A veces, me encuentro en situaciones complicadas en las que me encallo y no consigo tirar adelante, o que me suponen un esfuerzo titánico avanzar. Entonces hay alguien que me dice: tienes que aceptarlo.
Escucharlo me produce una cierta sensación de rechazo porque aceptar una situación me suena a rendirme, y eso a mi no me gusta. Pero ¿qué significa realmente aceptar? ¿En qué se diferencia de rendirse? y sobre todo, ¿por qué es tan poderosa la aceptación para conseguir una acción realmente eficaz? En este artículo voy a tratar de explicártelo.
Rendirse
Para mi rendirse trae asociadas las ideas de abandonar, de entregarse, de perder ante un enemigo con el que lucho pero que no he podido superar. La pregunta que me surge es ¿cuáles son las consecuencias de rendirse?
Por una parte puede llevar la sensación de fracaso, lo cual implica que algo acabó definitivamente. Es como si perdiera de vista la posibilidad de volver a intentarlo. Por otra parte la derrota me convierte en víctima lo cual me lleva al inmovilismo.
Pero todo no son consecuencias negativas. Si me rindo se supone que hice todo lo que pude, lo cual me trae una cierta sensación de tranquilidad. También rendirse supone dejar de luchar, lo cual implica ahorrar la energía disponible y por tanto, sobrevivir.
Así que, lo que estoy buscando es un enfoque me permita continuar avanzando hacia aquello que deseo, y que, a la vez, me aporte una cierta serenidad y me permita conservar mi energía. ¿Imposible? Yo creo que no. Acompáñame y te lo explico.
Aceptar para continuar avanzando
Lo primero que me gustaría decir es que la aceptación es un enfoque para la acción. Lo quiero remarcar porque aceptar suena a rendirse y no es eso. Aceptar supone un cambio en la forma que interpreto lo que me está pasando que me permite continuar adelante.
Aceptar es decir sí a aquello que pasa, sin juzgarlo ni resistirse a lo que es. Acepto cuando puedo librarme del efecto que me produce etiquetar evaluar y calificar la situación que estoy viviendo. En realidad, no es que deje de hacerlo, sino que lo dejo atrás y puedo mirar lo que me está ocurriendo con una cierta distancia.
Qué supone aceptar y cuales son sus beneficios
Supongo que te puedes estar preguntando, ¿en qué consiste exactamente aceptar y en qué me puede beneficiar? Para entenderlo te explicaré qué me ocurre cuando no acepto y lo compararé con la misma situación pero aceptándola. Mi propuesta es que veamos juntos algunos de los síntomas que me indican que no estoy en aceptación para comprobar esa diferencia, ¿te parece?
El enfado y la rabia me indican que no estoy en la aceptación.
Lo problemático de la rabia y el enfado es que culpabilizo (seguramente con muy «buenas» razones) a algo o a alguien como el causante de mi enfado. Así que, como es algo exterior a mí lo que motiva que me sienta de esta forma, hasta que no cambie eso, yo no podré dejar de sentirme enfadado. Por lo tanto, dependo de un cambio en las circunstancias para que pueda de dejar de sentir ese enfado. Hasta ahora estamos de acuerdo, ¿no?
Por otra parte, ¿qué ocurre si estoy enfadado por algo que ha ocurrido en el pasado?. Creo que también estaremos de acuerdo si digo que lo que ha ocurrido en el pasado ya no se puede cambiar. Bueno, a menos que sepas cómo viajar en el tiempo. Entonces, si el motivo de mi enfado o mi rabia es algo que ha ocurrido en el pasado y el pasado no se puede cambiar, entonces es imposible que deje de estar enfadado.
En resumen, estoy atrapado en el siguiente bucle sin fin. Las circunstancias determinan mi actitud y yo no puedo cambiar las circunstancias. Sin un cambio de mirada es imposible ver una cosa diferente a lo que ya veo. Y si no puedo ver nada diferente, es imposible que vea ninguna posibilidad que me permita hacer ningún cambio. Así que he entrado en un bucle sin salida posible, lo que me lleva al inmovilismo. Conclusión, no aceptar me impide moverme hacia ningún sitio. ¿Qué ocurriría si fuera capaz de aceptar?
Hemos dicho que aceptar significa decir sí a eso que ya ha pasado de una forma radical, sin excusas. Eso implica que no hay juicios sobre eso que ha ocurrido, o si los hay los dejo pasar. Los juicios es todo aquello que me digo cuando pienso en lo ocurrido. Ahora viene una pregunta simple pero que es la clave del asunto, así que te pido que no respondas rápido y te lo pienses con caaaaaalma. ¿Preparad@?
