El PERDÓN: ¿SABES PERDONAR? ¿SABES PERDONARTE?
En algún momento de nuestra vida nos hemos encontrado en la situación de perdonar o perdonarnos por algo y no poder hacerlo. En este artículo reflexionaremos sobre ello, sobre el porqué no sabemos perdonar y cómo podemos gestionarlo.
Antes de entrar en materia veamos cual es la definición de la palabra según wikipedia:
Perdón proviene de la palabra perdonar, que a su vez proviene de los vocablos latinos per + donāre (dar, regalar).
La preposición per significa, según los casos por, con, pasar (por algo), por medio de, en cuenta de, a, a causa de, pasar por (encima, sobre de), en presencia de, durante, en el curso de, muy, excesivamente, total, completamente.[3]
Y el verbo donare significa dar o regalar; en la forma de substantivo donum significa regalo, presente, don, y donación.
Según algunos, aunque esta posibilidad parece algo menos plausible, la palabra procede o podría también proceder del verbo perdo acción de destruir, arruinar, tirar (a la basura) o desperdiciar, dispersar o esparcir, desaprovechar, despilfarrar, y hacer perdedizo, así que perdonar vendría a ser la acción de arrojar el agravio a la basura, o destruir la falta.[4]
El perdón consiste en esencia en que el perdonante, que estima haber sufrido una ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando eventualmente a reclamar un castigo o restitución, y optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas. También se habla en un sentido impropio de perdonar un castigo o una obligación, en el sentido de renunciar a exigirla. En un sentido impropio se habla también de perdonar deudas u otro tipo de obligaciones.
De la definición y de su etimología sacamos ya algunas ideas que nos pueden hacer reflexionar: la de “pasar por alto” y la de “donación”. Aparece también la ofensa, la ira y el castigo. También el de cesar el resentimiento hacia el ofensor. En el perdonar hay un daño causado y, de una manera implícita, si hay un daño debe haber un castigo para poder tener alguna opción a la “pasar por alto” y hacer la “donación” del perdón. Esto último presupone el paradigma, ofensa / castigo, que quisiera cuestionar pero que dejaré para un futuro artículo.
Después de pensar sobre esta definición la pregunta que se me ocurre es la siguiente: ¿Por qué sería bueno para nosotros perdonar? Si nos han causado un daño ¿Cuál es la razón que nos debería llevar a perdonar? Uno podría muy bien no plantearse esta alternativa. De hecho ¿para qué no perdonamos? Y la pregunta es “para qué” y no porque ya que lo que buscamos es saber qué necesidad estamos buscando satisfacer mientras mantenemos firmes en no perdonar.
En algunas ocasiones en este deseo de no perdonar pude haber una necesidad de justicia, de buscar una reparación por un daño causado. Si es así quizá una solución pase por entablar una conversación con la persona que nos causó ese daño. Esta conversación debería tener la intención dar a la otra persona la posibilidad de repararlo o de al menos, manifestarle qué es lo que ha pasado y cómo nos sentimos. No es una conversación fácil, sin embargo puede servir para poder pasar página e incluso, para restablecer la relación. Si no es ésa la necesidad entonces cada persona deberá realizar la búsqueda ya que de ello depende que encontremos una estrategia adecuada.
También pudiera ocurrir que la reparación por el daño causado no fuera posible por las razones que sean y por lo tanto se nos presenta otra vez la misma cuestión ¿Por qué tendríamos entonces que perdonar? Reflexionemos al respecto.
Cuando no se perdona se paga un precio muy alto: se instala en nosotros el resentimiento que nos contamina y nos esclaviza pues quedamos enganchados en este sentimiento negativo hacia la persona que nos ha causado el daño (El resentimiento, la emoción del esclavo.). Con ello otorgamos al ofensor un poder sobre nosotros: el de mantenernos atrapados en el resentimiento, produciendo sobre nosotros todavía más daño. Los efectos perniciosos se extienden más allá de la causa que lo originó y lo peor en todo ello es que ese poder se lo atribuimos nosotros mismos. ¿Acaso la otra persona nos obliga a pensar en ella y en el daño que nos ha causado? Sin quererlo, somos nosotros los que lo permitimos y esto nos convierte en víctimas. ¿Cómo podríamos salir de este atolladero?
