Muchas veces tenemos muy claro qué es lo que queremos conseguir. Lo vemos claramente y vamos hacia ello. Esta actitud es muy positiva porque nos impulsa a la acción que es algo que no debemos perder nunca. Ahora bien, también es muy importante para mí no malgastar tiempo y energía. Y lo que nos ocurre a veces es que lo vemos tan claro, o estamos tan decididos que nuestro impulso es de avanzar «todo recto», como si esto fuera suficiente como para solventar cualquier dificultad.
Y pudiera ser así. Sin embargo el camino más corto no tiene que ser siempre el más rápido ni en el que gastemos menos energía. Y estas son las dos variables que conviene analizar cuando nos enfrentamos a una dificultad, sobretodo si intuimos que es algo que no es fácil ni rápido de solucionar. Ante un reto difícil, ¿qué tal si nos paramos a pensar cual va a ser la mejor forma de superar la dificultad para invertir el menor tiempo y energía posible?
Algo que nos puede ayudar es reflexionar sobre qué es lo que hace que eso sea una dificultad para nosotros. Lo que quiero decir es que acostumbramos a pensar que los problemas son algo externo a nosotros. Sin embargo, hay algo que hace que eso sea una dificultad para nosotros y no lo sea para otro tipo de persona. ¿Qué es lo que me está pasando que hace que eso sea difícil de resolver?
Para eso podemos pensar en una persona que conozcamos y que si estuviera en una situación similar, sabría perfectamente cómo actuar. Y si no conocemos a nadie así, podemos pensar en un personaje de una novela, o una película que sí sabría como hacerlo. Por ejemplo, si tienes una dificultad con tus hijos, ¿qué es lo qué haría la Supernany? O también, ¿Que es lo que haría el Sr. Lobo de Pulp Fiction en esa situación que te tiene bloqueado? Es muy probable que se os ocurran cosas que no habíais imaginado y que podríais poner en acción. Otra cosa que podéis hacer es imaginaros a vosotros mismos como si hiciera muchos años que hubiéseis resuelto ese bloqueo y ahora recordáis cómo lo solucionásteis. La imaginación puede ser muy poderosa si os atravéis a utilizarla.
También podemos pensar sobre qué es lo que nos pasa con la solución intentada. Y esta no es una reflexión cualquiera, porque para hacer un análisis lo más aséptico posible hay considerar caminos diferentes a los que ya hayáis probado. Y esto es muy difícil por varios motivos.
Uno de ellos se produce porque sentimos mucho apego por una postura que creemos como la única correcta. Es como si se tratara de nuestro hijo. Nos es muy difícil encontrar defectos a nuestra «criatura» aunque sabemos que ignorarlos no os lo más beneficioso. Renunciar a esa idea quizás supone reconocer que no era tan buena y tan perfecta, y esos nos cuesta mucho porque nos identificamos con nuestra solución. Si ya no es lo «nuestro» es como si se viera amenazada nuestra identidad. Pero nosotros somos mucho más que una propuesta, una idea o una actitud. Cuando somos capaces de desapegarnos y ser honestos con nosotros mismos podemos ver otros caminos que antes nos resistíamos a ver y que nos pueden ahorrar mucho tiempo y energía. Se puede ser práctico o se puede tener la razón: Las dos cosas a la vez son imposibles.
Esto me recuerda cuando paseamos por la montaña y nos marcamos como objetivo llegar a un cierto lugar. Primero buscamos el camino más directo. Pero puede ocurrir que durante el recorrido nos encontremos con algún obstáculo natural que nos impida llegar a donde queríamos. Entonces analizamos la dificultad que supone para nosotros tratar de superar el obstáculo teniendo en cuenta cuales son nuestras habilidades: un acantilado puede ser algo insalvable para mí pero puede ser un divertido reto para un escalador y seguramente por eso el escalador y yo tomaremos decisiones diferentes ante la misma dificultad. En mi caso escogeré dar un rodeo, que supondrá desviarme momentáneamente de mi ruta, sabiendo que más tarde la volveré a recuperarla y que además, aunque no es el camino directo, me permitirá ahorrar energías y seguramente tiempo en mi camino hacia el lugar deseado.
En resumen, que ante un reto es bueno mantener nuestra orientación a la acción sin que ello nos haga perder la cabeza. Vale la pena pensar cómo afrontar las dificultades que se nos presenten con la intención de no invertir más tiempo y energía de la necesaria. Y hemos visto alguna manera para hacerlo. Una es plantearnos qué es lo que hace que algo sea una dificultad para nosotros y no para otro tipo de persona. Por otra parte hemos visto que es importante saber desapegarnos de aquello que hemos intentado y que no nos ha funcionado para poder desarrollar una actitud práctica y así podemos probar cosas diferentes.
En fin, espero que esto os sirva para afrontar vuestros retos personales y profesionales.
¡Buen viaje!