El origen de los conflictos: ¿sabes la diferencia entre necesidad y estrategia?

Peter van der Sluijs.
Peter van der Sluijs.

En algunos artículos ya hemos visto que lo que nos mueve a hacer las cosas son las necesidades y valores universales. También hemos visto que las necesidades son todo aquello que es esencial en nuestras vidas. Así hay necesidades vitales cómo son el respirar, comer, beber, dormir, evacuar; también existen las necesidades de seguridad tanto material como afectiva; finalmente también se incluyen las necesidades de desarrollo del ser humano como son las contribución a la vida, la de dar sentido, etcétera.

También hemos visto juntos en otros artículos que todo lo que hacemos es un intento más o menos exitoso o más o menos «ecológico» para ir al encuentro de una o varias necesidades que están vivas en ese momento.

Quizás te puedas estar preguntando por qué estoy otra vez repitiendo todo esto. La cuestión es que muchas veces confundimos una necesidad con la estrategia que son las acciones que llevamos a cabo para satisfacer esa necesidad y eso tiene una consecuencia que puede llegar a tener mucho impacto. ¿Quieres saber porqué?

Leer más

Cómo sustituir costumbres no deseadas por costumbres sanas.

A veces me plantean cosas como la siguiente. ¿Oye Francesc, cómo es que continúo haciendo cosas que sé que me perjudican? Veo claramente que eso que hago no me beneficia pero es como si estuviera atrapad@ porque continúo haciéndolo.

¿Te ha pasado alguna vez algo parecido? En este post voy a tratar de que juntos investiguemos qué es lo que puede hacer que nos mantengamos enganchados a costumbres perjudiciales. No puedo salir de una prisión si antes no trato de comprender cómo está construida y cuales son sus entresijos así que éste será el primer paso que vamos a dar para que luego podamos construir costumbres que sí sean beneficiosas. Así que, si estás interesado en este tema, y porqué nos hacemos auto boicot, este artículo puede ser de tu interés.

Leer más

Cómo ser el protagonista de mi vida: La diferencia entre dolor y sufrimiento

Hoy quiero empezar por comentar un episodio de una serie de televisión. Se trata de «Cómo conocí a vuestra madre» Concretamente hay un episodio en el que dos amigos, Barney y Marshall hacen una apuesta. El que la pierda recibirá 10 bofetadas del que haya ganado.

La cuestión es que Barney pierde y su amigo Marshall, le da a elegir entre dos opciones: podrá recibir las 10 bofetadas seguidas o bien sólo 5, pero se las podrá dar en cualquier momento que elija Marshall, sin avisar. Se lo piensa un rato y al final al elije la modalidad de las 5 bofetadas. En los siguientes capítulos se puede ver el sufrimiento de Barney, porque cada pequeño gesto de Marshall lo interpreta como el preludio de una bofetada, aunque al final no acaba por llegar.

Vamos a ver, entre recibir 10 bofetadas o «sólo» 5 mi elección está clara: prefiero la segunda opción. Lo que ocurre es que en este caso concreto mi elección no sería tan clara porque 5 bofetadas es menos desagradable que 10 sólo si tengo en cuenta el dolor. Ahora bien, si además del dolor considero el sufrimiento, 5 bofetadas pueden llegar a ser peor que 10. ¿Quieres saber porqué?

Leer más

Excelencia y exigencia: el impacto de la diferencia.

¿Te consideras una persona auto-exigente?  ¿Tienes alguna inquietud respecto a las consecuencias negativas que tiene en tu vida ser exigente o auto-exigente? ¿Sabes cuál es la diferencia entre exigencia y excelencia? Si estás interesado en conocer alguna respuesta a estas preguntas entonces este artículo puede ser de tu interés. ¿Me acompañas?

Primero quiero que nos pongamos de acuerdo sobre cómo entiendo yo la exigencia o la auto-exigencia. No sé lo que a ti te pasa pero a mí, hablar de exigencia o de auto-exigencia tiene relación con una actitud que lleva detrás un espíritu permanente de esfuerzo y búsqueda para que las cosas se hagan de la forma correcta porque se busca la perfección.

¿Qué hay de bueno en la exigencia?

Esta pregunta tiene una respuesta que puede ser diferente para cada persona. No por ello voy a dejar de contestarla, aunque ésta será mi respuesta y me gustaría que tu pensaras cuál es la tuya.

