Creo que todos en algún momento hemos sentido odio hacia algo o alguien. Aunque sólo haya sido momentáneo habremos percibido lo intenso de esa emoción y cómo puede llegar a invadir nuestros pensamientos. Antes de hablar sobre ello veamos cómo define wikipedia el odio:
El odio es una emoción de profunda antipatía, rencor, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir el objeto odiado. El odio se describe con frecuencia como lo contrario del amor o la amistad; otros, como Elie Wiesel, consideran al odio como lo opuesto al amor.
Como ya he explicado en otro artículo (¿Podemos cambiar nuestras emociones?) todas las emociones, incluidas el odio, son legítimas. Es más, no se pueden ni se deben controlar. Ahora bien, lo que tampoco puede ocurrir es que el odio te controle a ti. Lo que se puede hacer con las emociones es aceptarlas, y gestionarlas. ¿De qué forma?
En mi opinión, lo primero que podemos hacer es preguntarnos cuál es la intención positiva de sentir odio, es decir, qué cosa buena para nosotros quiere el odio. Veámoslo con un ejemplo. Supongamos que alguien ha cometido un acto que nos ha causado un daño grave y juzgamos que hay una intención en causarlo. Y por ello sentimos odio hacia esa persona. ¿Cuál podría ser la intención positiva que sintamos odio? Podríamos pensar que el odio nos da energía para anular a nuestro “enemigo” y de esta manera defendernos. En definitiva, lo que busca el odio es protegernos.
Esto me parece un gran descubrimiento porque nos permite darnos cuenta de dos cosas. La primera es que el odio, que es un sentimiento que nos aleja de la paz y el equilibrio, busca algo positivo para nosotros que es satisfacer nuestra necesidad de seguridad. La segunda es que nos permite separar intención de comportamiento. Vamos, que una cosa es buscar la seguridad y la otra es comportarnos con agresividad para anular o aniquilar aquello que nos causa esa falta de seguridad. Lo primero es siempre legítimo, lo segundo, no.
El otro aspecto a considerar es que esta emoción es poco “ecológica” porque busca dañar o anular a la otra parte y además es una emoción que nos aleja de la paz y el equilibrio. Lo que se trata es de transformarla teniendo siempre presente mantener la intención positiva del odio que, en nuestro ejemplo es mantener nuestra seguridad personal.
Algo que a mí me resulta útil es utilizar la empatía (¿Sabemos realmente qué es la empatía?). Lo que se trata es hacer el proceso que hemos hecho nosotros pero poniéndonos en la piel de la otra persona. ¿Qué cosa buena busca el otro con ese comportamiento? Recordemos que es útil separar el comportamiento de aquello que se busca con ese comportamiento.
Una vez hecho esto quizás hayamos identificado la necesidad que ansiaba cubrir (Necesidades) y es muy probable que nos podamos identificar con ella, aunque estemos radicalmente en contra de cómo se ha comportado para tratar de satisfacerla.
Llegados a este punto creo que ya hemos podido transformar el sentimiento de odio ya que hemos reconocido en el otro un intento para satisfacer una necesidad que es absolutamente legítima, y esto nos permite “desengancharnos”.
Entonces quizás decidamos distanciarnos definitivamente y con tranquilidad para mantener nuestra seguridad o bien tratemos de conectar con la otra persona porque ahora “sólo” se trata de encontrar algún tipo de solución que sea compatible con la necesidad de ambas partes. En definitiva, buscar conjuntamente estrategias. De este modo se establece una relación de igual a igual para trabajar de una forma colaborativa, sin tratar de que una parte se imponga sobre la otra.
También es bueno tener presente cuando se busca la empatía, de no pasarse al otro extremo. Recordemos que debemos preservar nuestra seguridad en primer lugar y que no es bueno poner las necesidades de los demás por encima de las nuestras o viceversa. Conocerse uno mismo para saber cuál es su tendencia natural, es una buena manera de conseguir el equilibrio justo.
¡Buen viaje!