Mirar más allá de las etiquetas

Hoy quiero hablarte de algo que alguna vez ya hemos visto: se trata de las etiquetas. Entiendo por etiquetas todo aquello que pienso y opino sobre una persona. Quiero a volver a hablarte de ello porque es una asunto que yo creo que tiene mucha importancia en nuestras relaciones personales. A continuación te explico porqué pienso así.

Algo sobre las etiquetas

Las etiquetas que yo tengo sobre las personas son juicios que se basan en mis experiencias pasadas con esa persona. Ya hemos visto juntos en alguna otra entrada que una cosa son los hechos y otra cosa diferentes son los juicios y opiniones (¿Sabemos diferenciar juicios de opiniones?) y que estos últimos no son nunca ni verdaderos ni falsos, sino que las opiniones que tenemos sobre las personas sólo pueden estar bien o mal fundamentados.

Aunque una opinión esté bien fundamentada, es decir, que tiene una base sólida de hechos que lo sostienen, seguirá siendo una opinión y no por ello pasará a ser una afirmación cierta. Por la misma razón, un opinión por ser generalizada no pasará a ser una certeza, y se quedará en eso, en opinión generalizada.

Esto es muy importante tenerlo en cuenta porque cuando uno se olvida de este matiz importante entonces los juicios y opinbiones se convierten en certezas y verdades absolutas. Cuando entro en este terreno entonces ya nada es opinable y la etiqueta o juicio queda congelada como algo cierto.

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Procrastinar o el arte de postergar: 4 pasos para superarlo.

Según la wikipedia la procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. ¿Porqué puede ser un problema procrastinar? Todos en algún momento postergamos y no pasa nada cuando aceptamos … Leer más

Desconectar el parloteo mental para conectar con la vida.

¿Te haz fijado cómo el móvil puede captar y absorber toda nuestra atención? Te invito a que durante una jornada observes las personas que tienes a tu alrededor y de qué forma interactúan con el móvil. Te puedes fijar en aquellos momentos en los que no hay nada que hacer, como cuando se está viajando … Leer más

Pasos para desbloquear una conversación.

En la última entrada (¿Qué hace que una conversación funcione?) vimos juntos que las conversaciones dejan de funcionar cuando deja de haber escucha. Vimos que en un conflicto resulta muy difícil tener una buena conversación porque las dos partes están desesperadas por encontrar una escucha que no le proporciona el otro. También vimos la situación era como un atasco en un cruce entre dos calles. Los dos quieren pasar al mismo tiempo (las dos partes quieren recibir escucha) pero la urgencia es tan grande que se atascan por esta urgencia de ser escuchados.

¿Cómo se soluciona o se previenen un atasco en un cruce de calles? Una de las formas que más se utilizan es mediante un semáforo que regula el tiempo que tiene cada parte para pasar. ¿Podríamos aplicar un sistema similar en una conversación conflictiva? Sí y no, me explico. Por una parte sí, porque así damos un cierto tiempo a cada parte para que tenga la oportunidad de hablar. por otra lado no, porque eso no asegura que las dos partes se escuchen. Hace falta algo más para restablecer la conexión y la escucha. Veamos una forma de hacerlo.

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¿Qué hace que una conversación funcione?

Una conversación que funciona es como una pareja que baila de forma armoniosa. En el baile, uno hace un movimiento que es escuchado por su pareja y, gracias a eso hay una respuesta que, a su vez es escuchada por el otro. Así es como surgen los pasos y movimientos de una forma fluida y armoniosa. Para bailar hay que estar muy atento al otro, sino la magia se rompe y el baile también. Sin escuchar el movimiento del otro es imposible que se produzca un baile armonioso.

Por eso digo que las buenas conversaciones son como un buen baile. En una buena conversación hay uno que habla y la respuesta del otro surge de una escucha auténtica y profunda. Esa respuesta es escuchada de forma profunda y desde ese lugar surge otra respuesta, o un silencio, que también es escuchado. ¿Puedes ver la armonía de una buena conversación? Cuando hay una buena conversación los interlocutores se sienten a gusto porque el baile fluye de una forma natural y armoniosa: hay escucha y enriquecimiento mutuo.