La exigencia satisface algo que es es muy importante para mi: el progreso personal. Ser exigente conmigo mismo implica un espíritu de moverme a hacer mejor las cosas y a convertirme en mejor persona. Implica no querer conformarme con lo que hay y buscar hacerlo cada vez mejor. También significa obtener resultados de calidad, alejarme de la chapuza. Me ayuda a conseguir la satisfacción por el trabajo bien hecho y por los buenos resultados.

¿Qué es lo que te aporta la exigencia a ti? Permítete un tiempo para pensar sobre ello.

Ahora que ya hemos encontrado cuales son las necesidades que satisface el ser exigente podemos ir al siguiente paso porque vivir en la exigencia no es algo que sólo tiene ventajas, ¿verdad?

Las consecuencias negativas de la exigencia.

Para hablar de esto ocurre lo mismo que antes. Lo realmente útil para este asunto es tu respuesta más que la mía. No obstante te voy a decir lo que a mí me pasa y luego te tomas tu tiempo para tu respuesta.

Para mi vivir la exigencia tiene el inconveniente de estar en una permanente insatisfacción por no alcanzar la perfección. Esa búsqueda constante de hacerlo mejor significa que siempre lo hago mal porque es imposible, o casi imposible, hacerlo perfecto. Lo que no me gusta es que esta manera de vivirme y de vivir a los otros es que, en el fondo, es una actitud violenta que se manifiesta hacia mi y hacia los demás.

Además, esta forma de pensar no tiene fin porque, si sé que la perfección es algo a lo que se aspira pero nunca se llega, la insatisfacción estará siempre presente. La insatisfacción es el motor de cambio, así que no quiero librarme de ella porque eso supondría dejar de mejorar y progresar. Esto me recuerda la imagen de un cochero con látigo en mano que castiga a sus caballos para que el carro continúe avanzando, y si cabe, lo haga a la máxima velocidad posible.

¿Cual es el coste de este tipo de mecanismo en el que estoy atrapado? ¿Hasta cuándo hay que «fustigar a los caballos«? ¿Es sostenible esta manera de llegar a donde quiero llegar? Sin embargo, el cochero no ve otra manera de conseguir que los caballos corran. Es la única manera que conocen.

Hay que decir que el enfoque de la exigencia me ha permitido llegar hasta donde estoy. Es como si fuera el precio que hay que pagar para conseguir lo que he conseguido. Pero, ¿y si hubiera una manera de conseguir lo mismo sin estas consecuencias negativas? ¿Te imaginas cómo podría ser tu vida personal y profesional manteniendo esta actitud de progreso sin la necesidad de tener que «usar el látigo» para conseguirlo? ¿Y si esta forma te permitiera tener incluso mejores resultados siendo más cuidadoso en el trato hacia los demás y, sobretodo, hacia ti mismo? Yo creo que es posible. ¿Quieres saber cómo?

Leer más

¿Qué significa ser proactivo y qué impacto tiene?

Hola. Hoy quiero hablarte de una palabra que se utiliza con mucha frecuencia, sobretodo en mundo empresarial y que es absolutamente aplicable al entorno personal.  Se trata de la pro-actividad y te explicaré cómo la entiendo yo, cual es el impacto positivo qué podría tener en tu vida personalprofesional, y cómo se hace para ser más pro-activo ¿te apetece?

La pro-actividad

Antes de nada me gustaría que nos pongamos de acuerdo sobre lo que es ser pro-activo. Uno de los autores, que a mi gusto mejor lo explican es Stephen Covey. En su libro, los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, cita el ser pro-activo como uno de esos hábitos clave. Pero para entenderlo mejor, casi te explico antes otra cosa.

El círculo de preocupación y el círculo de influencia.

En general las personas nos preocupamos de aquellas cosas que nos importan: la salud, los hijos, los problemas del trabajo, la paz mundial,… mientras que hay cosas que no nos inquietan. Así que podríamos dibujar un círculo imaginario llamado círculo de preocupación y dentro de él pondríamos las cosas que nos preocupan para separarlo de las cosas que no nos importan.

Si haces una revisión de eso que está dentro de tu círculo de preocupación, te darás cuenta que algunas cosas sobre las que no tienes ningún tipo de control. Sin embargo hay cosas que sí están tus manos. Así que, podría dibujar otro círculo, dentro del primero, donde poner las cosas que me preocupan y de las que puedo ocuparme. Eso sería el círculo de influencia. Para que quede un poco más claro te pondré un ejemplo.

