Imagínate que estás en una conversación en la que alguien explica una teoría sobre algo que es diferente a lo que tú ya sabes. ¿Cual es tu impulso natural? No se qué es lo que a ti te pasa pero a mi a menudo me pasa que no espero a que acabe de explicarlo, no hago preguntas para entenderlo mejor y inmediatamente trato de rebatir su argumento. ¿A ti qué te ocurre?
Cuando entro en esta dinámica la conversación se convierte en un conjunto de monólogos en los que cada persona explica sus argumentos tratando de defender su postura, pero intercambio de ideas y enriquecimiento mutuo, nada de nada.
¿Porqué muchas veces nos resistimos a aprender algo diferente a lo conocido o a cambiar de opinión respecto a algo? En definitiva, ¿cómo es que nos cuesta tanto escuchar a los demás de una forma total y sin interferencias?
Mi respuesta es que «no se puede llenar un vaso que ya está lleno». La frase es una obviedad pero lo que trato de explicar con ello es que en esta clase de diálogos nos comportamos cómo vasos llenos con nuestras ideas sobre las cosas. Cualquier cosa que nos diga la otra parte simplemente rebosa fuera del vaso.
Así que en este artículo quiero explicarte qué es lo que nos impide escuchar de forma auténtica y cómo podrías hacer para escuchar de una forma más enriquecedora. ¿Quieres acompañarme?
Otra forma diferente de escuchar.
¿Qué sería lo enriquecedor? Pues que, momentáneamente me permitiera escuchar sin ideas preconcebidas respecto lo que el otro me está diciendo. Siguiendo el símil, de lo que se trata es de permitir que mi vaso se llene para que pueda observar su contenido con detenimiento. Sólo entonces podré decidir si ese agua no me es útil y entonces tirarla o bien beberme todo su contenido porque contiene cosas que me van a enriquecer.
¿Qué me impide escuchar como «un vaso vacío»?
Antes de continuar, me gustaría señalar algunas cosas respecto a las ideas y opiniones que tenemos del mundo que hacen que nos sea difícil escuchar.
La primera es que identificamos las ideas y opiniones que tenemos con lo que somos, así que cambiar de idea es casi como una traición a nuestra persona cuando nosotros somos mucho más que nuestras ideas y opiniones respecto de las cosas.
La segunda dificultad tiene que ver con que tenemos ideas que son fundamentales y otras que son accesorias. Me explico un poco mejor: las ideas y opiniones que tenemos acerca del mundo son como los elementos de una estructura que me sostiene como persona y determinan cómo veo y entiendo el mundo que me rodea. En las estructuras que forman parte de los edificios hay elementos como los pilares, que son fundamentales porque contribuyen de forma principal a sostenerlo.En cambio, hay otros elementos que son más accesorios porque no contribuyen de igual forma a ello.
De forma análoga, hay ideas en nosotros que son estructurales o fundamentales para nuestra persona. En cambio hay otras ideas que lo son menos o que incluso son totalmente accesorias. Así que una idea u opinión que sea fundamental para mi será mucho más difícil que esté abierto a revisarla que otra que sea accesoria porque podría afectar la sostenibilidad del «edificio».
Finalmente las ideas y las opiniones muchas veces se consideran como algo monolítico, que no admite grises ni matices. Es decir, que sólo puede haber una opinión correcta de las cosas y que «la razón», por ser única, o la tengo yo o la tienes tú. Desde esta perspectiva es imposible abrirse a otras opiniones porque la que tenemos nosotros siempre es la respuesta razonable, al menos desde nuestro punto de vista. Esto ocurre porque a menudo confundimos hechos con opiniones (¿Sabemos diferenciar hechos de opiniones?)
¿No te parece normal que las personas nos aferramos a nuestras ideas? ¿No te parece normal que escuchemos a los demás con el «vaso lleno»?
Cómo escuchar como un «vaso vacío»?
Saber que me aferro a mis ideas por todas estas razones me ayuda a tomar conciencia que tampoco hay tanto riesgo cuando estoy abierto a revisarlas y a enriquecerlas. Por otra parte lo que determina que pueda escuchar de esta forma es tener la intención de hacerlo.
Para saberlo puedes responder de forma honesta a la siguiente pregunta: ¿Estoy abierto a revisar y ampliar la idea que tengo sobre este asunto? Si mi respuesta es negativa lo que haré es escuchar al otro simplemente para preparar mi respuesta, no para escucharlo de forma auténtica. Ahora bien, ¿Qué pasaría si hubiera matices que pudieran enriquecer las ideas que tengo de las cosas? ¿Qué podría pasar si esos matices los pudiera obtener del intercambio de ideas con otra persona?
Yo pienso que no hay opiniones correctas e incorrectas. Las ideas son algo vivo, que nacen, cambian e incluso pueden mutar. Aferrarse a una idea y pretender que no cambie es como congelar algo vivo: lo despojados de vida. Como ya hemos dicho, las ideas que tenemos del mundo determinan nuestra forma de comportarnos. Tu puedes elegir si quieres ser alguien vivo, abierto al cambio continuo que es la vida o bien aferrarte con todas tus fuerzas a tus ideas y ser rígido como el hielo, aunque eso sí, cargado con toda la razón del mundo 😉
¡Buen viaje!