Ser vulnerable no es lo mismo que ser débil, ¿porqué?

Hoy quiero empezar con un acertijo. Me gustaría que me contestaras a lo siguiente: ¿Qué es lo que tenemos en común los seres humanos? Venga, te dejo un tiempo para que lo pienses … ¿lo tienes ya? …. puedes buscar por internet a ver qué encuentras… ¿Has encontrado una respuesta que te satisfaga? … Si es … Leer más

¿Porqué me cuesta dejarme ayudar? Cuidarse para cuidar

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World War One; soldier looked after by nurses

No sé si a ti te pasa lo mismo que a mi, pero a mi me cuesta dejarme ayudar. Si me cuesta debe haber algo muy valioso en esta actitud. Así que, si quieres que investiguemos juntos esto, te propongo que me acompañes, ¿te apetece?

En este asunto de dejarse ayudar hay un primera cosa que a mi me parece clave: la generosidad. Mi tendencia a etiquetar las cosas y las personas me lleva a clasificar las acciones y las personas como generosas o no generosas. Siguiendo esta «querencia»(como se diría en el mundo taurino) de continuar con las etiquetas, ser generoso está muy bien visto. Finalmente esto me lleva a que ser generoso está bien y no serlo está mal (más etiquetas…) Ahora que ya tengo el mundo bien clasificado entre los generosos y los no generosos, entre la conducta correcta y la incorrecta, todo me resulta mucho más fácil. Al menos aparentemente, porque me temo que las cosas no son tan simples como a mi me gustaría. Me explico.

¿Qué es lo que me pasa cuando hago un gesto generoso? Pues que me siento muy bien (siempre que sea un acto voluntario). La satisfacción que produce un acto generoso es enorme. ¿Podría eso significar que hago actos generosos porque eso me produce placer? Algo de cierto puede haber. Si eso es así, entonces un acto generoso se convierte al mismo tiempo en un acto egoísta porque busca mi satisfacción. ¿Tiene eso sentido?

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La chica anormalmente normal.

El otro día iba en autobús de camino a una formación. No era un recorrido habitual así que, en vez de leer, me coloqué al lado de una ventana y me dediqué a mirar por la ventana. Me gusta dejarme llevar por lo que veo. Es como si el abandonarse a la observación me liberara de pensamientos sobre lo que me espera la jornada. La cuestión es que estaba en este estado de observación cuando vi algo que me sorprendió.

Había una chica joven que, iba caminando. En una mano sostenía un móvil mientras que con la otra empujaba un patinete. La cuestión es que caminaba con toda normalidad. Supongo que te preguntarás qué tiene esto de sorprendente. Pues mira, lo que me llamó la atención es que esa chica tan normal no tenía piernas. Bueno, sí que tenía pero eran de metal. Llevaba unas prótesis metálicas que acababan en unas zapatillas deportivas. El autobús estaba en marcha así que giré la cabeza y mantuve la mirada sobre esa chica todo lo que el recorrido del autobús me permitió. Es como si no me lo pudiera creer. Al final perdí el contacto visual y el autobús siguió su camino, tozudo en llevarme hasta la siguiente parada y ajeno a eso que acababa de ver.

Lo que llamó poderosamente la atención era la normalidad de la anormalidad. Me explico. Estaba claro que esa chica tenía completo dominio sobre cómo caminar con sus prótesis porque lo hacía de una forma natural, sin que parara atención en ello de una forma especial. Ver esa normalidad es lo que no me parecía normal. Entonces empecé a hacerme preguntas…

¿Qué es lo que yo hubiera hecho si me hubiera tocado vivir una circunstancia como esa? Quizás me hubiera resignado a desplazarme sobre una silla de ruedas. Total, lo «lógico» es pensar que, si no tienes piernas, no puedes caminar. Sin embargo, esa chica había sido capaz de desafiar esa conclusión lógica cuestionándose lo evidente. Supongo que se hizo la pregunta ¿no habría alguna manera de caminar teniendo en cuenta mi limitación? ¿Podría caminar con «otras» piernas?

