Cambiar las cosas desde la aceptación: el ejemplo de Nelson Mandela

 

La reciente muerte de Nelson Mandela me ha movido a escribir este entrada. Su manera de liderar ha sido y continuará siendo un ejemplo para mí y para muchas personas. Tras 27 años de prisión consiguió unir un país entero que vivía en el odio y el resentimiento a través del poder transformador de su ejemplo. Y lo hizo desde un lugar diferente al del odio y la venganza, a pesar que estaba cargado de muy buenas razones para odiar las personas que tanto sufrimiento habían causado a él y a muchas personas. Sin embargo entendió que el cambio era posible desde un lugar diferente, el de la aceptación de su oponente, lo puso en acción y logró eso que parecía imposible.

Muchos creen que este es el camino para realizar cambios transformadores y sostenibles en el tiempo pero piensan que sólo está al alcance de personas de la categoría humana de Mandela o de Ghandi. ¿Tenemos que esperar a que nazca otro Mandela para poder realizar este tipo de cambios?. Yo no quiero resignarme a esto. Es más, creo que todos podemos hacer cambios desde nuestro ámbito de acción: nuestra familia, trabajo, barrio. Así que no se trata de pedirnos cambiar un país. Esto me recuerda la siguiente cita:

«Debes ser el cambio que quieres ver en el mundo» (Mahatma Gandhi)

El otro aspecto es, ¿cómo se puede cambiar algo desde un lugar diferente al rechazo cuando no se está de acuerdo, o se está radicalmente en desacuerdo con la otra parte? ¿En qué consiste hacer cambios desde la aceptación? Pues precisamente es lo que te quiero explicar: qué es y cómo podemos hacer nosotros este tipo de cambios siguiendo el ejemplo de Mandela.  ¿Me acompañas?

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Monstruos SA: ¿qué te impulsa hacia el cambio?

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¡Me molesta la rigidez! El poder de la aceptación

El otro día viendo una actitud inflexible de una persona me noté muy molesto. Me decía cosas como «No me gusta la rigidez, no me gusta nada, pero nada, nada.  A mi lo que me gusta es la flexibilidad, poder cambiar y adaptarme a lo que pasa, no como esta persona que es rígida«. El asunto quedó así hasta que hace unos días reflexioné sobre cómo me llegan a molestar las actitudes poco flexibles en las personas. ¿Qué es lo que hace que me moleste tanto?

Creo que he encontrado una respuesta honesta a esta pregunta y quiero compartila contigo. Me molesta porque soy inflexible con la rigidez. Si me molesta, es que no la estoy aceptando, estoy en lucha contra la rigidez, lo cual es una actitud rígida en sí misma. ¡Qué paradoja y qué decepción! El estar en contra y en lucha contra las actitudes rígidas me convierte en un gran ejemplo de una actitud rígida, justo lo contrario de lo que quería…

Esto me hace recordar varias cosas. La primera, que es imposible que me moleste algo que no sepa aceptar en mi mismo. Así que si me molesta la rigidez es porque yo no acepto la rigidez en mi. La conozco muy bien, no me gusta y la rechazo, lo cual me convierte en alguien rígido.

La segunda cosa es que este episodio está relacionado con otros en los que me veo intentando cambiar las cosas luchando contra ellas, opiniéndome frontalmente y aplicando la fuerza bruta. Es como intentar ganar un pulso. La verdad es que al final siempre me supone es un gran desgaste, sobretodo si lo que pretendo cambiar y combatir es muy, muy grande. Así que esta estrategia no me acaba de gustar. Con todo ello me vienen a la memoria citas como:

Lo que se resiste, persiste. Lo que aceptas, se transforma.

Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto. Tercera Ley de Newton

Cada vez que voy en contra de algo estoy creando una fuerza de oposición, estoy alimentando aquello contra lo que lucho» Antonio Blay

Alguna sabiduría debe llevar estas citas, ¿no? Incluso Newton, cuando enunció su tercera ley ya lo veía … Entonces ¿porque me cuesta tanto aplicarlo? Yo creo que lo que ocurre es que para aplicar algo así hace falta tener mucha fe. Me explico, si hay algo que no me gusta lo que me pide el cuerpo es oponerme a ello, y ahora va de que no, que si hay algo que no me gusta la mejor manera de combatirlo es aceptarlo. ¿Cómo se come esto? Si quieres saber cómo lo he hecho, continua leyendo …

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El poder de la confianza.

Hace ya tiempo que tenia en mente hablaros sobre la confianza. La verdad es que es algo recurrente y que afecta muchos ámbitos. Sin embargo la amplitud del tema me ha frenado hasta ahora para escribir sobre ello. Lo que me ha acabado de decidir ha sido la petición de uno de vosotros. «Tienes que hablar sobre la confianza» me dijeron hace poco… Pues ahí va. El artículo quiere tratar el tema tanto desde la perspectiva personal como el de las empresas.

Las tres dimensiones de la confianza

Como siempre, voy a tratar de explicar el término. A mi, lo que me ayuda a entenderlo es saber que la confianza tiene tres dimensiones.

Sinceridad. Podemos pensar que no confiamos en alguien porque no es sincero con nosotros, es decir, que pensamos que nos está mintiendo.

Competencia. También podemos decir que no confiamos cuando lo que hay es un juicio sobre si es capaz de hacer lo que está diciendo, es decir, sobre su competencia técnica. De este modo podríamos pensar que es sincero pero no es competente y por ello no confiamos.

