5 pasos para romper el círculo vicioso de los pensamientos y los sentimientos desagradables.

Epicteto

En esta entrada quiero empezar con la siguiente cita:

«Los hombres no se perturban por las cosas,

sino por la opinión que tienen de éstas.»

Epicteto

Lo cierto es que esta cita la he oído muchas veces, infinidad, pero es ese tipo de frase que, a pesar de ser una vieja conocida, siempre me da nuevas perspectivas para aplicarla en mi vida. Me explico. Últimamente he recibido alguna noticia que no me ha gustado, o mejor dicho, que me disgustado profundamente. Entonces he pensado, «bien, así que estoy profundamente disgustado, no por el hecho en sí mismo, sino por la opinión y los juicios que me he formado de ellos.» Uff, ¿cómo es que ahora me cuesta aceptar esa frase que tan cierta veo en otras ocasiones? Antes de contestar a esta pregunta, me gustaría plantearte una cosa.

Lo que pienso sobre los hechos, no son los hechos en sí mismos (¿Sabemos diferenciar hechos de opiniones?). Sin embargo, lo que estoy sintiendo ahora mismo cuando pienso lo que pienso, eso sí que es tan real como los hechos mismos. Así que veo dos categorías diferentes de cosas. Por una parte, tenemos los hechos y los sentimientos asociados a esos hechos, que forman parte de lo que yo llamo, la «realidad real«. Es lo tangible porque se puede tocar y experimentar. Por otra parte existen los pensamientos, juicios y opiniones, que para distinguirlos de los primeros lo voy a llamar «realidad pensada«. Digo que es «realidad» porque yo creo que esos pensamientos son ciertos y por lo tanto forman parte de mi realidad, y también digo que es «pensada«, porque habita en mi mente, no es algo tangible.

Algo que hay que tener en cuenta es que los hechos pueden ser ciertos o falsos, mientras que los pensamientos y opiniones, como pertenecen a otra categoría, no nunca pueden ser ni ciertos ni falsos, sino que sólo pueden estar bien o mal fundamentados.

Apliquemos esto con ejemplo. Si voy en el metro y una persona me pisa el pie (eso es un hecho y por lo tanto forma parte de la «realidad real»), yo podría pensar que lo ha hecho expresamente (eso es un pensamiento y por lo tanto forma parte de la «realidad pensada»). Y si pienso y creo que lo ha hecho expresamente entonces me puedo enfadar con esa persona (el enfado que yo siento es tan real como el hecho que me ha pisado).

Sin embargo, también podría pensar que lo ha hecho sin darse cuenta (realidad pensada) y entonces no estaría enfadado, sino tan sólo dolorido, y ese sensación es tan real como que me acaba de pisar. Así que, ante un mismo hecho mi realidad puede ser completamente diferente en función de mi «realidad pensada«. Esto me recuerda algún experimento de la física cuántica en el que el observador modifica lo observado Erwin Schrodinger- el observador modifica lo observado. ¡Epicteto ya había intuido algo parecido 2.000 años antes !

Ahora me gustaría volver a la pregunta que me hacía al principio, ¿cómo es que me cuesta tanto aceptar que estoy profundamente disgustado, no por el hecho en sí mismo, sino por la opinión y los juicios que me he formado de ellos? La clave está en los sentimientos.  Para explicártelo te propongo que pensemos juntos en un caso que haya estimulado uno o varios sentimientos desagradables. ¿Lo tienes ya? Si quieres te explico mi vivencia.

Cuando sucede algo que estimula en mí sentimientos desagradables lo que ocurre es que trato de evitarlos. Sin embargo estoy tratando de escapar de algo que existe de una forma tan contundente como los hechos. Son la otra cara de la realidad real, aunque eso no me guste. Por mucho que corra, continúan estando ahí, porque vaya al lugar que vaya, hay alguien que siempre esta ahí: yo mismo, y los sentimientos forman parte de mi.