Si volvemos a la definición de perdón podemos notar que subyace la idea de benevolencia del que perdona hacia el perdonado. Es una gracia que se concede a favor de la otra persona y seguramente eso es lo que no queremos hacer. ¡¿Por qué deberíamos conceder este favor?!
Lo que quiero destacar es que, en este acto de benevolencia, efectivamente hay una persona que se beneficia, que es el perdonado, pero además el que perdona también lo hace porque se libera del resentimiento hacia la otra persona. Es pues un acto altruista y egoísta simultáneamente. A mi modo de ver, ganan los dos, pero gana todavía más el que perdona, ya que se libera de las cadenas del resentimiento. Si me lo permitís, es más un acto egoísta que altruista.
Quiero compartir con vosotros una cita de una persona que perdió parte de su familia en los campos de concentración y cuando se le preguntó porqué no sentía rabia él contestó:
“He descubierto que no se puede vivir en paz bajo la sombra de la amargura”.
Ahora somos libres de escoger que queremos para nosotros mismos y para los demás sabiendo el coste y el beneficio que conlleva el perdón.
No quisiera acabar este artículo sin comentar otro aspecto que me parece importante que se refiere al auto perdón. Quizás es por dónde podríamos haber comenzado ya que pienso que para poder perdonar también debemos saber perdonarnos a nosotros mismos. ¿Te sabes perdonar? ¿Té tratas tú mejor o peor que tratas a los demás?
Y si no sabemos perdonarnos el resentimiento es un punto todavía más crítico porque ¿cómo creéis que nos puede afectar el estar resentidos con nosotros mismos? ¿Cómo creéis que esto puede repercutir en nuestras relaciones con los demás? Vamos a hacer un par de reflexiones que creo que pueden ser útiles.
La primera es que creo que las personas actuamos de la mejor manera que sabemos. Muchas veces las opciones disponibles que tenemos en las circunstancias que se desarrolla la acción son pocas y muy pocas. Si pudiéramos actuar de una manera mejor, lo haríamos. Esto no significa justificarse, sino simplemente tener constancia de ello para aprender y poder actuar de un modo diferente la próxima vez. El sentimiento de vergüenza o arrepentimiento es útil si nos sirve para aprender y actuar de otro modo una próxima vez.
El segundo, que además conecta con el primero, es precisamente el aprendizaje. Es decir, que las personas aprenden y por lo tanto no son las mismas antes, que después de haber “aprendido la lección”. Lo que ocurre es que muchas veces nos juzgamos a nosotros en el momento presente por unos hechos del pasado cuando ahora ya no somos la misma persona.
Veámoslo con un ejemplo propio. Piensa en un hecho de tu pasado por el que no te sientas muy orgulloso y del cual hayas aprendido una lección. Si todavía no te has perdonado, y teniendo en cuenta lo que ahora sabes y has aprendido, ¿actuarías del mismo modo? Si no es así, date cuenta que podrías estar juzgándote ahora por la persona que fuiste en el pasado pero que ya no eres en la actualidad. Ahora ya no actuarías así, has aprendido, tienes más opciones disponibles. Muchas veces el error está en pensar que las personas “somos”, que no cambiamos cuando en realidad “estamos siendo”, aprendemos, cambiamos y evolucionamos.
A modo de resumen, hemos visto que hay alguna necesidad pendiente de satisfacer cuando nos mantenemos en la actitud de no perdonar y que debemos investigar cual es y buscar estrategias para satisfacerlas. También hemos señalado el alto precio que pagamos al no perdonar. Sostenemos que la acción de perdonar tiene una doble componente, la altruista y la egoísta y que en realidad es una acción más egoísta que altruista. Finalmente hemos hablado que el saber perdonarnos es básico para poder perdonar a los otros y para ello hemos apuntado que las personas actuamos de la mejor manera posible y que aprendemos y, por consiguiente, cambiamos. Vimos que puede ser un error juzgarnos ahora por lo que fuimos en el pasado.
Para finalizar, tengo el deseo que todas estas reflexiones os sean útiles. Os animo a dejar comentarios que puedan enriquecer este artículo. Seguro que hay algún aspecto que podéis encontrar a faltar o bien sobre el que no estéis de acuerdo. Vuestra contribución es importante.
¡Buen Viaje!