Cuando las emociones son muy intensas, ya sean agradables o desagradables, y nos desbordan buscamos compartirlas con alguien. Por el mero hecho de compartir esas emociones se entienden, se aceptan y de esta forma, se elaboran y transforman en algo que puede ser manejado. Compartir la rabia, la frustración, el miedo, el resentimiento que siento cuando he vivido una cierta experiencia me ayuda a superarlas. Ahora bien, hay personas, o mejor, hay ciertas formas de escuchar, que a mi me alivian más que otras. ¿Te ocurre también a ti lo mismo? Pues mi propuesta este artículo para ti es indagar cual es el tipo de escucha que produce efectos más beneficiosos, ¿te apetece?
Escuchar con simpatía
Para tratar sobre este tipo de escucha me gustaría poner como ejemplo el sentimiento de ira. Ya he tratado en algunas entradas de este bloc cómo manejar estas situaciones y también vimos que tras este sentimiento es habitual que haya un pensamiento sobre cómo alguien debería comportarse. Así, una persona actúa de una manera que estimula alguna emoción desagradable, y como rompe el bienestar, me enfado. Entonces recopilo todas mis razones y se las explico a la persona que me escucha buscando su adhesión a mi causa. Es cuando digo cosas como «Fíjate lo que me dijo esa persona….» o » ¿Tú crees que esa persona se puede comportar de esta forma?»
Lo que me está ocurriendo es que he entrado en un círculo vicioso: lo que pienso respecto a la situación que acabo de vivir me genera unos sentimientos. Y cuando siento esas emociones, entonces se despiertan más juicios y pensamientos. Y esos pensamientos vuelven a alimentar esas emociones y así sucesivamente. Como vés es un auténtico círculo vicioso. Lo que necesito es escucha, aunque lo que estoy pidiendo es adhesión a mi causa.
Es una situación peligrosa para el que escucha porque le arrastra a una situación del tipo «sino estás conmigo significa que estás contra mi«. No darse cuenta de eso lleva al que escucha a simpatizar con esa persona y sumarme a su causa como la única forma para escucharle y esto no ayuda a salir del círculo vicioso.
La pregunta que me surge es, ¿habría una forma de escuchar que fuera más profunda, y por lo tanto más sanadora, que ayudara de una forma eficaz a que la otra persona encuentre una salida a su situación de bloqueo? Mi respuesta a esto es la escucha empática. Veamos qué significa.
Escuchar con empatía.
La pregunta clave para poder salir de este lío es la siguiente: ¿Cuales podrían ser las necesidades y valores universales que le están faltando a esa persona, en este momento? Se trata de acompañar a la otra persona a encontrar cuales son esas necesidades y valores, porque eso rompe ese círculo vicioso. ¿Dónde podemos buscar esas necesidades y valores universales? Las podemos encontrar en los juicios que emite esa persona. Por ejemplo, si dice que «Fíjate que desconsiderada es esa persona» significa que los valores y necesidades que le están faltando son la escucha y la consideración. Además, si la emoción es muy intensa significa que esos valores son muy importantes y valiosos.
Se trata de cambiar el centro del discurso y pasar, de «el otro es culpable que yo me sienta de esta forma», a indagar sobre «qué es lo que me está pasando a mi cuando el otro hace lo que hace.» Escuchar de forma empática significa acompañar a la otra persona a reconocer que la emoción está plenamente justificada y que es absolutamente legítima porque hay unos valores y necesidades muy importantes y valiosos que le están faltando. Gracias a este nuevo enfoque, pasamos de «el otro debería …» a «lo que es valioso para mi y me está faltando es…»
Así que no hace falta tomar partido ni juzgar la situación para poder escuchar de forma profunda. De hecho, tomar partido lo que hace es complicar y dificultar una verdadera escucha. Sólo hay que acompañarle en su proceso de descubrimiento de cuales son los valores y necesidades universales que son valiosos y que quiere cuidar y preservar.
La escucha empática como paso necesario para cambiar una realidad no satisfactoria.
Con esta forma de escuchar conseguimos dos cosas que para mi son muy importantes. La primera es que se rompe el círculo vicioso de las emociones desagradables y los juicios, porque se transforman en algo enriquecedor para la vida, como son los valores y las necesidades universales.
La segunda es que se abre la puerta a cambiar la realidad desde otro lugar: la petición. Si dejo de ver al otro como un culpable de cómo me me siento entonces podré hacerme cargo de mis propias emociones y hablarle sin exigencias y sin culpabilizarle. Supongo que la respuesta que puedo esperar de alguien será diferente si le digo:
– Eres un desconsiderado y te exijo que me trates con respeto
a que si le digo
– Cuando tú haces esto yo me siento incómodo porque para mi es muy importante la escucha y que las personas sean tenidas en cuenta y eso me está faltando en este momento. ¿Qué te parece esto que te estoy diciendo?
Supongo que las posibilidades de reconducir la situación serán mayores si opto por la segunda opción que si lo hago por la primera. Y si, en el peor de los casos, no consigo ese trato que necesito, siempre podré retirarme, sin resentimiento ni rabia hacia la otra persona, desde el respeto a que las personas no quieran o no puedan responder de la forma que yo estoy necesitando.
¡Buen viaje!