Por cierto, yo tengo una cierta experiencia buscando estrategias para escapar de los sentimientos desagradables. Una que he utilizado mucho en una época de mi vida ha sido la de tratar de ignorarlos haciendo ver que no existen.  Otra cosa que he probado ha sido aplacar el «ruido» que me produce un sentimiento desagradable con otro «ruido» que sea más fuerte. Me explico: hacer alguna actividad emocionalmente intensa puede ahogar ese sentimiento desagradable … hasta que llega el silencio de la noche. También he probado otras cosas, sin embargo ninguna me ha resultado porque, si una cosa que tiene la realidad real es que es muy tozuda … y sigue estando ahí aunque la ignore.

Después de todo que te he explicado quizás te estés diciendo que, si de lo que se trata es de no escapar de los sentimientos desagradables, lo que tampoco quieres es estar todo el día triste y obsesionado con pensamientos que lo que hacen es aumentar y mantener esos sentimientos desagradables. Así que, ¿hay alguna solución a este lío? Yo creo que sí, ¿te apetece conocerlo?.

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El cambio eficaz: saber leer y respetar el ritmo.

El otro día estaba en un museo mirando un montaje sobre los glaciares a lo largo de la historia de la tierra. En su avance erosionan el terreno, modifican paisajes y crean valles en forma de U. De hecho ya sabía que tienen movimiento pero me llamó mucho la atención el poder transformador de algo tan lento como una masa de hielo desplazándose entre las montañas.

Glaciar de pie de monteLa cuestión es que esto me ha hecho pensar sobre el hecho que cada cosa tiene su propio «tempo» o ritmo y que para evaluar los resultados ayuda el tener claro cuál es ese ritmo. Permíteme que me explique mejor. Si quiero valorar la transformación que produce un glaciar, tengo que tomar una escala temporal de cientos o miles de años, que es muy diferente a la que estoy acostumbrado a utilizar. De hecho, los estudiosos dicen que los glaciares tienen un «ritmo geológico» para indicar que los cambios en geología se producen en la escala de los miles de años. Así que no tendría mucho sentido evaluar el cambio teniendo en cuenta sólo un año, aunque a mi pueda parecerme mucho tiempo.

Así que cada sistema tiene su propio «tempo» o ritmo y saber leerlo puede ser de gran importancia cuando quiera producir algún cambio sobre él. Pretender modificar algo por encima de su ritmo natural puede provocar un desgaste de energía que me haga abandonar, quemado por haber invertido una gran cantidad de energía sin obtener ningún resultado. Hay un dicho en castellano que refleja esta idea:

No por mucho madrugar amanece más temprano.

Permíteme que te ponga otro ejemplo para explicar esta última idea. ¿Alguna vez has visto cómo se amarra un barco en un puerto? Un barco puede ser algo muy pesado y, por lo tanto con mucha inercia. Acercarlo al muelle para amarrarlo puede ser muy fácil o imposible, todo depende de la habilidad del marinero. Me explico mejor.

Una sola persona puede amarrar un barco pequeño, si aplica una fuerza adecuada y que sea constante. La clave está ahí, en el ritmo más que en la intensidad. Si el marinero aplicara la misma cantidad de esfuerzo o uno muy superior pero en tan sólo unos pocos segundos, no conseguiría que el barco se moviera lo más mínimo. Pero el marinero sabe cuál es el ritmo que requiere la maniobra y actúa conforme a él, sin violentarlo ni pretender que sea diferente. Así es como consigue acercar el barco empleando el esfuerzo justo y necesario.

¿Qué ocurre cuando quiero realizar un cambio en mi vida, o en mi vecindario, o en mi empresa? Mi vecindario tiene un ritmo de cambio natural que puede ser distinto al de mi empresa, y muy distinto al que ritmo de cambios que puedo asumir yo mismo. Así que si deseo cambiar sería bueno conocer cual es el ritmo de cambio natural del sistema que deseo cambiar. Si pretendo ir demasiado deprisa lo único que conseguiré es derrochar energía sin conseguir ningún resultado, de la misma forma que le ocurriría a un marinero inexperto. Así que puede resultar crítico evaluar el ritmo de cambio y aplicar la fuerza justa al ritmo adecuado.

