Hablar de motivación es meterse en un terreno complejo ya que hay múltiples teorías que hablan sobre este asunto, y hay que tener en cuenta que todas explican parte del problema pero no hay ninguna que con una explicación global.
Un primer intento de arrojar claridad sobre este asunto complejo puede ser ver cómo se define la motivación. Según Wikipedia, «la palabra motivación deriva del latin motivus, que significa «causa del movimiento». La motivación puede definirse como el señalamiento o énfasis que se descubre en una persona hacia un determinado medio de satisfacer una necesidad, creando o aumentando con ello el impulso necesario para que ponga en obra ese medio o esa acción, o bien para que deje de hacerlo. La motivación es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta.»
De esta definición os quisiera destacar unos aspectos que para mí son fundamentales:
El primero es que la motivación implica el concepto de movimiento, es decir, de acción. El segundo, ese movimiento está impulsado por el intento de satisfacer una necesidad. El tercero, que es un estado interno.
Con esta definición ya podemos sacar nuestras primeras conclusiones:
La primera es que, al ser un estado interno, es imposible motivar a una persona. Esto puede sonar a provocación pero nos sitúa en un contexto que debemos tener en cuenta. Hemos visto que es un estado interno y este el punto clave que hace que este asunto sea tan difícil de gestionarlo. Lo que podemos hacer es crear condiciones que faciliten un estado interno de motivación pero no podemos asumir la responsabilidad de conseguir que una persona esté motivada, ya que es algo que sólo es responsabilidad de uno mismo.
Esto nos lleva a una doble perspectiva. Por una parte, la de aquellas personas que en el ejercicio de sus responsabilidades profesionales tiene a su cargo un equipo de personas. Para éstas la pregunta que surge es, si no depende de mí el que las personas estén motivadas, ¿Significa esto que yo, como responsable del equipo no puedo hacer nada?
Y la misma cuestión con una perspectiva diferente es, «¿Significa esto que si yo no estoy motivado es solamente porque yo quiero estarlo? ¿Mi jefe y mi empresa no tienen ninguna influencia sobre mi motivación?
Como vemos, hay una doble perspectiva. En este artículo, voy a tratar únicamente la perspectiva de la automotivacion y dejaré para un futuro artículo cómo favorecer la motivación desde el punto de vista de un responsable de un equipo de personas.
Automotivación
Ya hemos visto que la responsabilidad de la motivación recae en uno mismo. Sin embargo, es igual de cierto que hay circunstancias que facilitan o dificultan la motivación.
Para entener un poco qué es lo que nos pasa para que califiquemos una actividad como motivante vamos a introducir el concepto de necesidad desde la perspectiva que nos da Marshal Rosemberg, creador del modelo de la comunicación no violenta (CNV). Según este modelo, las necesidades fundamentales son comunes a todos los humanos y van desde las más básicas hasta las más elevadas. Así hay necesidades en el ámbito del bienestar físico, de la seguridad, de la libertad, diversión, participación, de sentido, de relación, de identidad, paz, etc.
Ahora ya sabemos para qué nos movemos: para satisfacer estas necesidades básicas. Pero, ¿Cómo nos podemos automotivar un lunes por la mañana con toda la semana por delante? La clave para poder responder a esta pregunta es: ¿qué es lo que te dices para ir desmotivado a tu trabajo? Y mejor todavía, ¿qué es lo que tendrías que decirte para ir motivado?
La primer cosa que puedes plantearte es que siempre tienes la posibilidad de no ir a trabajar. Entonces podrías decirme «¿ Cómo voy a pagar mis facturas si no voy a trabajar? «. En ese caso eliges ir a trabajar porque prefieres ir a trabajar a afrontar el hecho que quizás no podrías pagar las facturas… En el fondo siempre podemos elegir aunque a veces no lo veamos (o no lo queramos ver) así.
Supongamos que hemos superado esto y ya hemos asumido que hemos elegido ir a trabajar . Sin embargo, eso podría no arreglar mucho el hecho de lo que pensemos del trabajo que vayamos a hacer. Seguramente, si no queremos ir a trabajar es muy probable que no pensemos cosas muy agradables al respecto del trabajo. Cambiar esto no es una cosa sencilla puesto que la tendencia normal va a ser abandonarnos a nuestro estado de ánimo.
La propuesta es no dejarse llevar por la inercia, hacer un esfuerzo y asumir que, ya que hemos elegido ir a trabajar, vamos a tratar de hacerlo con el mejor de los ánimos. Para ello aceptaremos lo que es, es decir, dejaremos de juzgar el trabajo y, simplemente, iremos a trabajar. Es así de simple, que no fácil.
Si empezamos a notar que nos deprimimos es señal inequívoca que estamos haciendo algún juicio respecto al trabajo y su entorno. Es una buena señal de alarma que nos avisa que estamos juzgando y no aceptando lo que es. Quizás el pensamiento recurrente se deba a que, en el fondo, no nos queramos conformar con un trabajo que no nos gusta. Si es así, podemos hacer un pacto con nosotros mismos para recordarnos que hoy hemos asumido libremente ir al trabajo y que, en una fecha determinada, nos vamos a plantear seriamente si queremos continuar y vamos a hacer un plan para cambiar.
Lo que se trata es de equilibrar entre el vivir el presente lo mejor que sea posible sin que ello signifique que no debamos pensar ni planificar cómo podemos hacer para que el futuro sea mejor. No podemos olvidarnos que tenemos capacidad para influir y determinar nuestro futuro.
Otra estrategia que podríamos aplicar es pensar un «para qué». Para entenderlo mejor pondré os contaré una pequeña historia.
Paseaba un hombre por una ciudad y en su trayecto se encontró con un obrero que estaba picando una piedra. Lo hacia con desánimo mientras iba recitando una retahíla de insultos sobre la tarea tan ingrata que estaba realizando. El hombre, al ver al obrero tan enfadado le preguntó: «perdone buen hombre, ¿qué es lo que estás haciendo?» Qué no lo ves!, respondió. Estoy picando piedra, con el calor que hace!».
El hombre continuó su paseo y se encontró con otro obrero que estaba picando una piedra igual sólo que éste lo hacia con una sonrisa en la cara y cantando una alegre canción. El hombre, sorprendido, no pudo evitar hacerle la misma pregunta: Disculpe buen hombre, ¿qué es lo que esta haciendo?. A lo que el obrero le respondió: «estoy contribuyendo a construir una catedral hermosísima!»
Hemos visto que la tarea es exactamente la misma en ambos casos, sin embargo, el tener un «para qué», le daba sentido a su tarea, hacía que la tarea se viviera de forma muy distinta de un obrero a otro. ¿ Acaso no podéis encontrar en vuestro día a día ejemplos en los que la misma cosa la hayáis vivido de forma diferente? Si es igual de verdadera (o de falsa) una interpretación que otra, ¿porqué no elegir una que nos ayude a darle un sentido a lo que hacemos? Si el obrero que picaba piedra le pudo encontrar un sentido a su duro trabajo, ¿no pensáis que también seréis capaces de encontrarle un sentido al vuestro?
Finalmente, para demostraros lo que es automotivación os adjunto un video que lo explica perfectamente y os enseñará una muy buena forma de aplicarlo.
Espero que lo disfrutéis por lo menos tanto como yo.
!Buen viaje!