Excelencia y exigencia: el impacto de la diferencia.

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¿Te consideras una persona auto-exigente?  ¿Tienes alguna inquietud respecto a las consecuencias negativas que tiene en tu vida ser exigente o auto-exigente? ¿Sabes cuál es la diferencia entre exigencia y excelencia? Si estás interesado en conocer alguna respuesta a estas preguntas entonces este artículo puede ser de tu interés. ¿Me acompañas?

Primero quiero que nos pongamos de acuerdo sobre cómo entiendo yo la exigencia o la auto-exigencia. No sé lo que a ti te pasa pero a mí, hablar de exigencia o de auto-exigencia tiene relación con una actitud que lleva detrás un espíritu permanente de esfuerzo y búsqueda para que las cosas se hagan de la forma correcta porque se busca la perfección.

¿Qué hay de bueno en la exigencia?

Esta pregunta tiene una respuesta que puede ser diferente para cada persona. No por ello voy a dejar de contestarla, aunque ésta será mi respuesta y me gustaría que tu pensaras cuál es la tuya.

La exigencia satisface algo que es es muy importante para mi: el progreso personal. Ser exigente conmigo mismo implica un espíritu de moverme a hacer mejor las cosas y a convertirme en mejor persona. Implica no querer conformarme con lo que hay y buscar hacerlo cada vez mejor. También significa obtener resultados de calidad, alejarme de la chapuza. Me ayuda a conseguir la satisfacción por el trabajo bien hecho y por los buenos resultados.

¿Qué es lo que te aporta la exigencia a ti? Permítete un tiempo para pensar sobre ello.

Ahora que ya hemos encontrado cuales son las necesidades que satisface el ser exigente podemos ir al siguiente paso porque vivir en la exigencia no es algo que sólo tiene ventajas, ¿verdad?

Las consecuencias negativas de la exigencia.

Para hablar de esto ocurre lo mismo que antes. Lo realmente útil para este asunto es tu respuesta más que la mía. No obstante te voy a decir lo que a mí me pasa y luego te tomas tu tiempo para tu respuesta.

Para mi vivir la exigencia tiene el inconveniente de estar en una permanente insatisfacción por no alcanzar la perfección. Esa búsqueda constante de hacerlo mejor significa que siempre lo hago mal porque es imposible, o casi imposible, hacerlo perfecto. Lo que no me gusta es que esta manera de vivirme y de vivir a los otros es que, en el fondo, es una actitud violenta que se manifiesta hacia mi y hacia los demás.

Además, esta forma de pensar no tiene fin porque, si sé que la perfección es algo a lo que se aspira pero nunca se llega, la insatisfacción estará siempre presente. La insatisfacción es el motor de cambio, así que no quiero librarme de ella porque eso supondría dejar de mejorar y progresar. Esto me recuerda la imagen de un cochero con látigo en mano que castiga a sus caballos para que el carro continúe avanzando, y si cabe, lo haga a la máxima velocidad posible.

¿Cual es el coste de este tipo de mecanismo en el que estoy atrapado? ¿Hasta cuándo hay que «fustigar a los caballos«? ¿Es sostenible esta manera de llegar a donde quiero llegar? Sin embargo, el cochero no ve otra manera de conseguir que los caballos corran. Es la única manera que conocen.

Hay que decir que el enfoque de la exigencia me ha permitido llegar hasta donde estoy. Es como si fuera el precio que hay que pagar para conseguir lo que he conseguido. Pero, ¿y si hubiera una manera de conseguir lo mismo sin estas consecuencias negativas? ¿Te imaginas cómo podría ser tu vida personal y profesional manteniendo esta actitud de progreso sin la necesidad de tener que «usar el látigo» para conseguirlo? ¿Y si esta forma te permitiera tener incluso mejores resultados siendo más cuidadoso en el trato hacia los demás y, sobretodo, hacia ti mismo? Yo creo que es posible. ¿Quieres saber cómo?

La excelencia.

Mi respuesta a esta pregunta se llama excelencia, que busca lo mismo que la exigencia pero de otra forma. Bueno, en realidad no busca lo mismo lo que ocurre es que, como resultado obtienes lo mismo que con la exigencia o incluso mucho más. Vale, dejo de ser misterioso para entrar en detalles.

El enfoque de la excelencia es totalmente distinto al de la exigencia. En la excelencia no hay cosas imperfectas que hay que perfeccionar. No hay nada que mejorar porque no hay error, y tampoco existen las cosas bien y mal hechas. Supongo que te estarás preguntando. Si no hay error, ¿qué es lo que te puede mover a hacer las cosas lo mejor posible? ¿cómo es posible que me digas que no hay cosas bien hechas y mal hechas si lo estoy viendo cada día? !Me rebelo ante esto!

Permíteme que me explique un poco más y luego tú decides que hacer con todo lo que te voy a explicar, porque lo verdaderamente importante de todo esto es lo que tú pienses. Yo no quiero negar le existencia del error. Lo que ocurre es que seguramente lo que yo entiendo por error puede que no sea lo mismo que tú. Yo entiendo el error como un proceso que consiste en comparar el resultado de una acción con lo que yo espero que ocurra al realizar esa acción. Si es igual a lo que esperaba entonces es correcto, sino incorrecto.

Si me aceptas esta definición entonces opino que es imposible equivocarse porque eso supondría que ya sabes el resultado antes de hacer una cosa, pero eso es imposible, porque para ver un resultado antes hay que hacer esa cosa. Como mucho, después de hacer algo puedes evaluar lo conseguido y juzgar si es lo esperado. Y también puedes aprender de ello en el caso que no hayas obtenido lo que querías. Pero calificarlo de erróneo me inquieta porque me lleva a la idea que ya sabía el resultado antes de hacerlo y creo que eso es imposible.