Supongo que podrías preguntarte, ¿qué ocurre si el ritmo de cambio natural no es el que yo quiero o necesito? ¿Debo renunciar al cambio? Yo creo que no. Te lanzaré dos ideas a ver qué te parecen. Para explicarlas te propongo continuar con la misma metáfora.

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¿Cual es tu actitud cuando visitas una ciudad?

Estos días de vacaciones he tenido la oportunidad de viajar y he podido visitar algunas ciudades y pueblos. Se me ocurren dos posibles formas diferentes de viajar y visitar lugares. La primera consiste en tener previamente una lista de cosas que quiero visitar y plantear la visita como si fuera un «check list» que voy … Leer más

El sorprendente diálogo entre Walter y Sean.

Hace un par de días he visto la película «La vida secreta de Walter Mitty«. En un momento, el protagonista, decide ir a la búsqueda del prestigioso fotógrafo periodista que trabaja en su misma revista «Life». Si quieres puedes leer aquí el argumento completo de la película (La vida secreta de Walter Mitty).
Yo sólo quiero traer una escena que me llamó especialmente la atención. El contexto es el siguiente: Walter ha perseguido al fotógrafo por un montón de sitios hasta que al final logra encontrarlo en la cima de una montaña, esperando a tomar la foto de una especie de leopardo salvaje que vive en las montañas y que ha sido fotografiado en muy pocas ocasiones. Le llamaban el «gato fantasma» por lo difícil que resultaba verlo. Lo que llama la atención de la escena es que, después de esperar, no se sabe cuánto tiempo, para tener al animal al alcance de su objetivo y cuando parece que va a disparar su cámara, renuncia a tirar la foto. El diálogo entre Walter y Sean, el fotógrafo (curiosamente el nombre del personaje y de la persona, coinciden), es el siguiente:

– ¿Cuando vas a tirarla? (la foto)
– A veces no lo hago. Si me gusta el momento, a mi, personalmente, no me gusta que la cámara me distraiga, quiero formar parte del momento.
– ¿Formar parte?
– Sí, quedarme ahí. Aquí mismo.

.
– Ya pasó, se acabó.

Os recomiendo que miréis la escena porque permite entender mejor este diálogo y los largos silencios llenos de significado.

En definitiva, ésta es la explicación que da el fotógrafo para no disparar. Tiene que ser una muy buena razón para no tirar la foto y su explicación parece un poco críptica. Sin embargo, para mi tiene mucho sentido. Permíteme que te explique cómo yo lo entiendo.

El trabajo del fotógrafo se basa en la observación de la realidad que luego traslada a una fotografía. El arte de fotógrafo se basa en precisamente su forma particular de captar y mirar lo que le rodea, de apreciar detalles y enfoques que a otras personas se nos escapan y hacerlo de forma que cautivan la atención del que observa la foto para despertar nuestro sentido de la curiosidad, armonía, belleza, … o cualquier otra sensación. Una foto nos puede decir y despertar muchas cosas…

Así que, un buen fotógrafo, es una persona acostumbrada a observar. ¿De dónde proviene el placer de un fotógrafo cuando hace fotografías? Esta es una pregunta muy difícil de responder porque, supongo que cada fotógrafo respondería una cosa diferente, y ahora no quisiera meterme en ello. Lo que me pregunto es cual debía ser el profundo placer que encontró el fotógrafo de la revista para quedarse a observar la escena sin disparar la foto, cuando eso era precisamente el objeto de su trabajo y había estado esperando mucho tiempo para ello.