Supón que me preocupa el futuro de mis hijas. Podría dibujar mi círculo de preocupación referente al futuro de mis hijas. Dentro de él pondría cosas como por ejemplo, la situación del mercado laboral. Eso estaría dentro del círculo de preocupación pero fuera del mi círculo de influencia porque mi capacidad para modificarlo prácticamente nulo. Ahora bien, si mis hijas están bien preparadas afrontarán ese futuro con más garantías, así que la educación de mis hijas, lo pondría dentro de mi círculo de influencia, porque eso sí que queda dentro de las cosas sobre las que puedo influir. ¿Ves la diferencia?

Entender esta distinción puede tener un impacto fundamental en mi vida porque las personas pro-activas, centran sus esfuerzos en el círculo de influencia y no en el de preocupación. Eso no quiere decir que no tengan en cuenta el círculo de preocupación. Al contrario, tener conciencia de él me indica lo que es importante y esencial en mi vida. Pero una vez hecho esto, si soy pro-activo centraré mis esfuerzos en buscar aquello que yo puedo hacer para mejorar o favorecer eso que me toca vivir y me olvidaré de aquello que está fuera de mi alcance. Es lo contrario de ser una persona reactiva. (Estímulo y reacción)

Lo más potente de este enfoque es que, entro en una dinámica de «círculo virtuoso» y abandono el «círculo vicioso» de la queja y el resentimiento. Cuando yo decido dejar de gastar energía en quejarme y en sentir la lástima de mi mismo por lo que me está ocurriendo y me centro en aquello que yo podría hacer, lo que consigo es aumentar el círculo de influencia a costa del de preocupación. Es decir, que cosas sobre las que antes, aparentemente, no tenía capacidad de influir ahora descubro sí puedo actuar, lo que me permite transformar aquello que me ha sucedido y que no me satisface. Este tipo de personas crean su propio futuro.

Ampliar el círculo de influencia: ¿cómo se hace?

Yo creo que es alentador saber que mi actitud ante las circunstancias puede llevarme a hacer cosas que transformen mi realidad insatisfactoria y que me aleja de la pasividad que provoca la queja y el resentimiento. Ahora bien, saberlo o entenderlo a nivel intelectual, aunque es necesario, muchas veces no es suficiente. Por mucho que me digan, o que me diga, «hay que cambiar de actitud«, muchas veces soy incapaz de ver nada que pueda hacer para que cambie mi situación.

En mi opinión, esto ocurre porque estoy buscando soluciones en el mismo lugar que se han creado (¿Dónde buscas las soluciones a tus problemas?). Buscar en otro sitio implica que hay algo que tiene que cambiar en mi para que pueda mirar con otros ojos lo que me está pasando y eso supone un proceso ¿Quieres saber cual es?

Leer más

¿Realmente crees que hay decisiones correctas e incorrectas?

¿Tienes que tomar una decisión y estás sufriendo por ello? En el proceso de tomar una decisión importante pasamos por momentos de dolor y sufrimiento. Por cierto, quizás hayas escuchado alguna vez la frase siguiente:

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional

¿Qué es lo que quiere decir? ¿Porqué puede ser importante entender cual es la diferencia entre ambas?

A bote pronto, si cuando tenemos que tomar una decisión hay dolor y sufrimiento todo mezclado y lo segundo es opcional, a mi me gustaría poder ahorrármelo. ¿A ti también? La segunda cosa es que si no sé diferenciarlos, ¿cómo puedo deshacerme del sufrimiento? Así que, si a la hora de tomar decisiones, quieres saber un poco más sobre cómo puede beneficiarte distinguir entre dolor y sufrimiento , entonces este artículo puede serte de utilidad.

Leer más

Atacar o huir, ¿y si hubiera algo más?

Estimad@ lector. En este post te propongo que pensemos juntos acerca de las estrategias que utilizamos cuando nos afrontamos a una dificultad, ni importa cuál sea su envergadura, ni de qué tipo sea. En mi opinión, nos movemos en el paradigma de la lucha o la huída. Supongo qué te preguntas que tiene que ver esto con la forma que encaramos las dificultades.

Permítime que te lo explique con un ejemplo. Supón que tengo la siguiente dificultad. Hay una persona en que me trata de una forma desconsiderada y yo creo que a las personas hay que tratarlas con respeto así que no me gusta su manera de proceder. El planteamiento sobre la cuestión es que «debería» tratarme con consideración porque eso es lo «correcto». Así que debe de cambiar de actitud y para conseguirlo se me ocurren sólo dos maneras que están basadas en el ataque o la huida.  ¿O quizás haya más?

La estrategia del ataque.

