A veces nos olvidamos que somos seres únicos, dignos de consideración y de ser tratados con compasión. Alguno de vosotros se podría preguntar, ¿a qué viene esto?. Pues que el otro día escuché a una persona decirse unas cosas terribles porque había tenido un descuido. Se decía cosas como «qué desastre soy» » mira que olvidarme otra vez» » mira que soy tonto» y cosas similares. Estoy seguro que si otra persona que le importara hubiera cometido ese mismo descuido no habría sido tan severa. Sin embargo, con ella misma se insultó gravemente. Ya sé aquello de que «la confianza da asco», ¿pero tanto?.
Lo que me pregunté en ese momento es cual podría ser el motivo que lleva a una persona a tratarse con tanta severidad, falta de respeto y de compasión cuando se equivoca (link a «Excelencia y exigencia: qué me pasa cuando me equivoco). ¿Qué os parece a vosotros? ………..
Tengo la creencia que todo comportamiento, por repugnante que nos pudiera parecer, tiene una intención positiva y busca satisfacer una necesidad básica universal ( Link a listado de necesidades). A mi me resulta útil separar el comportamiento de aquello que lo motiva. Por lo tanto, ¿qué intención positiva o qué necesidad busca satisfacer la crítica destructiva hacia uno mismo? Me imagino que es como un castigo, que lo que persigue es que el error no se vuelva a repetir. En ese caso hay una profunda necesidad de ser eficaces la próxima vez. Otro tema muy diferente es que la estrategia que utilizo para ello (la crítica destructiva) consiga lo que quiero o lo haga a un coste muy elevado.
Lo que quiero hacer ahora es, en palabras de Julio Hervás Cercós, buscar el principio homeopático que tiene la crítica destructiva. Es decir, lo que se trata es de mantener esa necesidad de eficacia y de aprendizaje cambiando la estrategia de conseguirla por otra que sea más sostenible. ¿Hay entonces otro camino?
Krónos vs kairós
El otro día estaba esperando a que mi hija saliera del entrenamiento del fútbol cuando me llamó la atención una persona que iba caminando sola y gesticulando ostensiblemente. Hoy en día es habitual porque en muchos casos se habla por teléfono móvil través de unos auriculares con micrófono. El caso es que la persona de la que os hablo no llevaba ningún auricular ni estaba hablando por teléfono.
Vas circulando por la carretera manejando tu vehículo. Circulas por un llano. No hay baches, todo funciona con normalidad. Entonces aparece un repecho en el camino. Tu no haces nada y continúas tu marcha. El repecho se convierte en una fuerte subida. Tu continúas sin hacer nada. Las revoluciones del motor bajan, y bajan. El motor renquea, la velocidad disminuye hasta que el motor se cala y el vehículo se detiene. Bajas del coche y te lamentas de tu mala suerte. ¿Porqué demonios tendría que haber aparecido ese repechón en mi camino? Con lo bien y feliz que estaba yo… Te dices. Mira que es mala suerte.
La frase «tengo un problema» es algo muy corriente. Se expresa en nuestra vida cotidiana cuando actividades que realizamos de forma habitual se interrumpen. Por ejemplo, vamos en coche y pinchamos la rueda.
La segunda idea que me lleva la cita es que, como tenemos diferentes maneras de ver el mundo, cuando lo que vemos es muy difícil de aceptar, nos ponemos unas gafas que son totalmente opacas, que niegan la realidad. Es un mecanismo de defensa que todos tenemos, que todos aplicamos alguna vez y que nos permite avanzar. Como dice la cita, la negación busca «preservar nuestro estado de bienestar». Ahora bien, ¿qué problema hay entonces en el autoengaño? ¿Que puede pasar si el negar lo que veo me aporta tranquilidad y es hasta cierto punto necesario?
En este artículo hablaré del esfuerzo y la ilusión. Aunque antes de entrar en materia os quiero explicar una clasificación de 3 tipos que es aplicable tanto a personas como a organizaciones. Más adelante veréis cual es la relación con el título del artículo. ¿Os apetece? Entonces, ¡Vamos allá !