Reduce la marcha que viene una subida…

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Vas circulando por la carretera manejando tu vehículo. Circulas por un llano. No hay baches, todo funciona con normalidad. Entonces aparece un repecho en el camino. Tu no haces nada y continúas tu marcha. El repecho se convierte en una fuerte subida. Tu continúas sin hacer nada. Las revoluciones del motor bajan, y bajan. El motor renquea, la velocidad disminuye hasta que el motor se cala y el vehículo se detiene. Bajas del coche y te lamentas de tu mala suerte. ¿Porqué demonios tendría que haber aparecido ese repechón en mi camino? Con lo bien y feliz que estaba yo… Te dices. Mira que es mala suerte.

Para los que conducir un vehículo con cambio manual sea una cosa habitual esta historia quizás os parezca un poco absurda. Todo el mundo sabe que cuando uno lleva una marcha demasiado larga el motor se cala. Y aunque te gustaría llegar lo más rápido posible a tu destino, si encuentras una subida, lo más natural del mundo es reducir la marcha y por lo tanto, la velocidad. Parece un contrasentido, pero sabes muy bien que no reducir la marcha supone algo peor: pararte del todo con la consecuente pérdida de tiempo. El buen conductor sabe adaptar la marcha a las circunstancias del terreno y no se queja continuamente que la carretera tenga subidas y bajadas, curvas y rectas. Simplemente es así e incluso puede llegar a ser placentero: una carretera llana y sin curvas sería profundamente aburrida.

Todos nosotros tenemos y hemos tenido objetivos que deseamos alcanzar. Antes de empezar el camino que nos lleva a su consecución creo que nadie se engaña pensando que no va encontrar dificultades. Si nos fijamos en la historia del principio, cuando el conductor sale de casa con su vehículo se marca como objetivo el lugar al que se dirige. Y además, sabe perfectamente, y por lo tanto acepta, que en el camino se va encontrar curvas, rectas, subidas, bajadas e incluso podría encontrarse alguna dificultad más allá de lo esperado. Aceptar eso significa que no se pone a refunfuñar sino que la aceptación le permite adaptarse a lo que es para ser lo más eficaz posible. Cuando llega a una fuerte subida, reduce velocidad, baja la marcha y continúa su trayecto.

Con las dificultades que nos encontramos en el camino hacia nuestros objetivos pasa algo parecido. ¿De que sirve quejarse de ellas? ¿Van a desaparecer por el hecho que nos quejemos? Si continuamos en la queja lo que hacemos es quedarnos en el mismo sitio. Vamos, que es como se llegara la subida y no cambiáramos de marcha. Resultado: nos pararemos y nos lamentaremos de lo desgraciados que somos.

¿Qué es lo que hace que no «cambiemos de marcha» cuando encaramos las dificultades del camino hacia nuestros objetivos? Para mí hay dos aspectos que son clave.

El primero es la ACEPTACIÓN vs RESISTENCIA (link a Aceptar no es rendirse). Para poder aceptarlas hace falta mirarlas sin juzgar, es decir, verlas simplemente como hechos. Algo que nos puede ayudar es tomarlas como algo nuestro y no como algo externo a nosotros.

Si encontráis que esto es difícil pensad en alguna dificultad en la que estéis o en la que os hayáis encontrado en el camino hacia un objetivo. Una vez  la hayáis encontrado mirad si conocéis alguna persona que para ella eso no sea una dificultad. Y ahora, en qué quedamos, ¿es o no es un problema? porque si fuera un problema lo sería siempre, independientemente de si lo encara una persona u otra. Si para ti es un problema y para otro no lo es entonces lo que hace que eso sea un problema no es la cosa sino tú. ¿Qué es lo que te está faltando que hace que eso sea una dificultad para ti y no para otro? Cuando aceptas lo que es sin juzgarlo lo que haces es convertir los problemas en referencias de aquello que te está faltando.

La segunda clave es el COMPROMISO (link a «¿Es lo mismo problema que reto?), porque aceptar es una condición necesaria pero no suficiente. Una vez que he convertido el problema en referencia toca evaluar el esfuerzo que supone desarrollar o aprender aquello que he identificado que me falta. Si mi compromiso con el objetivo es alto entonces estaré dispuesto a pagar el precio que supone. En caso contrario tocará revisar mi nivel de compromiso con el objetivo y ser consecuente con ello.

Conclusiones

En definitiva, cuando te reconozcas en una situación en que no estás «cambiando de marcha» recuerda revisar dos cosas. La primera, mira si estás aceptando la situación o bien estás en queja o confrontación directa con ella. Sólo si aceptas podrás transformar problemas en referencias de lo que está faltando.

La segunda, evalúa cual es el precio que hay que pagar y compáralo con tu nivel de compromiso con tu objetivo. Ya sabes que con los compromisos sólo se pueden hacer tres cosas: revocarlos, confirmarlos y revisarlos.

Si haces esto sabrás cuando reducir la marcha para adaptarte a las circunstancias del terreno, lo cual te permitirá disfrutar del camino y tener un…

… ¡Buen Viaje!

 

 

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