Llamo estrategia del ataque cuando quiero obligar al otro a actuar de una forma diferente a como lo está haciendo. Según mi juicio, hay una forma de actuar correcta y otra incorrecta y como opino que el otro lo hace mal entonces es el otro el que debe cambiar. Si te fijas, es una imposición basada en un juicio sobre lo que es correcto e incorrecto.

Resultados que se obtienen al aplicar la estrategia del ataque.

Supongamos que consigo imponer a los demás una forma de actuar. La primera reflexión es que si yo me impongo significa que el otro pierde. Si el otro pierde lo más probable es que esté resentido conmigo. Es decir, que a la próxima que pueda va a ir contra mi. Como dice el dicho «arrieros somos y en el camino nos encontraremos«.

Este es el mejor de los casos, porque, muchas veces, simplemente no consigo imponer mi manera de entender cómo se deben comportar los demás. El motivo es muy simple: a nadie le gusta que le digamos cómo debe comportarse. O sea, que he perdido mucha energía tratando de imponer algo y, además, no lo he conseguido y me siento frustrado.

Estrategia de la huida.

Vayamos a la segunda forma de reaccionar que es la que llamo la huida. La primera parte del razonamiento se comparte con la estrategia del ataque. Se basa en que yo tengo la razón y el otro está equivocado. La diferencia está en que no pretendo que el otro cambie, ya sea porque ya lo he intentado antes con todas mis fuerzas y de mil maneras diferentes y no lo he conseguido o porque juzgo que no voy a poderlo conseguir.

Ante esto, simplemente me rindo y dejo que continúe ocurriendo porque simplemente no puedo hacer nada para evitarlo. Como mucho, de vez en cuando me quejo de lo mala que es la otra persona y busco la simpatía en otras personas contándoles lo mal que se porta. Al explicarlo busco que me den la razón, porque la tengo, claro. Si son mis amigos me dan la razón y así me quedo tan tranquilito en mi no hacer nada. Jodido pero tranquilo, al menos aparentemente.

Si lo bajamos al ejemplo de antes, sería dejar que esa persona continúe actuando de la manera que lo hace y cada vez que ocurre quejarme amargamente de lo «mala persona» que es. Esta opción tiene la ventaja de consumir mucha menos energía que la del ataque. Busca la supuesta paz que da una retirada aunque a costa de quedarnos en la queja.

La vía de la aceptación.

¿Hay una estrategia diferente a la del ataque y la huida? Yo creo que sí. ¿Te apetece que te la explique?

Leer más

Obediencia o valores; las dos cosas a la vez no es posible.

Hoy lo que te propongo es que reflexionemos juntos acerca de la utilidad de los premios y de los castigos. La primera pregunta que se me ocurre es, ¿porqué premiamos algunos comportamientos y castigamos otros? Si miramos las empresas premian a los trabajadores para que hagan ciertas cosas que se supone benefician a la empresa y castigan para que no hagan otras. Los educadores, ya sean los maestros o los padres en su rol de educadores, premian y castigan para que las personas actúen de una determinada forma. Así que se castiga y se premia porque así las personas hacen lo que queremos que hagan.

Una segunda razón que se me ocurre es que premiar un comportamiento es una manera muy eficaz de desarrollar una costumbre. Ya sabes que las costumbres son aquellas cosas que hacemos sin pensarlas, así que, con la estrategia de premiar y castigar, se consigue condicionar de forma eficaz el comportamiento de las personas. Es como en el famoso experimento de Pávlov. La segunda pregunta que se me ocurre es, ¿para qué premiamos y castigamos? Fíjate que ahora te pregunto por el sentido finalista de los premios y los castigos.

La responsabilidad del que premia y castiga

Hemos quedado que premiar y castigar condiciona comportamientos en las personas. Así que depende de la ética del que dicta los premios y los castigos se consigue que la gente actúe de una forma ética o no ética. Esto supone que hay alguien que juzga lo que es bueno para otras personas y esto es lo que me inquieta de todo este asunto porque hay alguien que decide sobre lo que es bueno y malo sin contar conmigo.

Para mi juzgar supone jugar a ser alguien que todo lo sabe y todo lo conoce y desde ahí es muy fácil imponer cosas porque es lo «correcto». Es como si dijera «yo sé mejor que tú mismo lo que te conviene» así que, condiciono tu comportamiento mediante los premios y los castigos para que hagas lo que yo quiero que hagas, porque yo se cuidar de ti mejor que tu mismo. No hace falta que pienses, yo lo hago por ti. Yo me hago cargo de tu responsabilidad. ¡Uf, qué miedo me da eso!