Así que ésta ha sido una de las cosas que me llevo de esta imagen tan impactante. La capacidad de no dejarse llevar por lo aparentemente evidente y buscar y encontrar fórmulas imaginativas de sortear barreras aparentemente infranqueables. Supongo que eso sólo es posible cuando soy capaz de aceptar aquello que me ha ocurrido y dejo de luchar contra eso que no puedo cambiar. Sólo cuando soy capaz de abandonar los pensamientos del tipo «… qué injusta ha sido la vida con migo», «… no hay derecho…» «… no puedo aceptarlo…» es cuando puedo hacerme la pregunta ¿cómo puedo vivir lo mejor posible esto que me ha tocado? Así que la imagen de esta chica me parece un gran ejemplo práctico que me ayuda a entender que no es lo mismo aceptar que rendirse.

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¿Porqué nos resulta tan difícil pedir? Cómo hacerlo con eficacia

En algun otro artículo te he hablado sobre cómo hacer peticiones como uno de los 4 pasos de la Comunicación Noviolenta (CNV). Como recuerdas, primero se trata de hacer la observación sobre algo que ocurre, dejando momentáneamente a un lado los juicios sobre los hechos. El segundo paso era encontrar que es lo que sientes cuando ocurren los hechos descritos. En el paso tercero identificamos lo que sentimos como un indicador de necesidades no satisfechas (sentimientos desagradables) de las satisfechas (sentimientos agradables). Ahora llegamos al último paso: el de la petición. Pides a alguien alguna cosa que te ayude a satisfacer esa necesidad. Por lo tanto, situar la petición como el último paso me parece muy lógico, ¿no crees?. Entonces, ¿porqué no pedimos cosas que puedan enriquecer nuestras vidas?

Aquello que dificulta el pedir: ¿Qué te pasa cuando pides?

Una primera dificultad tiene que ver con lo que te decía referente a lógica de pedir después de saber qué es lo que necesitas. Puede ocurrir que estés acostumbrado a que los demás adivinen lo que necesitas antes incluso de que tu mismo lo sepas. Así que cuando no aciertan, te enfadas y piensas cosas como: ¡debería tratarme mejor! ¡No hay derecho! ¡Es que hay que explicárselo todo! Entonces te propongo que te hagas las siguientes preguntas: ¿Cómo sería para mi el que me traten mejor? ¿Qué se supone que es lo que debería haber hecho la otra persona? ¿Cómo podía saber el otro lo que yo necesito? y quizás descubras que estás esperando, o más bien, exigiendo que los demás adivinen lo que necesitas. Pedir cuando ni tu mismo sabes muy bien lo que necesitas tiene muchas posibilidades de no funcionar y descargas la responsabilidad sobre algo tuyo en los demás. Así que es mejor aclararse antes de pedir.

Otra posible dificultad tiene que ver con que pedir supone reconocer delante de otra persona que algo nos falta o que no sabemos alguna cosa. Quizás te asalten preguntas como «Si le pido esto ¿qué pensará de mi? Si le pregunto eso ¿pensará que soy tonto?». Pedir o preguntar muestra que somos vulnerables, que somos personas de carne y hueso y que ni lo sabemos todo ni lo podemos todo. Reconocerlo puede resultar difícil porque confundimos ser vulnerables con ser débiles. Aquí tienes un enlace a Ser vulnerable no es lo mismo que ser débil que trata precisamente de esta distinción.

También pudiera ser que no pidas porque tienes miedo a que te digan que no. Cuando alguien te dice no, ¿a qué están diciendo que no? Fíjate bien que te digo a qué y no a quien, porque  precisamente aquí está la clave del asunto. En ocasiones confundimos un no a alguna cosa como un no a la persona y la diferencia es sustancial. Una manera de no perderte en esta confusión es tener en cuenta que cuando alguien dice que no a algo está diciendo que si a alguna otra cosa. Si tratas de averiguar a qué está diciendo que sí con esa negativa evitarás este malentendido que dificulta hacer peticiones. Aquí te dejo enlaces a los artículos Saber decir no y Sé egoísta, por favor que están relacionados precisamente con esto.

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Ser vulnerable no es lo mismo que ser débil

¿Qué es ser vulnerable?  Según el diccionario de la Real Academia es la “capacidad de ser herido física o moralmente”. Uf, con esta definición, ¿quién se atreve a ser vulnerable? ¿Qué posibles ventajas tendría admitir ser vulnerable? Lo que podemos ver primero es cuales son las desventajas de no mostrarnos vulnerables y para eso pongamos ejemplos que lo puedan ilustrar.

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