Obediencia o valores; las dos cosas a la vez no es posible.

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Hoy lo que te propongo es que reflexionemos juntos acerca de la utilidad de los premios y de los castigos. La primera pregunta que se me ocurre es, ¿porqué premiamos algunos comportamientos y castigamos otros? Si miramos las empresas premian a los trabajadores para que hagan ciertas cosas que se supone benefician a la empresa y castigan para que no hagan otras. Los educadores, ya sean los maestros o los padres en su rol de educadores, premian y castigan para que las personas actúen de una determinada forma. Así que se castiga y se premia porque así las personas hacen lo que queremos que hagan.

Una segunda razón que se me ocurre es que premiar un comportamiento es una manera muy eficaz de desarrollar una costumbre. Ya sabes que las costumbres son aquellas cosas que hacemos sin pensarlas, así que, con la estrategia de premiar y castigar, se consigue condicionar de forma eficaz el comportamiento de las personas. Es como en el famoso experimento de Pávlov. La segunda pregunta que se me ocurre es, ¿para qué premiamos y castigamos? Fíjate que ahora te pregunto por el sentido finalista de los premios y los castigos.

La responsabilidad del que premia y castiga

Hemos quedado que premiar y castigar condiciona comportamientos en las personas. Así que depende de la ética del que dicta los premios y los castigos se consigue que la gente actúe de una forma ética o no ética. Esto supone que hay alguien que juzga lo que es bueno para otras personas y esto es lo que me inquieta de todo este asunto porque hay alguien que decide sobre lo que es bueno y malo sin contar conmigo.

Para mi juzgar supone jugar a ser alguien que todo lo sabe y todo lo conoce y desde ahí es muy fácil imponer cosas porque es lo «correcto». Es como si dijera «yo sé mejor que tú mismo lo que te conviene» así que, condiciono tu comportamiento mediante los premios y los castigos para que hagas lo que yo quiero que hagas, porque yo se cuidar de ti mejor que tu mismo. No hace falta que pienses, yo lo hago por ti. Yo me hago cargo de tu responsabilidad. ¡Uf, qué miedo me da eso!

El otro asunto importante a tener en cuenta es el siguiente. Si las personas sólo actuamos por miedo al castigo y por ansias de conseguir un premio, ¿donde está nuestro pensamiento crítico sobre lo que estamos haciendo? ¿Donde están nuestros valores cuando hacemos lo que hacemos? El premio y el castigo lo que consiguen es obediencia. Ahora bien, ¿que ocurre si quien hace las leyes o el que dicta las normas que conceden premios y asignan castigos, no es consecuente con mis valores? Cuando nos dejamos llevar por el premio y el castigo sin preguntarnos que valores hay detrás de todo ello o qué se busca promover con esa norma, dejamos nuestro comportamiento en manos de alguien que decide por nosotros.

Obediencia o valores, las dos cosas a la vez no es posible.

Hemos visto que los premios y los castigos son efiaces para desarrollar costumbres y que, si se busca desarrollar costumbres sanas, puede ser muy beneficioso para las personas. Y también hay que tener en cuenta que hay alguien que tiene la responsabilidad de juzgar que es sano y lo que no lo es, lo cual supone una responsabilidad ética.

Ahora me gustaría que pensemos  en los premios y los castigos como una estrategia para conseguir que una norma se cumpla. Llegados a este punto, creo que vale la pena reflexionar sobre el elevado coste de aplicar los castigos. Cuando se aplican castigos y sanciones …

  • Se dañan las relaciones.
  • Disminuye el deseo de cooperar.
  • Los que reciben el castigo no perciben los valores que pueden haner en el trasfondo de esa norma.
  • Enseñamos a usar la fuerza para lograr los objetivos.

Además, en el caso de los premios, promovemos el pensamiento que la valía de las personas depende de la valoración de alguien que no son ellos mismos lo cual los convierte en personas fácilmente manipulables. Pienso que afecta negativamente a su autoestima porque no aprenden a valorarse por lo que son y pasan a depender de la opinión de los demás para poder valorarse a ellos mismos.

Por otra parte, si sólo nos preocupamos en el cumplimiento de las normas y nos olvidamos que tras esa norma hay unos valores que se supone compartimos, hacemos que las personas obedezcan y no piensen acerca de lo que hacen y de sus consecuencias. Para ahondar un poco más, te propongo que pienses en un ejemplo de castigo y/o premio y luego en los valores que quieres promover cuando los pones. No importa que sea en tu rol de maestra/o, jefa/e o madre/padre. Ahora responde a estas dos preguntas.

– ¿Qué es lo que quieres que la otra persona haga?

Vale, admito que el castigo y el premio pueden servir para que hagan lo que quiero que hagan. Ahora bien, recuerda los valores que quieres promover con ese comportamiento y hazte la segunda pregunta:

– ¿Qué es lo que quieres que les mueva a hacer lo que hacen?

En este caso creo que imponer un castigo y premiar el comportamiento no sirve en absoluto. Por ejemplo. Supón que en mi casa estoy harto que mis hijas se insulten, así que impongo la norma por la cual castigaré sin postre de chocolate al que insulte. El valor que quiero promover es el trato respetuoso.

Llega un día que se insultan y las castigo sin postre. Al día siguiente impongo la sanción. Se quedan sin postre de chocolate. Parece que funciona pero, al cabo de unos días, se enfadan y se vuelven a insultar. Las castigo otra vez. Entonces me dicen: prefiero quedarme sin postre y insultarla. !Estoy harta¡. Si te fijas, lo que hay implícito en esta frase es que hacen algo y se someten al castigo. Es como si pagaran una deuda y, una vez saldada, ya pueden volver a hacerlo. Entonces, ¿dónde está el aprendizaje? ¿dónde está el valor del respeto que quería promover? ¿Se trata sólo de deudas que hay que pagar?

helpchildsoldierscom_obediencia_7yz_wideConclusiones acerca de promover valores y la utilidad del castigo

¿Significa eso que no estoy de acuerdo en que haya normas ni códigos disciplinarios? No es eso. Lo que quiero decir con todo ello es que me encantaría que, como personas que hacemos normas y que cumplimos normas, reflexionemos sobre la utilidad de utilizar castigos y premios para que se cumplan. Pienso que muchas veces nos obsesionamos con el cumplimiento de una norma y nos olvidamos por completo de aquello que buscábamos cuando esa norma se creó. Es lo que algunos llaman el «espíritu de la ley». Qué bonito pensar en que las leyes tienen espíritu, aunque muchas veces nos olvidemos de ello …

En mi opinión, lo sustancial es el «para qué» y los valores que queríamos promover cuando la creamos (el espíritu) y no tanto las estrategias que utilizamos para conseguirlo. Así que, ¿se te ocurren otras maneras, aparte del premio y el castigo, que ayuden a las personas a cumplir las normas más allá de promover la obediencia por el miedo al castigo o al ansia de obtener un premio? Ya se que no es fácil pero creo que vale la pena pensar en ello si queremos desarrollarnos y desarrollar personas que tengan criterio propio, que se respeten y respeten a los demás y que no se dejen manipular fácilmente.

Para mi, no es lo mismo acatar una norma que me parece coherente con mis valores y que es respetuosa con las necesidades de las personas, que obedecer simplemente para evitar un castigo o para conseguir un premio. ¿Tu qué opinas?

¡Buen viaje!

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