El otro asunto importante a tener en cuenta es el siguiente. Si las personas sólo actuamos por miedo al castigo y por ansias de conseguir un premio, ¿donde está nuestro pensamiento crítico sobre lo que estamos haciendo? ¿Donde están nuestros valores cuando hacemos lo que hacemos? El premio y el castigo lo que consiguen es obediencia. Ahora bien, ¿que ocurre si quien hace las leyes o el que dicta las normas que conceden premios y asignan castigos, no es consecuente con mis valores? Cuando nos dejamos llevar por el premio y el castigo sin preguntarnos que valores hay detrás de todo ello o qué se busca promover con esa norma, dejamos nuestro comportamiento en manos de alguien que decide por nosotros.

Obediencia o valores, las dos cosas a la vez no es posible.

Hemos visto que los premios y los castigos son efiaces para desarrollar costumbres y que, si se busca desarrollar costumbres sanas, puede ser muy beneficioso para las personas. Y también hay que tener en cuenta que hay alguien que tiene la responsabilidad de juzgar que es sano y lo que no lo es, lo cual supone una responsabilidad ética.

Ahora me gustaría que pensemos  en los premios y los castigos como una estrategia para conseguir que una norma se cumpla. Llegados a este punto, creo que vale la pena reflexionar sobre el elevado coste de aplicar los castigos. Cuando se aplican castigos y sanciones …

Leer más

Rindarath y las estrellas. Un cuento sobre la autoestima.

Rindarath era un gurú que vivía solitario en las montañas cerca del lugar donde nació. Las tribus de los alrededores le iban a consultar cuando tenían problemas que no sabían resolver. Era una persona sabia, que además tenía un don que le hacía muy especial: era capaz de hablar con las estrellas. Al menos es … Leer más

Mi juez interior y la aceptación incondicional de uno mismo

En la pasada entrada ¿Quieres que te quieran? vimos juntos que si hay una llamada muy fuerte a que me quieran puedo traducirlo a que hay una llamada muy fuerte a quererme y aceptarme de forma incondicional. Recordarás que nos quedamos en ese punto y que te planteé que escribiría otro artículo que intentara responder a la pregunta, ¿cómo se hace esto de quererse y aceptarse de forma incondicional? Así que en este artículo quiero recorrer este camino.

En la entrada ¿Quieres que te quieran? también vimos que si no me acepto de una forma incondicional tiendo a juzgarme, criticarme y a castigarme con mucha severidad. No quiero volver a hablar sobre las consecuencias de ese comportamiento sino que quiero indagar acerca de lo que hay de positivo en este comportamiento.

A lo mejor te parece que lo que te planteo no tiene sentido porque es difícil de creer que haya alguna intención positiva en aquellas cosas que hacemos que nos perjudican. Sin embargo mi experiencia me ha demostrado que, siempre nos movemos para satisfacer alguna necesidad universal indispensable para la vida humana.

Para indagar sobre ello te propongo poner a la luz lo que piensas cuando estás en alguna situación en la que te juzgas, criticas y te castigas con severidad. Te dejo tiempo para que pienses en ejemplos tuyos.

¿Los tienes ya?

Yo también en pensado algunos ejemplos. Así, unas veces pienso que en un cierto momento me faltó valentía: no fui lo suficientemente valiente, así que me gustaría serlo más y me digo ¡eres miedoso! Otras veces he podido pensar que actué de una forma en la que no tuve suficiente templanza. Así que es también una cualidad que también me falta. En otras ocasiones me faltó empatía y compasión, y como me faltó quiero tener más y me digo ¡qué bruto que eres! …

Son juicios del tipo «debería ser más…» o «debería haber actuado …» que desde la crítica buscan que sea mejor persona aunque con ello utilizan la vergüenza y la culpabilidad. Supongo que es la forma que conozco y que me ha servido para aprender y avanzar. Así que cuando me hago estas críticas y me trato de esta forma lo que quiero en el fondo de mi corazón es progresar y ser mejor persona. ¿Ves como sí que hay una intención positiva cuando me critico y juzgo con severidad?

Lo que te propongo es un enfoque que busque mi progreso y mi desarrollo personal pero de una forma más cuidadosa y compasiva hacia mi persona. Una forma que suponga un respeto absoluto y una aceptación radical de como estoy siendo ahora y que, al mismo tiempo me impulse a desarrollarme como persona. A que parece que no sea posible. Pues yo sí lo creo. ¿Me acompañas?

Leer más