Munch, Van Gogh y la forma en la que vemos el mundo.

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Estas vacaciones he pasado unos días en Noruega. Entre otras cosas, he visitado el Museo Munch en Oslo. Hacían una exposición temporal en la que se comparaba la obra de este pintor Noruego con otros pintores y mi estancia coincidió con la comparativa entre Munch y Van Gogh.

Al principio de la exposición se mostraba el paralelismo entre ambos pintores en cuanto a que en sus inicios sus obras fueron controvertidas por ser poco convencionales. Para ilustrarlo estaba expuesto el cuadro de Van Gogh «Los comedores de patatas», que coincidía aproximadamente en el mismo tiempo con su cuadro «Mañana», uno de los primeros cuadros expuestos por Munch, que recibió fuertes críticas por ser considerado técnicamente deficiente. Es curioso cómo un cuadro que en su época fue calificado como algo defectuoso hoy es considerado como una obra maestra.

Podría ser que los críticos del trabajo de Munch vieran una obra que desafiaba los estándares de lo correcto y por ello la calificaron esa obra como «mala». Está claro que los estándares sobre lo que es correcto e incorrecto cambian con el tiempo. Yo me pregunto si el juicio sobre si esa obra era técnicamente correcta impidió a los críticos captar la fuerza emocional que transmite la forma de pintar de Munch.

Este hecho me hace pensar que hay muchas ideas que se plantean fuera de los estándares de lo que es normal y académico y que por este motivo son consideradas incorrectas y por lo tanto son rechazables. Lo extraño, de entrada nos puede incomodar y una manera de disminuir esa sensación que nos provoca es rechazarlo. Desde este punto de vista, me parece una reacción perfectamente entendible. No obstante se me plantea la siguiente pregunta. ¿Qué ocurriría si por evitar esa incomodidad nos estuviéramos perdiendo algo realmente estraordinario? ¿Cuantas cosas rechazo porque me son extrañas o desconocidas?

Te invito a que lo pienses un ratito, aplicándolo a todos los campos de tu vida, como puede ser tus gustos culinarios, de lectura, de música… Piensa de qué forma tus gustos y tus ideas sobre lo que es correcto e incorrecto podrían estar limitándote de alguna forma. También lo podrías aplicar a las ideas que rechazas por incorrectas. ¿Qué valores personales te llevan a considerarlas de esta manera? ¿Pudiera ser que te estuvieras perdiendo alguna cosa digna de ser apreciada? Incluso lo puedes aplicar a las personas que rechazas y que no te gustan. ¿Qué cosas consideras importantes y que son valores que merecen la pena para ti hacen que no te guste esa persona o esa manera de actuar? ¿Qué culpa tiene esa persona que tú tengas esos valores?

Y es esta última pregunta es la que me lleva a la segunda reflexión que quería compartir contigo. Por un lado existe lo que hay fuera de mi, ya sea un cuadro, una plato, o una persona. Y por otra parte están las sensaciones, los sentimientos y las ideas de aprovación o desaprovación que despiertan en mi. Me parece muy importante no mezclar ni confundir una cosa con la otra. Lo que quiero remarcar con esto es que lo que yo vivo, experimento y pienso al ver, notar o probar algo es una experiencia mía, sólo mía y de nadie más.

Es innegable que cuando critico o emito una opinión sobre algo o alguien, estoy hablando de eso a lo que hago referencia. Sin embargo, lo que me lleva a emitir esa opinión son mis valores, mis creencias, mi educación, mis gustos y un montón de cosas más que tienen que ver con mi persona. Así que, en realidad, cuando emito opiniones sobre algo o alguien, lo que estoy haciendo es mostrar cuales son mis gustos, mis valores y mis creencias. Por lo tanto, si lo que digo es cierto, entonces el hecho de opinar y juzgar me describe más a mi que a aquello sobre lo que opino y juzgo ¿no te parece curioso?

Conclusiones

Darme cuenta que una cosa son los hechos y las cosas y otra diferente son los juicios sobre los hechos y las cosas, tiene para mi una importancia vital. Mis opiniones gustos y juicios no son algo inmutable, por el hecho de ser algo que proviene de mi persona y por esa razón pueden cambiar por el simple hecho que yo estoy en contínuo cambio. ¿Te gustan las mismas cosas que cuando eras pequeño? ¿Tienes las mismas ideas sobre las cosas que pasan en el mundo ahora que cuando eras más joven o eras un niño?

Mi propuesta de hoy para ti es que revisites tus gustos y tus juicios sobre las cosas y las personas que te rodean y te permitas cuestionarlos: ¿Que pasaría si eso no fuera exactamente como pienso que es? ¿Qué puertas me abriría reconsiderarlo de otra forma?

También quería proponerte que mires con la curiosidad de un niño a aquello que te sea extraño, para que puedas descubrir cosas nuevas incluso en lo ya conocido. Esta actitud podría ampliar tus ideas sobre lo que es el mundo y las personas, lo cual siempre enriquece y podría hacerte disfrutar más de la vida que ya tienes hoy, aquí y ahora.

Para acabar, quisiera señalar otra consecuencia de no confundir los hechos y las cosas con mis juicios y opiniones. Respetarme supone aceptar cualquier pensamiento y juicio que tenga. Si lo acepto podré entender desde qué necesidad o valor universal estoy pensando lo que pienso. Descubrir las necesidades y los valores universales que existen tras cualquier pensamiento y juicio da siempre mucha claridad y me abre a posibilidades de actuar que nunca habría podido imaginar sin tener esto presente.

Igualmente, respetar a los demás supone tratar de entender desde dónde emiten los demás sus juicios y opiniones. Y ese es un lugar desde el cual es mucho más fácil conectar y entenderse con las personas.

¡Buen Viaje!

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