A veces, tratamos de contribuir al bienestar de una persona y la estrategia que escogemos consigue el efecto contrario. En relación a esto quiero compartir contigo una cosa que me pasó hace unos días y que tiene que ver justamente con esto. Se trata de lo siguiente.
La historia pasó en el trabajo. Yo llevaba dos días en los que me estaban surgiendo problemas inesperados y no estaba sabiendo cómo resolverlos. Esto me agobiaba porque se me acumulaba el trabajo y mi cabeza no paraba de darle vueltas sin resolverlo. Entonces, recibí una llamada de una persona quejándose por un servicio.
Cuando acabó la conversación estaba frustrado porque no había conseguido resolver la situación y también estaba molesto porque esa persona no había valorado los esfuerzos que habíamos hecho para tratar resolver la incidencia. No paraba de pensar cosas como: «Hagas lo que hagas nunca están satisfechos» «Sólo tengo quejas y nadie valora el trabajo que se hace» «No paro de tener problemas…».
Así que entré en el ascensor con todo este jaleo en mi cabeza. Seguro que mi cara reflejaba este lío, porque una compañera de trabajo que estaba en el ascensor me dijo: «Alegra esa cara, hombre». Supongo vio el estado de ánimo en mi cara e intentó animarme.
Desde luego te aseguro que lejos de animarme lo que consiguió fue un efecto totalmente contrario. En ese momento recibí esas palabras como un ataque en toda regla porque pensé: «¿Acaso tiene alguna idea de lo que me está pasando? ¿No tengo derecho a estar enfadado después de todo lo que estoy aguantando? ¿Acaso la gente tiene que poner buena cara a pesar de lo que le suceda? ¡Qué manera de imponer a los demás un estado de ánimo!»
Así que le respondí de la siguiente manera: ¡Cómo que alegre la cara! ¡Yo pongo la cara que me da la gana! ¡No faltaría más! Se lo dije muy enfadado y ella respondió que no hacía falta que me pusiera así. Por suerte las puertas del ascensor se abrieron y yo pude «huir» muy agitado por todo lo que había pasado.
Tratar de cambiar el estado de ánimo de alguien no es empatía
Me gustaría compartir contigo algunas cosas que me parecen muy importantes con respecto a esta anécdota. Vayamos por partes y comencemos por ella. ¿Qué es lo que la impulsó a hacer ese comentario? Yo me imagino que quería que me sintiera mejor y intentar animarme era su estrategia para satisfacer su necesidad de contribuir a mi bienestar.
Ahora bien, lo que obtuvo fue un efecto contrario en mi porque lo que yo necesitaba más urgentemente era una escucha empática y querer consolar a alguien porque se siente mal, puede ser adecuado en otras ocasiones pero no lo es si la otra persona necesita empatía. Yo estaba muy agitado y cuando me dijo que cambiara la cara pensé que no entendía nada de lo que me pasaba y que tenía que cambiar de humor simplemente porque ella lo decía. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Lo que yo estaba sintiendo tenía alguna importancia? Como ves, el efecto que consiguió tratando de cambiar mi estado de ánimo fue que me enfadara todavía más, justo lo contrario de lo que pretendía.
Algo parecido pasa cuando alguien está deprimido y explica cómo se siente a una persona y entonces ésta le dice que se anime, que mire las cosas positivas de la vida, que se fije en lo que tiene y no en lo que le falta… ¡No, por favor! Os pido que no hagáis eso a menos que queráis que esa persona piense que no entendéis nada de lo que le pasa… Ya sé que se hace con las mejores de las intenciones, pero si quieres contribuir a su bienestar quizás sea más eficaz escuchar y nada más. (¿Sabemos lo que es realmente la escucha empática?).
Otra de las situaciones en las que se pueden ocurrir algo parecido es en los entierros. Hay algunas personas que ante el dolor de una persona por una pérdida consideran que tratar de animarla es lo mejor que pueden hacer para contribuir. Sin embargo yo me pregunto, ¿acaso no está justificado que esa persona sienta dolor por la pérdida de alguien querido? ¿Porque no honrar el dolor de esa persona acompañandola sin tratar de cambiar ni de mitigar ese dolor? Yo creo que, aunque parezca eso sea no hacer nada, en realidad es hacer mucho por ella.
Alguna cosa más…
No me gustaría que creas que para mi está mal intentar animar a alguien. Lo único que quiero es dar un poco más de claridad que nos permita decidir cual podría ser la mejor manera de contribuir al bienestar de una persona, sobretodo cuando lo que una persona está necesitando es empatía.
Finalmente, es posible que estés pensando que mi respuesta en el ascensor fue brusca hacia la otra persona porque que no tuve en cuenta las intenciones de contribuir a mi bienestar. Estoy de acuerdo y también no quiero sentirme culpable teniendo en cuenta que esa fue la mejor respuesta que pude dar teniendo en cuenta ese momento y esas circunstancias. Ahora bien, sabiendo lo que sé ahora y habiendo recibido empatía por lo que me ocurrió, creo que otra vez que me ocurra lo mismo podría responder algo así:
– Realmente estoy de mal humor. Diciéndome que ponga buena cara supongo que quieres que me sienta mejor, ¿verdad?
– Pues esto que me has dicho no me ayuda nada a sentirme mejor y al mismo tiempo te agradezco mucho tu interés . Si quieres luego nos vemos y te lo explico con calma.
– ¿Qué te parece?