Fíjate que dice que no quiere que la cámara le distraiga. ¿Le distraiga de qué? Pues yo creo que la cámara o cualquier otra cosa le puede distraer precisamente del acto de observar. Es como si la observación de algo que considera importante requiera completamente su atención y no quiere que nada le pueda distraer de eso. Sólo quiere observar. ¿Cómo es esa forma de observar que requiere tanta atención? La pista la podemos encontrar en lo que nos dice:

– Quiero formar parte. Sí, quedarme ahí, aquí mismo.»

¿Qué quiere decir con esto? En la primera parte dice que cuando observa con toda su atención consigue formar parte del momento. Qué extraño, o quizás no tan extraño. Se trata de una forma de observar la realidad en la cual el observador y lo observado se funden en una sola cosa y ya es imposible saber dónde empieza uno y donde acaba el otro. Por eso dice «quedarme ahí, aquí mismo», porque ya no hay distancias, no hay un allí ni un aquí, o si los hay son la misma cosa. Es simplemente, estar presente. ¿Es eso posible?

Yo creo que sí. Este bonito diálogo es una forma de poner palabras a la sensación que uno experimenta cuando es capaz de observar sin añadir pensamientos sobre lo que observa. Observar sin pensar. A mi me ocurre sólo durante brevísimos momentos cuando observo algo que me cautiva totalmente. Mi atención se vuelca sobre eso y tengo la sensación que yo me integro con eso que estoy viendo. Sí, es como si yo estuviera en cada cosa que estoy viendo, es como si mi ser estuviera en eso. Sin embargo es una forma muy sutil de observar porque enseguida me viene un pensamiento, sobre si eso es magnífico o precioso, y entonces esa magia desaparece.

Cuando el pensamiento viene entonces aparezco yo, el observador, que opina sobre algo que está ahí fuera, lo observado. Cuando aparece el pensamiento entonces ya dejo de formar parte de eso que estoy viendo, hay una separación entre el observador, yo, y lo observado. Entonces esa sensación de conexión tan profunda y auténtica se escapa como el agua entre los dedos.

Si lo reconozco puedo tratar de volver a recuperar ese momento de conexión en el que mis pensamientos no están, y yo soy lo que observo, y eso sólo pasa cuando no hay pensamiento. Por eso entiendo perfectamente que en la película el fotógrafo no quiera que haya nada que le distraiga. Sólo quiere observar y fundirse con aquello que es observado. Quizás sea ése el placer que obtiene el fotógrafo y que le mueve a no hacer una foto tan especial.

Y tu, ¿no has experimentado nunca esta forma de observar? ¿Lo quieres probar para experimentar en tu propia piel lo que es observar de esta forma? Quizás es la forma de observar que propone el Mindfulness. Ya me contarás.

¡Buen viaje!

P.D. a Nacho Fernández, (@NFdeVega), gracias por la sugerencia.

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El contexto y lo que opino sobre los demás.

File:Good advice in the circumstances - geograph.org.uk - 1248334.jpg¿Te has parado a pensar alguna vez la importancia que puede tener el contexto? En este artículo reflexionaremos juntos sobre el sorprendente impacto que puede tener darse cuenta de la importancia que tienen las circunstancias y cómo eso podría enriquecer tu forma de relacionarte con los demás, ¿te interesa?

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Los pensamientos tipo «Rueda de Hamster»: 4 pasos para romperlos

¿Te ha ocurrido alguna vez que te encuentras dando vueltas a un asunto y no sabes cómo salir? ¿Habría alguna manera de parar esta sensación de estar atrapado en pensamiento repetitivo? En el artículo de hoy vamos a tratar de ver juntos si es posible y cómo podríamos hacerlo.

Antes de nada lo que me gustaría es entender el mecanismo que hace que me quede atrapado en según qué clase de pensamientos, porque estoy pensando continuamente cosas y no siempre me quedo enganchado. Así que tiene que haber algo respecto al contenido de lo que pienso que hace que me quede atrapado.

