El otro día apareció en la prensa una notícia que me llamó la atención por su curiosidad. El título del artículo era exactamente. ¿Porqué se nos arrugan los dedos en el agua? Y os preguntaréis, ¿qué tiene que ver esta curiosidad científica con este blog? Pues que este artículo me ha recordado la importancia de distinguir entre el porqué y el para qué.
El artículo nos explica que al principio, se creía que se nos arrugaban los dedos porque el paso del agua por la capa externa de la piel lo provocaba, mientras que ahora se sabe que la causa es otra: es una constricción de los vasos sanguíneos. Precisamente este descubrimiento ha hecho que los científicos se hayan planteado el para qué de ese comportamiento de estímulo y reacción. En este marco, hacen conjeturas respecto a la necesidad que pretendía satisfacer ese comportamiento. ¿Veis la diferencia?
Alguno de vosotros se podría preguntar porque me pongo tan quisquilloso con esta distinción. La razón es que creo que es muy útil saber distinguir entre comportamiento y su intención, y preguntar para qué en vez de porqué es la clave que nos permite hacer esta distinción. Para entendernos, en el ejemplo del artículo, el comportamiento sería, los dedos se arrugan, el porqué sería la constricción de los vasos sanguíneos y el para qué sería para recolectar mejor los alimentos o caminar mejor bajo la lluvia.
Así, ante el comportamiento de una persona hay que tener muy en cuenta que cuando uno se pregunta porqué, se centrará en tratar de buscar una explicación de lo que ha pasado mientras que si uno se pregunta para qué, lo que buscará es la motivación del comportamiento, la necesidad que pretendía cubrir, o también llamado por la PNL (Programación Neuro Lingüística), la intención positiva de ese comportamiento.
Esta mirada resulta muy útil cuando queremos gestionar un conflicto interno o con otras personas. Centrarse en el porqué no ayuda a encontrar soluciones que sean satisfactorias a ambas partes porque nos mueve a buscar causas. En cambio, si investigamos el para qué, podremos encontrar qué necesidad se pretendía satisfacer con ese comportamiento. Sólo entonces podremos tratar de encontrar estrategias que satisfagan ambas partes. Porque el conflicto se produce siempre a nivel de comportamientos y de estrategias, y no a nivel de necesidades.
Pongamos un ejemplo para aprender a distinguir mejor entre comportamiento y su intención positiva. Supongamos que digo que «me gusta fumar«. ¿Cómo es posible llegar a pensar que fumar tiene una intención positiva para mí, osea, que estoy intentando cubrir una necesidad que merece ser tenida en cuenta si está clarísimo que perjudica gravemente mi salud? Vayamos por partes.
Lo que está claro es que el comportamiento es «fumar». La buena pregunta es ¿para qué fumo?. Vamos, que quiero averiguar qué es lo que me motiva a fumar, o lo que es lo mismo, qué necesidad hay detrás del comportamiento «yo fumo». Pudiera ser que lo que me mueva a fumar sea la necesidad de calmar una cierta ansiedad. Osea, que fumar, a pesar que daña seriamente mi salud, tiene una intensión positiva. ¿Significa esto que nos podemos quedar aquí?. No, pero ahora que ya conocemos la intención positiva del comportamiento podemos tratar de encontrar otras maneras que puedan satisfacer esa necesidad de calma y que no perjudiquen mi necesidad de salud. Así, las dos partes mías en conflicto son tenidas en cuenta para tratar de encontrar un estrategia que satisfaga las necesidades de ambas partes.
En conclusión, hay que tener en cuenta que preguntar porqué o para qué tiene efectos muy diferentes. También saber que, tratar de responder un para qué nos ayuda a encontrar las necesidades que pretendía satisfacer un comportamiento, que es lo que en realidad tenemos que saber si queremos queremos gestionar los conflictos de una manera que sea satisfactoria para ambas partes.
Finalmente, que es muy útil saber separar entre comportamiento y intención y tener en cuenta que el comportamiento de cualquier persona, sin distinción de raza y cultura, busca satisfacer unas necesidades universales. La pregunta para qué, nos ayudará a encontrar las necesidades que hay detrás de cualquier comportamiento. Y las necesidades básicas son siempre bellas y universales y por ello merecen ser honradas y respetadas.
¡Buen Viaje!