Lo que creo que si puedes hacer son previsiones, pero son sólo eso y nunca se puede confundir una previsión con una certeza. Así que perseguir y castigar errores es en realidad perseguir algo que no existe. Lo único que se puede hacer es aprender cuando lo obtenido no es lo deseado para hacerse más sabio.

El otro enfoque de la excelencia es que las personas no tenemos defectos. También pueda parecerte provocador cuando seguramente ves defectos en los demás y en ti mismo. Nuevamente te vuelvo a pedir que me des la oportunidad de explicarme para que luego tú decidas.

Yo entiendo el defecto como una virtud que no ha alcanzado el nivel de desarrollo que deseo. Eso implica que la virtud ya existe y que lo que hace falta para que se desarrolle es ejercitarla más. Perseguir el defecto es como perseguir un fantasma, que cuando o tenemos en nuestras manos vemos que no tiene entidad. Mejor te pongo algunos ejemplos.

Se acerca el verano y me gustaría estar más moreno. El enfoque error sería el siguiente: No estar moreno en verano es feo así que hay que corregirlo. ¿cómo? pues tomando el sol, claro. Tomo el sol y entonces me pongo moreno, por lo tanto, la causa que me ponga moreno es el sol. ¿no?

Otro ejemplo. He hecho algo mal, luego soy tonto porque si fuera lo suficientemente listo no lo hubiera hecho mal. Si aprendo algo, sabré más cosas y por lo tanto, seré menos tonto. O me acercaré a ser listo, pero es algo que nunca se puede alcanzar. Siempre seré más o menos tonto porque ser listo supone llegar a un sitio, que cuando lo alcance, me daré cuenta de lo que me queda para ser más listo. En fin , no se acaba nunca. Es como si yo fuera un recipiente que se tiene que llenar con conocimientos y el recipiente se hace más grande cada vez que lo lleno.

El enfoque de la excelencia parte de otro lugar muy diferente. Veámoslo con el ejemplo de ponerse moreno. Si me pongo moreno es, aparte de porque tomo el sol, porque mi piel tiene la capacidad ponerse moreno, es decir de sintetizar melanina, que es lo que oscurece mi piel y me protege de los rayos ultravioleta del sol que son dañinos.

Date cuenta que en mi piel ya existe esa capacidad de estar moreno, que se manifiesta cuando me expongo al sol. Así que potencialmente, soy moreno. Esa capacidad existe, me ponga o no me ponga a tomar el sol. Eso viene de fábrica, a menos que sea albino. Por lo tanto, si no estoy moreno no es que me falte algo, sino que simplemente, todavía no me expuesto al sol lo suficiente. ¿Ves la diferencia?

Vayamos al otro ejemplo con el enfoque de la excelencia. Hay algo que no ha salido como yo quería. Estoy triste por ello y quiero que la próxima vez obtener eso que deseo. ¿Qué cualidad, que ya poseo, necesito desarrollar para obtener el resultado que deseo? Si desarrollo esa inteligencia, no es porque yo pongo inteligencia donde no la había, sino que la potencialidad ya existe a la espera de ser desarrollada.

Esa posibilidad está ya «de fábrica» y es nuestra responsabilidad movilizarnos para hacer que eso que está ahí como una semilla, pueda crecer. Pero sobretodo no te olvides que la semilla está desde el principio de tu existencia. «Sólo» hace falta que la ejercites para que se desarrolle. Es como en el ejemplo de ponerse moreno: la melanina es tuya. Es tu responsabilidad movilizar la para que se desarrolle. Así que resulta que ya eres desde el principio. ¿Cómo sienta saber esto?

Conclusiones

Para acabar me gustaría destacar que los dos planteamientos, el de la exigencia y el de la excelencia parten de sitios muy diferentes y la energía que los impulsa también lo es. El de la exigencia conlleva la energía negativa, implica castigo y esfuerzo. El lema podría ser «sangre, sudor y lágrimas».

El de la excelencia tiene la misma dirección, pero parte de un lugar muy diferente. La energía que se moviliza proviene de esa inquietud natural que hay en todas las personas por desarrollar aquello que ya está en su interior porque se intuye como algo inmenso pendiente de descubrir (des- cubrir, osea, des-tapar o quitar la tapa).

Eso se consigue haciendo cosas, pero no desde el «tengo que esforzarme para conseguir ser más …» sino desde esa curiosidad que tienen los niños por aprender, cuando aprender no tiene la connotación de esfuerzo. Es volver y recordar cuando aprendíamos por el simple goce que lleva el descubrir, porque todo estaba por ver. Se trata de regresar a aquel lugar donde todavía no existía el error, ni la equivocación, cuando el crecimiento era desde el goce del descubrir y no desde el castigo, ¿lo recuerdas? Sino, fíjate en un niño pequeño, obsérvale con atención y podrás conectar con la curiosidad y el goce del descubrimiento.

La excelencia supone vivir la vida otra vez desde este lugar. Supone darse cuenta que nuestra responsabilidad es indagar, con la curiosidad del niño pequeño, aquellas potencialidades que están escondidas esperando que las movilicemos. Desde este lugar la vida se convierte en un viaje apasionante de descubrimiento de nuestras posibilidades y eso es casi imposible de hacer en una sola vida. Qué gusto que sea así…

¡Buen viaje!

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