Lo que yo he observado es que, es más probable que esto me ocurra cuando el pensamiento lleva asociado una carga de emoción, ya sea agradable o desagradable. La cuestión es que, al pensar alguna cosa determinada, este pensamiento me desencadena una emoción, y esa emoción a su vez alimenta la misma clase de pensamientos. Y otra vez, esa clase de pensamientos aumentan la emoción que ya existía o, al menos, la mantiene, por lo que me vuelve a asaltar la misma clase de pensamientos. Et voilà!, ya tenemos creado un precioso círculo vicioso.

Este mecanismo me recuerda una rueda de esas que se ponen en las jaulas para hamsters. Si te fijas, no se sabe muy bien si la rueda gira porque el hamster corre, o el hamster corre porque la rueda está girando. La cuestión es que no para de correr sin moverse del sitio. Además, curiosamente, correr más deprisa no soluciona la cuestión sino que más bien la empeora. El mismo patrón que hemos visto antes para los pensamientos, son los mismos una y otra vez pero no hay ninguna conclusión, no hay ningún avance. Después de darle muchas vueltas vuelvo a estar en el mismo sitio. Estoy atrapado en la «rueda de hamster».

Me parece importante que podamos entender el mecanismo que me lleva a esta clase de pensamientos circulares porque, si entiendo qué me pasa podré encontrar estrategias eficaces que me ayuden a salir de este círculo vicioso. Sabiendo esto, si te parece, continuemos investigando.

El mecanismo que me mantiene atrapado y cómo romperlo.

El ingrediente principal de todo esto tiene que ver con las emociones que me despiertan lo que pienso. Se trata de alguna cosa que, por la razón que sea, yo juzgo importante y que, por lo tanto, me moviliza en forma de emociones, sentimientos o sensaciones corporales como un aviso que me dice que eso es relevante para mi. Cuanto más importante sea para mi el asunto, más energía se moviliza y por lo tanto, las sensaciones y emociones son más intensas. Para salir de este círculo te propongo los siguientes pasos:

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La brújula de la felicidad: 2ª parte

Bienvenido a la segunda parte. Recordarás que en la primera parte del artículo la brújula de la felicidad te expliqué que para mí la vida es como transitar por un territorio desconocido y que lo único que podemos hacer es caminar desde un lugar para llegar a otro.

También llegamos a la conclusión que tenemos una brújula interior que se orienta hacia la felicidad. De la brújula puedo leer un rumbo y es muy importante diferenciar entre rumbo y destino para que no nos pase como aquel caminante que se pasó la vida buscando alcanzar el «oeste» sin llegar nunca a él. Así que, tal y como te prometí, lo que ahora toca es explicarte cómo leer el rumbo de nuestra brújula interior ya que esto nos ayudará a transitar por la vida y lo voy a hacer con un ejemplo.

Supón que hoy he tenido un día duro en el trabajo y tengo ganas de distraerme y de olvidarlo. Entonces se me ocurre que podría ir contigo al cine a ver una película divertida. Estoy cansado y enfadado con lo que me ha pasado en el trabajo y si voy al cine lo olvidaré, me divertiré y así seré feliz. Entonces te digo.

– ¿Qué te parece si vamos al cine a ver una película divertida?

y entonces tú me contestas.

– Pues yo no tengo ganas. Quedémonos en casa a descansar.

:-(((

Ir al cine contigo a ver una película me hará feliz. Entonces, si no puedo ir contigo al cine entonces soy infeliz. Eso es lo que parece, pero no es así. Lo que me está pasando es que estoy confundiendo el destino con el rumbo, es decir, creo que la única manera de ser feliz es yendo al cine contigo. La manera de solucionar esta confusión es aprender a leer el rumbo de mi brújula interior, lo cual me permitirá encontrar otros caminos.

