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Imagina la siguiente situación. Salgo de un local y está cayendo una tormenta tan fuerte que ni con paraguas me atrevo a salir. Me pongo ansioso porque tengo una cita en otro lugar y no quiero llegar tarde. Entonces miro al cielo esperanzado de ver algún indicio de que la tormenta va a amainar, pero no, y me invade un pensamiento pesimista: «nunca va a parar de llover«.

Entonces me quedo ahí, esperando, con la sensación que estoy atrapado. Entonces ocurre algo inesperado: la tormenta amaina y puedo salir. Entonces me pregunto cómo es que no he tenido más confianza en que iba a parar, cuando es eso lo que siempre me acaba ocurriendo. Es como si tuviera una tendencia a pensar que cuando está oscuro y cae una tormenta, se va a prolongar para siempre. En cambio los hechos son testaduros y mi experiencia me dice que siempre acaba por amainar. Como dice el refrán

No hay mal que cien años dure

¿A ti nunca te ha pasado algo parecido? Te lo digo porque a menudo tengo esa misma sensación cuando me asaltan pensamientos negativos (5 pasos para romper el círculo vicioso de los pensamientos y sentimientos desagradables) que son como una tormenta, pero que vive en mi mente. Al igual que me ocurre con las tormentas naturales, también pienso que nunca acabarán. Así que, a mi me iría bien que alguien me recordara que igual que empiezan, acaban. No hay excepción. Saber eso me daría tranquilidad.

Entonces, ¿porque no hacer lo mismo con mis tormentas mentales? ¿Porqué no dejo que descarguen y se vayan? Si quisiera hacer esto ¿Cómo se haría?

Algo que funciona es dejar de luchar y de rebelarme contra esos pensamientos. Por el contrario, se trata de observarlos muy atentamente y esperar a que se calmen sin querer hacer nada para que eso ocurra. Se trata de esperar, estando muy atento a que, cuando cese, eso me sorprenda. Con esto quiero decir que es un tipo de espera sin expectativas, sin querer que el pensamiento pare ni antes ni después que cuando lo tiene que hacer. Dejar que esté, se quede y se marche cuando quiera, sin forzar el proceso, siendo un mero testigo de él como la tormenta que viene, descarga y se va.

Buenas y malas noticias

Voy a empezar con la mala: me temo que cuando estoy enfrascado en una de esas tormentas mentales nadie va a venir a recordarme que todas las tormentas acaban por amainar. Me temo que nadie me va a rescatar. Ahora viene la buena noticia: como la tormenta es mía y sólo mía, yo soy el primero, y diría que el único, que puede darse cuenta de ello. Esa es precisamente la buena noticia, porque significa que si me doy cuenta que estoy en una tormenta, entonces puedo recordarme que todas las tormentas no son eternas.

¿Te puedo confesar una cosa? Yo soy capaz de crear auténticas tormentas, con olas gigantescas, truenos ensordecedores, vientos huracanados y relámpagos dignos de Zeus. ¿Y  tu? Pero si tengo la lucidez de darme cuenta que estoy en una tormenta, puedo recordar también que toda tormenta acaba por amainar. Eso me da la energía para poder esperar pacientemente a que eso ocurra, respetando su propio ritmo, sin querer que se acabe antes que cuando tiene que hacerlo. Algo fácil de decir y difícil de llevar a la práctica, sobretodo porque no puedo observar la tormenta desde un lugar resguardado sino que en ese momento, la tormenta soy yo.

Quizás te estés preguntando, ¿porqué no huir o esquivarla? ¿Porqué es más útil quedarse y vivirla tal cual es, cuando podría escaparme de ella? Te diré lo que yo pienso al respecto. Para mi, la clave del asunto es que el creador de la tormenta y el que la sufre son la misma persona: yo mismo. Huir es una falacia porque vaya al lugar que vaya, allá siempre estaré yo. Es imposible escapar de mi mismo.

Cuando quiero evitar y escapar de la tormenta lo que en pretendo es evitar el dolor que ello me ocasiona (La diferencia entre dolor y sufrimiento ). Sin embargo, cuando evito la tormenta ésta no puede descargar su energía. La tormenta tiene su razón de ser y necesita su espacio para que pueda hacer su proceso. Si no le doy espacio entonces la tormenta no puede completarse y no puede entregarme el mensaje oculto valioso que hay más allá de los rayos y los truenos. Pero no te preocupes, eso queda pendiente y más adelante habrá otra tormenta, más fuerte y poderosa, esperando entregar ese mensaje que no quise o supe escuchar.

Cierre

¿Significa esto que hay que ser un masoquista y que sea positivo quedarse dando vueltas en círculo sobre pensamientos y sentimientos negativos? NO. Lo que te propongo es que no desprecies esos pensamientos y sentimientos desagradables porque llevan un mensaje oculto muy valioso que espera ser escuchado. Cuanto más fuerte y potente es la tormenta más importante y valioso es el mensaje. Así que aceptar y escucharla me va a proporcionar la información que necesito para emprender las acciones que me van a permitir salir de esa situación de dificultad. Sólo hay que saber escucharla.

Para acabar decirte que si quieres, en el próximo post te explicaré una manera que a mi me funciona que sirve para descubrir ese mensaje oculto. Así sabrás cómo leer, entender y amainar tus propias tormentas. Hasta la próxima y…

¡Buen viaje!

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