Creo que hay muchas cosas que tenemos en común los seres humanos. Entre ellas hay una en la que estoy seguro que vamos a coincidir. Todos queremos ser felices. ¿verdad que sí?
Bien, todos queremos ser felices aunque cada persona escoge su propio camino para tratar de serlo. Así que, quizás podríamos estar de acuerdo que la vida es un continuo movimiento guiado por la búsqueda de la felicidad. Los filósofos de oriente y occidente han tratado de dar sus respuestas a lo que es la felicidad y cómo llegar a ser feliz, aunque yo tengo la impresión que todavía nadie a encontrado la llave maestra de la felicidad o quizás todavía no hemos entendido cómo hacerlo.
Es por eso que cada uno de nosotros hacemos nuestros intentos. Vamos a un lugares y nos fijamos metas que se suponen nos harán felices y cuando las alcanzamos nos decimos «¡Encontré la felicidad!», pero eso no dura mucho. Como el agua que se escapa entre los dedos, la felicidad se pierde al cabo de un tiempo.
Podemos preguntar a las personas que se dicen felices y nos cuentan cómo lo han conseguido pero parece que su solución no sea la definitiva porque hay gente que haciendo lo que dicen los sabios encuentra la felicidad y en cambio, hay gente que haciendo lo mismo no la alcanza. Así que la felicidad parece que no puede estar en una manera concreta y universal de hacer las cosas.
Por otra parte, cuando pienso en las veces que he llegado a aquello que pensaba que me haría feliz, durante un cierto tiempo experimento felicidad. Así que, sí que tiene que haber alguna cosa en aquello que hago que me hace feliz.
Esto me hace pensar que la felicidad está relacionada de alguna forma con las cosas que hago pero no es una relación determinante del tipo causa efecto porque, si fuera así, cuando alcanzara aquello que me hace feliz, entonces lo sería siempre. Así que el factor personal seguramente es un factor determinante.
Después de darle muchas vueltas al asunto he llegado a una conclusión que quiero compartir contigo. Como la felicidad no puede estar en un lugar concreto, en un objetivo particular o en una manera de vivir determinada que sea universal a todas las personas he decidido que voy a dejar de buscarlo ¿Quiero decir esto renuncio a ser feliz? Sí pero no. Ya sé que es una contradicción, pero sólo en apariencia. Voy a tratar de explicarme mejor.
Dejar de buscar para encontrar
Para mí la vida es como transitar por un territorio desconocido del cual vamos haciendo el mapa a medida que lo vamos recorriendo. El nacer nos pone en un lugar determinado y empezamos a caminar sin tener muchas herramientas que nos ayuden a orientarnos.
Al principio empezamos a caminar buscando alcanzar objetivos puramente fisiológicos como comer, dormir, …. luego nos fijamos otro tipo de objetivos como divertirnos y pasarlo bien. Después tener un buen trabajo, quizás formar una familia, … cada momento de nuestra vida tiene sus propios objetivos.
¿Porqué son éstos y no otros? Son esos porque creemos que alcanzar esos objetivos nos hará felices. Así que, es como si tuviéramos una brújula interior que se orienta siempre hacia la felicidad. Quisiera continuar con esta comparación para que veamos juntos la diferencia entre rumbo y destino.
Podemos utilizar la brújula como un instrumento de navegación para ir de un lugar a otro. Si no quiero perderme, antes de salir, consultaré la brújula y miraré en qué dirección está mi objetivo. Por ejemplo, supón que está en dirección Oeste, así que ese será el rumbo que deberé seguir para llegar a mi destino. Cuando en mi camino, las circunstancias del terreno me desorienten o cuando aparezcan obstáculos que me desvíen de mi rumbo, utilizaré la brújula buscar caminos alternativos que me lleven hacia el oeste. Por lo tanto, el rumbo me ayuda a no perderme en el camino a mi objetivo.
Para mi es muy importante tener claro que una cosa es el rumbo y otra cosa es el destino final al que quiero llegar. Si confundo el rumbo (en mi ejemplo es dirección oeste) con el destino (el lugar específico al que quería llegar) y me pongo como objetivo llegar al oeste me pasaré toda la vida dando vueltas al mundo sin llegar a alcanzarlo nunca. Así que esta confusión tiene sus consecuencias. Ahora me gustaría bajar todo esto de la diferencia entre rumbo y el destino a la vida cotidiana.
Como persona, lo que está a mi alcance es fijarme objetivos de una forma más o menos consciente y dirigirme hacia ellos haciendo cosas que me acercan o alejan de ellos. Vivir la vida es como caminar y los objetivos que me marco en mi vida son como los destinos que yo escojo. Los destinos viven en mi imaginación, en cambio, la vida consiste en caminar el camino. Como decía el poeta:
«Caminante no hay camino, se hace camino al andar… » A. Machado
Para fijarme los objetivos o destinos lo que hago es imaginarme si seré feliz cuando los alcance. Es decir que escojo un objetivo y no otro en función si creo que me va a hacer feliz o no. Así que utilizo la brújula interior que se orienta hacia Felicidad para guiarme por la vida.
Lo que quiero decir con esto es que ninguno de esos lugares es la Felicidad… o quizás la felicidad esté en cada uno de esos lugares y pasos que voy dando. Si pretendo fijarme como meta alcanzar la Felicidad no la alcanzaré nunca porque es un rumbo, una dirección y no un destino. Por eso te digo que es imposible ser feliz en el mismo sentido que es imposible llegar al oeste. En conclusión, creo que la felicidad no está en ningún lugar en concreto y que podemos encontrarla, potencialmente, en cualquier sitio.
Ahora bien, ¿cuales son los puntos cardinales de la brújula de la felicidad? ¿Cómo se lee el rumbo de mi brújula interior? Si supiera cómo leerla y utilizarla entonces podría fijarme objetivos y escoger caminos que me llevarían hacia una vida lo más feliz posible.
Así que, si estás interesado en saber cómo funciona y cómo utilizar tu brújula interior no te pierdas la segunda parte del artículo que publicaré la semana que viene (La brújula de la felicidad 2ª parte). Hasta pronto y…
¡Buen viaje!