La BRÚJULA INTERIOR

Mira, yo estoy feliz si mis necesidades universales están satisfechas, y no lo estoy cuando no lo están. Así que, el rumbo que me indica la brújula interior son las necesidades y valores universales que están vivos en este momento. Cuando digo necesidades universales lo hago en el sentido que lo hace la CNV para significar todo aquello que es esencial en nuestras vidas. Así hay necesidades vitales cómo son el respirar, comer, beber, dormir, evacuar; también existen las necesidades de seguridad tanto material como afectiva; finalmente también se incluyen las necesidades de desarrollo del ser humano como son las contribución a la vida, la de dar sentido, etcétera.

Si lo aplico al ejemplo de ir al cine, de lo que se trata es de averiguar qué necesidades satisface el ir al cine contigo para ir a ver una película divertida. Esto me permitirá encontrar otras formas de ser igualmente feliz. Continuemos con el ejemplo.

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La brújula de la felicidad

Creo que hay muchas cosas que tenemos en común los seres humanos. Entre ellas hay una en la que estoy seguro que vamos a coincidir. Todos queremos ser felices. ¿verdad que sí?

Bien, todos queremos ser felices aunque cada persona escoge su propio camino para tratar de serlo. Así que, quizás podríamos estar de acuerdo que la vida es un continuo movimiento guiado por la búsqueda de la felicidad. Los filósofos de oriente y occidente han tratado de dar sus respuestas a lo que es la felicidad y cómo llegar a ser feliz, aunque yo tengo la impresión que todavía nadie a encontrado la llave maestra de la felicidad o quizás todavía no hemos entendido cómo hacerlo.

Es por eso que cada uno de nosotros hacemos nuestros intentos. Vamos a un lugares y nos fijamos metas que se suponen nos harán felices y cuando las alcanzamos nos decimos «¡Encontré la felicidad!», pero eso no dura mucho. Como el agua que se escapa entre los dedos, la felicidad se pierde al cabo de un tiempo.

Podemos preguntar a las personas que se dicen felices y nos cuentan cómo lo han conseguido pero parece que su solución no sea la definitiva porque hay gente que haciendo lo que dicen los sabios encuentra la felicidad y en cambio, hay gente que haciendo lo mismo no la alcanza. Así que la felicidad parece que no puede estar en una manera concreta y universal de hacer las cosas.

Por otra parte, cuando pienso en las veces que he llegado a aquello que pensaba que me haría feliz, durante un cierto tiempo experimento felicidad. Así que, sí que tiene que haber alguna cosa en aquello que hago que me hace feliz.

Esto me hace pensar que la felicidad está relacionada de alguna forma con las cosas que hago pero no es una relación determinante del tipo causa efecto porque, si fuera así, cuando alcanzara aquello que me hace feliz, entonces lo sería siempre. Así que el factor personal seguramente es un factor determinante.

Después de darle muchas vueltas al asunto he llegado a una conclusión que quiero compartir contigo. Como la felicidad no puede estar en un lugar concreto, en un objetivo particular o en una manera de vivir determinada que sea universal a todas las personas he decidido que voy a dejar de buscarlo ¿Quiero decir esto renuncio a ser feliz? Sí pero no. Ya sé que es una contradicción, pero sólo en apariencia. Voy a tratar de explicarme mejor.

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La gestión del tiempo y la estrategia del submarino.

En el post de hoy te quiero hablar sobre lo que es en mi opinión uno de los mayores retos que hay a la hora de gestionar el tiempo. Me refiero a que las pequeñas cosas del día a día me impiden dedicar tiempo a las cosas importantes pero no urgentes. Precisamente, el no encontrar tiempo para planificar y prepararme para lo que tiene que venir incrementa las urgencias, lo cual me deja menos tiempo para que pueda pensar y planificar. Lo cual hace que tenga más urgencias, … Desde luego es un círculo vicioso del cual resulta muy difícil salir. ¿Cuales son las razones que me lo impiden? ¿Hay alguna estrategia que me podría ayudar? A continuación voy a tratar de dar respuesta a estas preguntas.

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