Sin embargo hay veces que las conversaciones no funcionan de esta forma, y yo me pregunto, ¿qué es lo que hace que la magia se rompa? Yo creo que eso pasa cuando deja de haber escucha profunda. Cuando falta este ingrediente el diálogo fluido que surge y se enriquece con las aportaciones de cada parte degenera y se convierte a un intercambio de monólogos. Cada parte dice lo suyo, pero no hay una verdadera interacción ni enriquecimiento porque lo que se dice no surge de la escucha sino de una necesidad de «decir lo mío«.

Volviendo a la imagen del baile, es como si cada bailarín se pusiera a bailar con un estilo totalmente diferente al del otro. ¿Te imaginas una pareja en el que uno baila salsa y el otro un vals? Pues esto es lo que ocurre cuando en los diálogos deja de haber escucha. Entonces la experiencia agradable de fluir se convierte en desasosiego, en impaciencia e incluso aparece la ira.

Si estás de acuerdo en lo que acabamos de ver juntos, recuperar el diálogo sería tan simple como recuperar la escucha. Simple, sí, porque sólo es esto, pero en absoluto fácil, porque cuando lo que rompe la escucha son las emociones que sienten los interlocutores y eso no es fácil de gestionar. Sino, recuerda alguna conversación en la que no haya habido escucha. ¿Qué pasaba con las emociones de los interlocutores? … Es muy probable que la intensidad emocional fuera muy alta, ¿verdad que sí?

Cuando discutimos con alguien de forma acalorada cada uno habla pero no recibe ni escucha ni comprensión de la otra parte. Entonces lo que hace es insistir en su expresión, y lo que consigue es más de lo mismo, es decir falta de escucha y comprensión. El círculo vicioso va creciendo y la sensación de desesperación va en aumento junto con la falta de escucha mutua.

Es como si cada parte estuviera diciendo: «Para y escúchame a mi primero, que tengo cosas muy importantes a decirte y necesito urgentemente que tú me escuches y me comprendas». Sin embargo en vez de recibir escucha y comprensión sólo hay un busto parlante que explica su propia historia. Lógico porque curiosamente, la otra parte está exactamente igual, es decir, está necesitando desesperadamente ser escuchada.

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Cómo ser cocinero de tu felicidad.

En este artículo quiero hablar sobre la búsqueda de la felicidad. Menudo reto, ¿eh? Y para ello te propongo que hagamos como si la búsqueda de la felicidad fuera la búsqueda y preparación de nuestro plato preferido.

Porque hay gente que me dice, «mira, yo soy feliz porque hago esto, y aquello, y vivo mi vida de esta forma y bla bla bla ….. » y me lo cuenta con tanta convicción y pasión que decido probarlo, pero eso no me hace feliz. Es como si alguien que ha encontrado su plato favorito te cuenta con todo lujo de detalles sus excelencias pero cuando tú lo pruebas piensas que tampoco había para tanto.

Así que una opción que se me plantea es ir probando los platos que otros preparan para ver si encuentro el que me guste. Sin embargo, no me acaba de convencer eso de estar a la espera, así que he decidido convertirme en el cocinero de mi propia felicidad porque, ¿quien mejor que yo para prepararme un plato que me guste?

La cocina para ser feliz.

A continuación te doy las pautas que yo sigo para cocinar, a ver si te sirven.

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Una forma de responder a los gritos: practicando el «aikido emocional»

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Ō-Sensei Morihei Ueshiba, maestro fundador del Aikido

Todas las personas tienen todo el derecho del mundo a ser como son y a comportarse como se comportan, independientemente que a mi me guste más o menos o me perjudique en mayor o menor forma. Por otra parte, yo también tengo todo el derecho del mundo a comportarme de la forma que a mi me parezca más adecuada teniendo en cuenta mis necesidades y mis valores.

Teniendo en cuenta esto, cuando alguien actúa de una forma que no me satisface y opto por quedarme y afrontar la situación, se me ocurre que puedo actuar de dos formas. Una, de forma reactiva, y la otra proactiva. ¿Te interesaría saber en qué consiste cada una y cual podría ser la mejor para ti? Si tu respuesta es afirmativa te recomiendo que continúes leyendo.

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¿Qué te podría pasar si te trataras con compasión?

Cuando una mujer de una tribu africana sabe que está embarazada, se adentra en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del bebé. Ellas saben que cada alma tiene su vibración, la que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, al entonan y … Leer más

El apego y la diferencia entre necesidad y estrategia.