¿Dónde está tu enfado si no hay juicios, ni pensamientos del tipo «debería… » o » es injusto que …» sobre lo que ha ocurrido? ¿Donde está la rabia si puedes ver esos pensamientos pero los dejas pasar sin que se queden en tu mente? No me respondas todavía y quédate un rato observando eso que estás pensando…
…
¿Ha desaparecido tu enfado? Si no lo ha hecho ¿ha disminuido?
Los juicios y pensamientos sobre lo que ha ocurrido es lo que alimenta mi rabia, así que, si logro dejarlos atrás, dejo de alimentarla. Es como un fuego que lentamente se consume porque dejo de tirar más leña. Es inevitable que, sin combustible, el fuego acabe por apagarse
Después de todo esto, quizás se te haya ocurrido una de las preguntas más largas que existen: ¿y?
Mira, esto tiene una consecuencia trascendental, porque me permite darme cuenta que las circunstancias, a pesar de ser un factor que influyen muy poderosamente sobre cómo me siento, no son determinantes. Es decir, puedo trascenderlas e ir más allá. Así que el bucle del que te hablaba antes se puede romper…
Es más, cuando me doy cuenta de esto, me puedo hacer la gran pregunta propulsora de cambio: teniendo en cuenta cuales son las cosas que han ocurrido y sabiendo que soy una persona libre, ¿qué se me ocurre que puedo hacer para mejorar la situación que estoy viviendo?
La aceptación me da una perspectiva que me permite dar respuesta a esta pregunta. Sin la aceptación la respuesta será «nada». Así que aceptar me permite moverme para mejorar la situación que vivo y para acercarme hacia lo que deseo, INDEPENDIENTEMENTE de lo que me ocurra. ¡Qué gran descubrimiento! ¿no crees? Esto me recuerda unas palabras de Viktor Frankl:
Nos pueden quitar todo excepto una cosa, una última libertad humana, elegir qué actitud adoptamos ante las circunstancias.
Ahora entiendo esta gran frase, porque lo que me da esa libertad de la que habla Frankl es la aceptación.
Cómo aceptar
Llegados a este punto me parece que no hace falta que te diga nada más para que puedas ver los beneficios que aporta la aceptación como algo que que permite avanzar a las personas, las organizaciones y el mundo en general, ante cualquier circunstancia que se pueda presentar por adversa que sea. Ahora bien, supongo que podrías decirme que, bien, que me compras la idea de la aceptación, pero que es algo fácil de decir y difícil de hacer.
Estoy de acuerdo contigo, pero no te voy a dejar ahí. Conozco una forma de hacerlo que yo he probado y me ha funcionado. Esto no es garantía que no existan otras maneras, pero yo sólo puedo hablarte desde lo que he comprobado que me funciona. ¿Quieres saber cuál es?
El Duelo
Ya hemos visto antes que los juicios sobre lo ocurrido me generan rabia, que es una emoción que me proporciona energía para luchar. El problema es que lucho para cambiar algo que es imposible: cambiar las circunstancias que forman parte del pasado. Me engaño pensando que mientras lucho se mantiene viva la esperanza de una victoria, pero es una lucha es estéril. Darse cuenta que no puedo cambiar lo sucedido y tener la valentía de llorarlo supone transitar por el camino del duelo. Paradójicamente, dejar de luchar contra lo que es, me da una perspectiva que me permite avanzar.
Quizás no te haya descubierto nada nuevo al decirte que el duelo es el camino para la aceptación, aunque quizás sí que te haya servido todo esto para darnos cuenta que hacer el duelo tiene sentido porque es útil. Perdona mi tendencia a la practicidad pero a mí me ocurre que, si no me das un buen motivo para hacer algo que no es agradable, no sólo no lo haré, sino que trataré de evitarlo por todos los medios.
Porque, efectivamente, hacer el duelo supone sentir el dolor en toda su dimensión y eso nunca es agradable. Se trata de llorar de pena y no de rabia por eso que hemos perdido y que era valioso para nosotros, porque no lo podremos recuperar. Sin embargo, si somos capaces de aguantar ese dolor desnudo de juicios el tiempo suficiente, podremos trascenderlo. Lo siento pero yo no conozco otro camino para aceptar. Pretender escapar a eso supone coger falsos atajos que nunca llevan a ningún sitio. Y sólo cuando acepto de forma absoluta puedo encontrar respuestas a la pregunta ¿qué puedo hacer yo para mejorar esto que estoy viviendo?
¡Buen viaje!
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Aquí tienes un relato que habla de esto. El dragón llamado miedo. Si estás interesado en la aceptación, en el blog podrás encontrar un montón de artículos que hablan de ello. Introduce la palabra «aceptar» en BUSCAR y los encontrarás.