Son dos conceptos muy similares pero hay un matiz que marca la diferencia. Si te parece podemos ir primero a ver en qué se parecen y luego vemos qué es lo que marca la diferencia.
La resignación
A la resignación y a la aceptación se llega a través de una situación en la que hay intereses contrapuestos. Por un lado hay unas circunstancias y por el otro estoy yo que considero que esas circunstancias no son aceptables para mi. Sin embargo, la diferencia estriba en el paradigma desde el que actúo para tratar de resolver esta situación de intereses contrapuestos.
A la resignación se llega desde el paradigma que dice que para resolver estos intereses contrapuestos hay que entrar en confrontación o conflicto con ellos, es decir, se trata de emprender acciones con el objetivo de neutralizar, dañar o eliminar a eso contra lo que estoy luchando. Actúo desde la concepción del conflicto que dice que para que yo gane tu tienes que perder. Es como «los inmortales» sólo puede quedar uno.
Lo que ocurre es que, tras un período de lucha, aquello contra lo que se lucha es más fuerte que yo y decido no emplear más tiempo, esfuerzo y energía en tratar de alcanzar mi objetivo y me someto a su voluntad.
Las consecuencias de la resignación
La parte positiva de la resignación es que se abandona la lucha y se llega a la paz, lo cual puede llegar a ser algo muy importante. Sin embargo hay que tener en cuenta las consecuencias negativas, porque hay un sometimiento hacia aquello que no he podido cambiar lo cual me lleva al resentimiento y seguramente a la amargura. Hay paz pero quizás no hay un verdero descanso.
Actuar desde un paradigma diferente: la aceptación.
Supón que se produce una circunstancia o un hecho que no puedo cambiar. Por ejemplo, hago planes para el fin de semana y decido ir de excursión. Llega el sábado por la mañana y no me encuentro bien. Estoy resfriado no tengo las fuerzas para salir de excursión y pasar el día en la montaña.
Desde el paradigma de la resignación no me queda más remedio que acatar mi derrota porque las circunstacias (estoy enfermo) son más fuertes que mi deseo a ir de excursión. Las circunstancias ganan, yo pierdo. Efectivamente, desde ahí es probable que entre en la amargura del resentimiento que supone pensar que por culpa de ese resfriado no puedo pasar un fantástico fin de semana. ¿Como sería el paradigma de la aceptación?
De lo que se trata es de cambiar el paradigma de «si el otro gana, entonces yo pierdo» y hacerse la siguiente pregunta ¿que el otro gane significa necesariamente que yo tenga que perder? Es decir, que yo esté resfriado, que es algo que no puedo cambiar, ¿significa que yo no pueda pasar un buen fin de semana?
De lo que se trata es que las dos voluntades sean tenidas en cuenta y respetadas. Vamos aver, lo que está claro es que yo estoy resfriado y que mi estrategia «ir de excursión» no se va a poder cumplir. Acepto eso y no trato de luchar en contra de lo que es. Ahora bien, eso no significa que yo tenga que someterme a esa voluntad. Entonces me hago la siguiente pregunta ¿qué es lo que yo intentaba satisfacer con la estrategia «ir de excursión»? ¿Qué necesidades y valores universales estaban en juego?
Supongo que lo que quería era estar en contacto con la naturaleza y olvidarme de las preocupaciones de la semana y descansar la mente. Descubrir al servicio de que estaba mi estrategia «ir de excursión» es muy importante porque me permite desapegarme de ella, siempre que las necesidades que estaban movilizadas se puedan satisfacer de otra manera.
Así que ahora me puedo hacer la siguiente pregunta. ¿Podría encontrar otras manera de satisfacer las necesidades de contacto con la naturaleza, descanso y desconexión? Pues, teniendo en cuenta esto …. se me ocurre que podría acercarme a un parque que hay cerca de mi casa. Es un día soleado y la temperatura agradable. Me podría llevar el libro que había empezado hace tiempo y que había dejando por falta de tiempi y leer un rato sentado al sol. Tendría contacto con la nataruleza y además podría descansar y calmar mi mente después de una semana agotadora. ¡Sí!
Conclusiones
Con este ejemplo he querido mostrarte que no hace falta resignarse cuando me enfrento a circunstancias que no puedo cambiar. Si soy capaz de aceptarlas como legítimas, si puedo entender que los hechos simplememte son, independientemente que me gusten o no, entonces podré seguir avanzando, aunque sea de una forma diferente, en la dirección a mi felicidad.
En nuestro ejemplo, aceptar significa decir sí a «estoy resfriado» pero no por ello me resigno y dejo de buscar otros caminos diferentes que me lleven a la dirección a mi felicidad y esa dirección me la dan las necesidades.
La resignación supone paz pero no descanso, porque hay resentimiento y amargura. La rendición significa abandonar, pararse definitivamente porque he perdido la lucha. En cambio, aceptar, implica parar para seguir avanzando de una forma diferente, diciendo sí a lo que es. Recuerda, se trata de cambiar un punto y final por un punto y seguido. ¿Cual será tu elección cuando te enfrentes a algo que no puedes cambiar?
¡Buen viaje!