Hoy he visto un video titulado Hannah Arendt – La banalidad del mal.
Trata sobre la figura de Adolf Eichmann, responsable directo de la solución final, principalmente en Polonia, y encargado de organizar la logística de transporte a los Campos de Concentración alemanes durante el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Cuando acabó la guerra, Eichmann se escondió en Argentina y años más tarde fue capturado por los servicios secretos israelíes y llevado ante los tribunales para ser juzgado por crímenes contra la humanidad.
La tendencia es pensar que una persona responsable de la muerte de tantos miles de personas fuera alguien monstruoso y sádico. Sin embargo el video explica como Hannah Arendt quedó sorprendida por las respuestas que dio Eichmann para justificar los terribles crímenes que se le imputaban ya que lo que movió a Eichmann no fueron razones ideológicas, (de hecho el mismo confesó que entró en el partido nazi sin conocer muy bien cual era su programa político), y los psicólogos que le entrevistaron lo calificaron como una persona normal.
Durante el juicio Eichmann dijo no tener remordimientos porque se limitaba únicamente a cumplir las órdenes de la forma más eficaz posible. Así que Eichmann actuó de esa forma no porque estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un burócrata, un operario dentro de un sistema basado en actos de exterminio. Y esto es para mi lo más inquietante: semejantes crímenes fueron cometidos, no por un monstruo, sino por una persona «normal». Arendt acuñó la expresión «banalidad del mal» para expresar que algunos individuos actúan cumpliendo unas reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre las consecuencias de sus actos y Eichmann era uno de ellos.
Supongo que te estarás preguntando que tiene esto que ver con el título del artículo.
La cuestión es que este video sobre Eichmann me sirve para hablar acerca de las normas y las reglas que regulan los grupos humanos, y más concretamente, las normas que regulan un sistema como puede ser una escuela.
Todas las escuelas tienen unas normas y un código disciplinario para hacer que las reglas se cumplan. Los alumnos conocen las normas y el sistema disciplinario porque los profesores se ocupan de explicarlo. Ahora bien, ¿cuántas escuelas explican a los alumnos la razón por la que existen esas normas? ¿Acaso son algo arbitrario o quizás responden a un intento de mantener la convivencia, promover el respeto y facilitar el aprendizaje? ¿Las escuelas disponen de algún mecanismo para explicar el para qué de esas normas y tienen alguna manera de revisar la validez y eficacia de esas reglas?
En mi opinión, si no se hace pedagogía para explicar cual es su espíritu y la razón de ser de las normas se puede perder de vista muy fácilmente el «para qué» se han puesto y eso tiene consecuencias. Permíteme que te lo explique.
Si nos olvidamos del para qué, lamentablemente hemos perdido el norte que suponía tener clara la razón de ser de la norma. Perdidos de esta forma, el castigo se convierte en la única palanca aparentemente disponible para conseguir el cumplimiento y esto nos acerca al perfil del burócrata del que habla Hannah Arendt en el video.
Llegados a este punto, me gustaría que te hicieras la siguiente pregunta: ¿Que es lo que te gustaría que moviera a las chicas y a los chicos a actuar de la forma que quieres que actúen? Porque si actúan sólo para evitar el castigo, ¿dónde está la razón de ser para la que se hizo esa norma? Y sobretodo, ¿qué es lo que les lleva a cumplir la regla, el miedo al castigo o los valores que querían promover esa regla?
Conclusión
Construimos unas reglas sobre unos valores y luego nos obsesionamos en su cumplimiento olvidándonos que no son un fin en si mismo y que lo verdaderamente importante son los valores que las inspiraron. Si nos obsesionamos sólo en el cumplimiento de las normas a través del castigo lo que haremos es promover que nuestras chicas y chicos de hoy sean unos perfectos cumplidores de normas y los convertiremos en unos buenos «burócratas». Ahora bien, ¿qué pasaría si el sistema se convirtiera en algo perverso, como ya ha ocurrido antes en la historia? ¿ Te gustaría que continuaran siendo unos buenos cumplidores de las normas?
Yo preferiría que educáramos a las chicas y chicos para que en el futuro sean personas con criterio propio y que no deleguen la responsabilidad de sus actos basándose en que hay unas normas que hay que cumplir ciegamente o porque hay unos de arriba que les dicen lo que tienen que hacer, sin preguntarse si eso puede ser perverso.
Por otra parte, me gustaría saber tu opinión sobre la utilidad del castigo. Para ello quisiera recodarte la pregunta que te hacía unos párrafos más arriba: ¿Que es lo que te gustaría que moviera a los chicas y a los chicos a actuar de la forma que quieres que actúen? Porque si actúan sólo para evitar el castigo se ha perdido la verdadera motivación por la que queríamos que actuaran…,
¡Buen viaje!
Entradas relacionadas -> La libertad, la obediencia y el experimento Milgram