Una de las cosas que me resulta muy útil a la hora de encontrar respuestas a situaciones difíciles, ya sea en el campo personal como en el profesional, es la conocer la distinción entre necesidad y estrategia. Las Necesidades según la Comunicación NoViolenta (CNV), son todo aquello que es esencial en nuestras vidas. Así hay necesidades vitales cómo son el respirar, comer, beber, dormir, evacuar; también existen las necesidades de seguridad tanto material como afectiva; finalmente también se incluyen las necesidades de desarrollo del ser humano como son las contribución a la vida, la de dar sentido, etcétera.

En cambio, las estrategias son todo aquello hacemos para intentar satisfacer las necesidades. Es más, nuestras acciones son siempre un intento más o menos exitoso o más o menos “ecológico” para ir al encuentro de una o varias necesidades que están vivas en ese momento. Ahora bien, ¿Porqué es tan importante esta distinción?

No es lo mismo necesidades que estrategias.

Ya he dicho antes que nuestras acciones son siempre estrategias para satisfacer necesidades. Así que las acciones son importantes en la medida que nos ayudan a satisfacer necesidades. La cuestión es que,  si confundo la estrategia con la necesidad entonces la acción deja de convertirse en un medio para convertirse en un fin en si mismo. Esto supone que me aferro a una estrategia porque creo que es la única forma para satisfacer las necesidades, y las necesidades son esenciales para la vida lo cual reduce enormemente mis posibilidades para encontrar la felicidad.

Sin embargo si soy consciente de qué necesidades estoy intentando satisfacer con una determinada acción, desaparece mi apego a esa estrategia y me abro a buscar y encontrar otras estrategias que también sirvan para satisfacer esas necesidades. Para explicarme mejor, me gustaría ponerte un ejemplo. Supón que te digo que estoy muy frustrado y enfadado porque necesitaba ir al cine y ya es demasiado tarde para ir. 

Lo primero a tener en cuenta es que he dicho que ir al cine es una necesidad cuando en realidad es sólo una estrategia. Sin embargo estoy con un amigo que conoce la CNV y me va a ayudar a diferenciarlas. El diálogo podría ser algo como lo que sigue.

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Te miro, pero no te veo.

El otro día viajaba en autobús y cerca de donde yo estaba sentado había una familia con niños pequeños que me llamó la atención porque sólo iban acompañados de su padre, que era ciego. La cuestión es que iban hablando animadamente hasta que llegó el momento de apearse. Entonces el padre avisó a sus hijos que ya tocaba bajar. No sé cómo lo supo, sin embargo no fue eso lo que más llamó mi atención. Lo que verdaderamente me sorprendió fué lo que les dijo antes de bajar : ¡Cuidado con el escalón ! ¿Te lo puedes creer? Un invidente avisando de la existencia de un escalón a sus hijos que veían perfectamente.

Esto me recuerda que el otro día escuché una conferencia de Joan Garriga titulada «El buen amor en pareja». En un momento dado, explicó que había leído un libro en el que se narraba la historia de una persona ciega que contrataba a alguien para que le acompañara y le explicase las cosas que iba viendo. Lo que pasaba es que, el ciego era una persona era muy exigente: no tenía suficiente con que le dijera cosas como: «Ahora está pasando un coche» si no que le pedía toda clase de detalles, como por ejemplo, cómo era la calle, si había mucho o poco tránsito, cómo era el coche, a qué velocidad pasaba, cuantas personas iban dentro de él,… Esto le suponía tener que poner toda su atención en lo que veía para poder explicárselo con todo lujo de detalles a su cliente. Entonces Joan Garriga dijo una frase que me encantó:

«… y entonces el que no era ciego aprendió a ver»

Efectivamente, la mayor parte del tiempo, miro pero no veo. Paso superficialmente por las cosas que pasan delante de mis ojos sin prestarles verdadera atención. Yo me pregunto ¿Qué es lo que me impide ver cuando miro? Supongo que alguna vez te ha pasado que vas caminando por la calle y miras, pero no ves que los arboles están brotando, porque es primavera. Quizás te hayas cruzado con un niño y no hayas visto su cara sonriente mientras pasea con su fantástcio patinete. Es posible que no hayas visto esa pareja de ancianos, agarraditos, dándose apoyo y sostén mientras pasean por la calle. O quizás no hayas visto cómo sale el sol entre los edificios de tu ciudad, mientras vas de camino a tu trabajo. Miramos pero no vemos. ¿Porqué? Me encantaría que me dieras tu respuesta. Yo te doy la mía.

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