Este entrada la voy a dedicar a una emoción que creo que todos conocemos: el resentimiento. Y digo que es conocida porque se produce tanto en el ámbito personal como en el de las organizaciones. Por ejemplo, estamos resentidos con nuestra pareja porque pedimos colaboración y no nos la da, o bien con nuestra empresa porque no nos trata como merecemos. Para empezar, os adjunto una una definición del término:
Resentimiento es la acción y efecto de resentirse (tener un enojo o pesar por algo). El resentimiento se refleja en diversos sentimientos y actitudes, como la hostilidad hacia algo o alguien, la ira no resuelta sobre un acontecimiento, el enfurecimiento o la incapacidad para perdonar.
De esta definición me gustaría destacar varios aspectos.
El primero. El esquema sobre el que se sustenta el resentimiento suele ser que algo o alguien nos ha causado un daño que consideramos que no se puede reparar y que juzgamos que no merecemos, por lo que el causante merece que le castiguemos. La forma en que se ejerce ese castigo puede ser mostrar hostilidad hacia el causante de nuestro dolor, y la incapacidad de perdonar.
Otro aspecto muy importante es que el resentimiento implica algo que está enquistado, no resuelto. Si lo pensamos en términos de tiempo, este sentimiento podría venir de un acontecimiento sucedido hace meses o incluso muchos años. Por lo tanto el resentimiento es un compañero de viaje que nos puede acompañar durante mucho tiempo por lo que puede llegar a tener mucho impacto en nuestras vidas.
También es bueno tener en cuenta que hay ocasiones que no somos capaces de reconocer que estamos resentidos. Puede ser que llevemos tanto tiempo con ello que ya forme parte de lo que nosotros consideremos algo “normal”. Cuando uno lleva una pesada carga durante mucho tiempo muchas veces se olvida que la lleva. ¿Cómo podríamos reconocerla? Mostrarse nervioso o muy sensible ante ciertos hechos o personas, tener una actitud hostil, expresar dificultades para confiar en nuevas relaciones y sentirse menospreciado son algunos indicadores.
Hasta ahora hemos hablado de los efectos externos del resentimiento. Sin embargo estas actitudes que se muestran en el exterior tienen un efecto sobre nosotros. En realidad, lo que sucede en el exterior responde a algo que nos pasa en nuestro interior. ¿Cómo son esas sensaciones? Desde luego no es algo que nos proporcione calma ni sosiego sino todo lo contrario. Por lo tanto el resentimiento tiene una componente de sufrimiento para el que se siente resentido. Es como si el «castigar» tuviera un efecto secundario sobre el que castiga. Esto me trae a la memoria una cita que explica muy bien este fenómeno.
El resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera. – Carrie Fisher.
Finalmente decir que el resentimiento también se basa en el hecho que pensamos que el comportamiento de la otra persona o las circunstancias han sido la causa de cómo nos sentimos. (Diferencia entre causa y estímulo). Esto nos convierte en víctimas, lo cual tiene un efecto muy positivo en nosotros ya que nos da la tranquilidad de ser los inocentes. Sin embargo hay un efecto secundario que hay que tener en cuenta. El ser víctimas nos incapacita para la acción ya que es el otro el culpable y por lo tanto no podemos hacer nada. Y si no podemos hacer nada dejamos de ser libres y nos convertimos en esclavos del resentimiento que sentimos por nuestro «agresor». Lo curioso es que es una esclavitud generada por nosotros porque el «agresor» no nos obliga a sentir eso. Estamos enganchados al agresor pero somos nosotros los que nos enganchamos y no al revés. Hay otra cita relacionada con ello para explicarlo.
El resentimiento es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento, vive en la esclavitud.” F. W. Nietszche
Quizás alguno de vosotros se diga lo siguiente. «Vale, puedo llegar a entender que es la emoción del esclavo, y además, decido que no quiero continuar así. Sin embargo no puedo evitar dejar de sentir como siento. ¿Cómo puedo salir de este círculo vicioso?».
Muy bien, la buena noticia es que se puede salir de esta dinámica y la no tan buena es que requiere determinación. ¿Estáis dispuestos? Si contestáis que sí, continuad leyendo. Sino es así, no creo que os valga la pena que continuéis esta lectura.
¡Hola de nuevo! Me alegro de volveros a ver cargados con determinación. Vamos a necesitarla pero, en mi opinión, vale la pena. Lo que os propongo es seguir los siguientes pasos.
1. Separa el grano de la paja, es decir hay que ver cuales son los hechos y separarlos de las cosas que nos decimos con respecto a los otros, a las circunstancias y a nosotros mismos. Esto que parece algo muy fácil de hacer no lo es en absoluto porque, a menudo, confundimos los hechos con los juicios que emitimos respecto lo sucedido. La manera más fácil de distinguirlo es que son hechos todo aquello que se podría registrar con una cámara de vídeo. El resto son juicios sobre los hechos. Y no entramos si son juicios bien o mal fundamentados (¿Sabemos diferenciar hechos de opiniones?) pero en definitiva NO son hechos. Escoged un episodio que pueda ser representativo separad hechos de juicios.
2. Lo que te dices es una película. Cuando confundimos los juicios con hechos quiere decir que nos hemos creído completamente nuestra historia porque los juicios son la película que nos contamos. Eso no significa que debamos ignorarlos. Al contrario, hay que tenerlos muy en cuenta pero es muy importante tomar conciencia que una cosa son los hechos y la otra los juicios sobre los hechos.
3. Intención positiva. Se trata de averiguar para qué nos contamos la historia que nos contamos. Aquí es bueno no auto censurarnos y hacer que afloren todos lo que pensamos, insultos incluidos si hubieran, porque hay un mensaje muy valioso detrás de todo eso. Aceptemos esos pensamientos honestamente y tratemos de identificar que es aquello que es bueno para nosotros cuando nos contamos lo que nos contamos. Aquí os dejo una lista que os podría ser de utilidad para identificar lo que podríamos estar buscando. ( Necesidades básicas)
4. Hacer el duelo. Una vez identificada esa necesidad o intensión positiva es necesario hacer el duelo por el hecho de faltarnos eso que es tan importante para nosotros. Es bueno sentir ese dolor porque es sanador. Como nos decían cuando éramos pequeños y nos curaban un herida con antiséptico: «Si pica es que cura» y lo que queremos es que cure, ¿no?
5. Apreciar la belleza de la necesidad. Quedarse un tiempo apreciando y disfrutando de lo bella que es esa necesidad que hemos identificado y que es tan valiosa para nosotros.
6. Plan de acción. ¿Cómo lo ves ahora? Después de todo esto, ¿Harías alguna petición a alguien o a ti mism@?
Esto es el fin del método que podéis seguir vosotros mismos. No obstante, si el resentimiento es muy fuerte puede resultar mucho más cómodo y efectivo hacerlo con la ayuda de un coach que os acompañará durante todo el proceso lo cual os permitirá centrar toda vuestra atención y energía en vosotros y en lo que queréis trabajar. Estoy a vuestra disposición.
Si queréis un ejemplo de cómo aplicarlo, aquí tenéis el link a la 2ª parte de este post que se ilustra el proceso con un ejemplo: El resentimiento, 2ª parte
¡Buen viaje!