El caminante está llorando,
pensando en todos las sendas,
preciosas, maravillosas,
que podría caminar.
¡Porque sólo puede caminar una!
Sólo una, ¿y qué pasa con todas los demás?
No importa que su camino sea magnífico y maravilloso.
Sólo ve la dicha que nunca podrá alcanzar.
Sólo pendiente de aquello que no podrá gozar.
Nunca.
…
El caminante, de tanto llorar
se ha quedado seco de lágrimas.
Se ha quedado seco de pena.
Y sin nada más que hacer
ha empezado, otra vez,
su camino a caminar.
A caminar, sin pensar en nada más
que en caminar el camino.
Caminar y nada más.
Y entonces ha visto,
que sólo hay este camino,
que el resto sólo son
sueños fugaces, etéreos, irreales, …
caminos que sólo habitan en su mente,
nada más.
Que en la senda que está transitando
están todos los caminos.
Sí, también los que se podrían caminar.
…
Ahora el caminante se siente vivo, despierto.
Y cuando se encuentre
en la próxima encruzijada,
quizás vuelva otra vez a llorar.
Quizás.
Hasta que escoja un camino.
Ahora sabe que lo podrá apreciar,
porque será el camino elegido.
Porque será real, auténtico, posible…
Porque el resto, sólo son sueños fugaces,
etéreos, irreales.
Nada más.
Y marchará con los versos de Machado:
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar”
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Francesc Bonada
Diciembre 2017