Esto más que un artículo podría llegar a ser un libro pero mi intención un muchísimo más modesta. Lo que pretendo es poner de manifiesto que quizás tenemos formas de pensar diferentes y que, el tomar conciencia de ello, nos podría ayudar a gestionar alguna que otra situación conflictiva.
Una vez escuché que una de las diferencias entre los hombres y las mujeres es que los hombres son directos y las mujeres indirectas y lo ilustraba con un ejemplo:
Supón que una pareja van paseando por la calle. Es verano, hace calor. El hombre ve una heladería y le vienen ganas de tomarse un helado. ¿Qué es lo que diría el hombre? “Querida, me apetece tomarme un helado. ¿Vamos a esa heladería a comprar uno?”. La petición de la mujer podría ser: “Querido, ¿No te apetece un helado?”.
Para los hombres que leéis este artículo y todavía no lo hayáis entendido os lo voy a aclarar: lo que estaba pensando la mujer es que le apetecía un helado pero decide preguntarle a su pareja porque supone que, acto seguido, él le preguntara a ella “ Pues sí me apetece (o no), ¿y a ti? “
Ser de una manera u de otra para mí no es lo relevante, pues somos como somos. El que es directo y no es consciente que los otros pueden no serlo, no tiene mayores problemas, sobretodo porque no se da cuenta de qué es lo que está pasando, o peor, qué es lo que NO está pasando. La persona que es más indirecta lo tiene un poco más complicado porque muchas veces sufre por la “incomprensión” de la otra parte. Así, en el ejemplo del helado podría decirse algo parecido a lo siguiente: “mira que no preguntarme si a mí me apetece un helado, ¡con las ganas que tengo de comerme uno!»
Pero tranquilos porque cosas parecidas a estas no pasan nunca en nuestras vidas, ¿verdad?
Y ante el hecho que somos diferentes podemos optar por dos actitudes. La de víctima o la de protagonista. Me explico. La primera piensa que lo que le ocurre es muy injusto. Es una víctima del comportamiento del otro y como tal no puede hacer nada. Simplemente lamentarse y estar resentida por ello. La segunda, la actitud de protagonista, que se lamenta también por la situación. Sin embargo, se quita el traje de víctima y se pone el de protagonista lo que la lleva a plantearse lo siguiente: “si asumo lo que me está pasando, si lo acepto, ¿qué es lo que yo podría hacer para modificar esta situación que no me gusta y no deseo?”. Esto abre a la persona a pensar en formas de actuar que modifiquen su realidad. De este modo podría decirse, “acepto que no se ha dado cuenta, pero yo tengo ganas de tomarme un helado así es que así se lo voy a decir: “quizás a ti no te apetezca un helado pero a mí sí, ¿vamos a la heladería a comprar uno?”.
Los resultados que se obtienen desde un actitud o desde otra son muy diferentes, ¿no?. El protagonista acepta la situación para luego cambiar aquello que no le es satisfactorio. La víctima no acepta la situación sino que se resigna ante ella. Y ello, aunque puede tranquilizar su espíritu, la inmoviliza, y no la permite cambiar la situación insatisfactoria.
Algo que nos puede ayudar para salir del rol de víctima es preguntarnos qué es lo que queremos. Al fin y al cabo, las acciones que emprendemos no son buenas o malas sino que simplemente nos acercan o alejan de aquello que deseamos. Saber qué es lo que queremos es la brújula que nos valida si el sentido de nuestras acciones es el correcto. De ahí de la importancia de tener un objetivo claro. Esto me recuerda un episodio de Alicia en el País de las Maravillas,de Lewis Carroll, que os adjunto a continuación:
– ¿Me podrías decir, por favor, qué camino tengo que seguir para salir de aquí?
-Eso depende, en gran parte, del lugar al que quieras llegar -dijo el gato
– No me importa demasiado, el lugar- dijo Alicia.
– Entonces no importa el camino que tomes- dijo el gato
Para finalizar y como premio por haber aguantado hasta el final del artículo os paso un enlace a un video muy divertido que habla sobre las diferencias entre el cerrebro del hombre y de la mujer. Espero que lo disfrutéis.