desafiar los juicios (podéis leer ->Distinguir entre juicios y opiniones ) y creencias (podéis leer ->Qué son las creencias) que hay escondidos en esas conversaciones internas. En ese caso os recomiendo que contactéis con un buen profesional del coaching. Es una persona que está entrenada para acompañaros en este proceso y que os puede ayudar a reconocer esos juicios y creencias que son la clave en la resolución de los problemas que se os pueden plantear. En casos como éste yo puedo ser una posibilidad para vosotros (link a ->Servicios).

Otra forma de aprender a ser consciente de los diálogos internos es la meditación. Hay muchas formas de meditar. La que yo os propongo es sentarse en un lugar tranquilo simplemente para daros cuenta de lo que os pase por la cabeza y dejarlo pasar sin aferrarse a ese pensamiento. Simplemente tened una actitud curiosa para preguntaros cual será el siguiente pensamiento que os pasará por la cabeza. Y así sucesivamente.  Unos pocos minutos cada día es suficiente para ganar esta habilidad tan importante parea nuestra vida. Los resultados están garantizados si se tiene la disciplina de hacerlo cada día.

Si  no somos conscientes de la confusión entre la realidad y nuestros pensamientos acerca de lo que pasa corremos el peligro de ser marionetas de las circunstancias y será muy difícil que nos podamos hacer cargo de nuestras vidas. ¿Qué es lo que quieres para ti?

 

¡Buen viaje!

 

 

 

 

 

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