¿Gestionas el tiempo o el tiempo te gestiona a ti?

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La gestión del tiempo es un mito porque es algo imposible. Cinco minutos son cinco minutos, ni más ni menos. Y por mucho que nos esforcemos, el día no va a tener más de 24 horas, que por otra parte, es el mismo tiempo que disponen todos los humanos que vivimos en la tierra. Alguien podría pensar que es una manera de hablar. Que hay que entender el tiempo como un recurso muy valioso y que como tal, hay que gestionarlo. Si lo tomamos desde este punto de vista, me parece válido aunque para mí conlleva un peligro, que es que no quede claro la componente de gestión y, sobretodo, que quien debe gestionarlo es uno mismo.

Cuando leo biografías de personas destacadas me pregunto cómo es posible que hayan llevado una vida tan intensa y que hayan hecho tantas cosas, sobre todo cuando pienso que el día tiene las mismas horas para ellos que para mí.  ¿Cómo lo han logrado?  ¿Qué hacen diferente del resto de los mortales? Si el tiempo es el mismo pero hay personas que consiguen más resultados que otras, está claro que es una cuestión de productividad.

Para mí, la productividad personal conlleva dos aspectos que son absolutamente indispensables: el de responsabilizarse de gestionarse uno mismo y el de buscar ser más productivo en aquellas cosas que hacemos. Y son las dos cosas igualmente necesarias. Permitidme que os lo explique un poco más en detalle.

Primero, el hacernos responsables de gestionarnos supone un cambio de rol que marca una diferencia radical: al admitir que puedo conseguir cosas diferentes haciendo un uso diferente del tiempo, estoy asumiendo que me hago cargo mi mismo. Me hago responsable de las decisiones que tomo en cuanto qué hacer en cada momento y recordemos que no decidir también es una forma de decidir. Así pues, transito de ser alguien al que le pasan cosas a ser alguien que hace que las cosas pasen.

La segunda, hace referencia a aquello que consigo haciendo las cosas que hago, es decir, entramos en el terreno de los resultados y los recursos invertidos para conseguirlos (esfuerzo, energía y tiempo), es decir, de productividad. Y en esta parte se centran la mayor parte de las personas y métodos que nos hablan de la productividad. Existen montones de métodos, utilizando tecnologías avanzadas o simplemente papel y lápiz. Hay métodos sencillos y complicados, pero la mayor parte de ellos se olvidan del factor “responsabilidad” por lo que muchas veces los sistemas no nos funcionan. Y no es que no sean buenos. En realidad hay muchos y muy buenos. Lo que está fallando en realidad no es el sistema sino que somos nosotros.

Podemos probar mil sistemas diferentes, y entenderlos todos a nivel conceptual, e incluso ensayarlos durante un tiempo (normalmente no mucho) pero rápidamente encontraremos una muy buena razón, una EXCUSA, para no utilizar el método que estamos ensayando.

Por lo tanto, lo que os propongo antes de entrar sobre un método de productividad personal es descubrir los posibles frenos que tengamos para el aprendizaje. Y para ello os propongo hacer un pequeño juego. Prometo que no os va a dejar indiferentes. ¿Lo queréis probar? Adelante pues!!!

Suponed que la afirmación “quiero fracasar en mi intento de seguir un método para aumentar mi productividad personal” fuera cierta. Ya sé que no lo es, pero sólo se trata de un juego.  Venga  “Quiero fracasar en mi intento de seguir un método para aumentar mi productividad personal”

Ahora te pido que me digas una sola cosa que sea positiva para ti, si esto pasa. No me digas que no hay ninguna. Quizás hayas contestado demasiado deprisa. Si no se te ocurre ninguna, imagina que sabes la respuesta…, invéntatela.  ¿Ya la tienes? Me espero, sólo te pido UNA.

Bien ¡Ya has hecho lo más difícil, has roto el hielo, porque ahora te pido que me des otra buena razón. Venga, si has encontrado una, seguro que encuentras otra.

Ohé ¡Y ahora no hay dos sin tres. ¿Te animas a encontrar otra? Si has hecho el juego conmigo habrás descubierto muy buenas razones para que los sistemas de productividad no te funcionen.

Y ahora busca las cosas positivas para ti que conseguirías si tuvieras éxito en tu intento de seguir un método de productividad personal. Seguro que esto no costará nada.

¿Qué hacemos con todo esto? Pues comparar las dos listas y decidir si estás dispuesto a pagar el precio. Pudiera ocurrir que los beneficios que hayas encontrado en tu lista de “para qué fracasar” sean unos beneficios a corto plazo pero que no lo sean a largo plazo. Analízalo bien y si estás dispuesto a pagar el precio, podemos pasar a la segunda parte que se refiere a cómo conseguir ser más productivo.

Lo que hemos hecho con este ejercicio es, como si desbloqueáramos del todo el freno de mano de un vehículo. Se puede avanzar con el freno a medio echar pero es mucho más pesado y las probabilidades de no tener éxito son mucho mayores.

En cuanto a la parte de productividad propiamente mi propuesta es que gestiones tu energía. ¿En qué consiste gestionar la energía? Si os parece, lo explicaré en un próximo artículo.

Hasta pronto y  ¡buen viaje!

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