Credibilidad. El tercer aspecto que afecta a la confianza es la credibilidad. Vamos, que puedo pensar que es una persona sincera, que también es una persona que tiene la competencia técnica para hacer lo que ha dicho que va a hacer. Sin embargo, puedo pensar que no es fiable, que dice una cosa, que es capaz de hacerla, pero no me fìo de que vaya a acabar por hacerla.

Como hemos visto, para que haya confianza tienen que cumplirse estas tres condiciones.  Sin embargo, es muy importante saber cual de ella (s) está afectada para que podamos emprender aciones encaminadas en la dirección correcta.

Así, podéis pensar en alguna persona de vuestro entorno en la que no confiéis, ya sea en el ámbito personal como en el profesional. ¿Cual de los tres pilares está fallando?. Una vez identificado esto, ¿qué se te ocurre que podrías hacer para recuperar la confianza?

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¿Crees que no estás suficientemente reconocido?

En ocasiones nos sentimos tristes o incluso furiosos porque juzgamos que no nos han reconocido por algo que hemos hecho. Antes de entrar en el tema quisiera recalcar que no he dicho «no nos sentimos reconocidos» pues el sentimiento de no reconocimiento, en realidad no es un sentimiento. Esta es una distinción importante que ya he tratado en otro artículo (ver Me siento solo no es un sentimiento).

Volvamos al tema de este artículo. La clave en todo este asunto es la motivación auténtica que nos movió a realizar el acto por el cual no nos sentimos reconocidos. Hagámonos la siguiente pregunta. ¿Para qué busco reconocimiento? Os animo a que busquéis un momento en vuestra vida en la que hayáis sentido frustración o rabia por una falta de reconocimiento.

Ahora fijaros si la respuesta responde a motivaciones internas o externas. Me explico. Si es externa lo que hacemos esperamos que se recompense por algo o alguien ajeno a nosotros mismos. En este caso hay que ser consciente que dependemos del reconocimiento de esa persona. Otro aspecto a tener en cuenta es que seguramente hemos puesto unas expectativas  (podéis ver el artículo Tener o no tener expectativas. Esta es la cuestión.) sobre cómo imaginamos nosotros que se debería reconocer nuestra tarea. Si esa expectativa no se cumple entonces hay una decepción y un juicio hacia la otra persona sobre lo que «debería» haber hecho aunque quizás la otra parte nunca supiera que es lo que realmente esperábamos nosotros de él.

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Comportamientos incomprensibles

Hace ya unos días, mientras esperaba montado en mi bicicleta a que se pusiera el semáforo verde, vi una cosa que me llamó la atención. Una persona de avanzada edad estaba cruzando por el paso de peatones. Aunque llevaba bastón avanzaba con bastante rapidez. Cuando estaba a punto de llegar al lado de la calzada en el que yo me encontraba se cruzó con unos jóvenes y justo en ese momento, intentó golpearles con el bastón y empezó a mascullar unas palabras indescifrables. No es que levantara el bastón para golpear sus cabezas. Era más bien un gesto para apartarlos de su camino. Los chicos le dijeron alguna cosa pero no le hicieron demasiado caso y continuaron su camino. El anciano, continuó avanzando hablándose a sí mismo en voz alta. Me quedé un rato escuchándole y pude entender algunas de sus palabras. Decía cosas como:

“Los jóvenes de hoy en día no saben caminar. ¡Yo iba por mi derecha! ¡ No hay derecho! …..”

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El impacto de los paradigmas.

El otro día me ocurrió algo que quisiera compartir con vosotros. Estaba volviendo de unos días de vacaciones por el sur de Francia. En el camino de regreso, conduciendo por la autopista, mi hija mayor jugueteaba con la aplicación de mapas de mi Ipad. Entonces me dijo:

–          La bolita azul se está moviendo.

–           Vamos a ver, le contesté, lo que me dices es imposible. La única manera que eso pase es que tengamos conexión wi-fi y ahora mismo, no tenemos, ¿Verdad?

–          No, no tenemos pero te digo que la bolita azul se mueve.

–          !Imposible! Exclamé.

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Tener o no tener expectativas. Esta es la cuestión ….

Cuando uno tiene unas expectativas con respecto a algo o alguien y no se cumplen aparece la frustración, la queja y resentimiento. Ante ello, una postura es eliminarlas aplicando el método “muerto el perro, muerta la rabia”, es decir, no tener expectativas en absoluto. Desde luego es una solución que funciona, aunque sería bueno pensar qué nos podríamos perder con ello. Sin embargo, en este artículo os voy a proponer algunas alternativas más, lo cual os puede dar más posibilidades de acción.

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¿Sabes la diferencia entre aceptar y rendirse?

Hay ocasiones en que las cosas no ocurren tal como las habíamos planeado. Aquí podemos encontrar un amplio rango de decepciones. Desde las que podemos considerar como parte de lo cotidiano hasta decepciones o pérdidas que pueden llegar a tocarnos muy intensamente. Tras una pérdida o decepción importante los psicólogos tienen estudiado que pasamos por una serie de etapas. Concretamente, las etapas que describe la Dra. E. Kubler Ross en caso de graves pérdidas son las siguientes:

1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse.

2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué.

3) Pacto: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.

4) Depresión: Es un estado, en general, temporal y preparatorio para la aceptación de la realidad. Requiera recibir grandes dosis de empatía. (¿Qué es la empatía?)

5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz sino que es una tristeza serena.

Pero en este artículo me quiero referir a aquellas pérdidas que son menos intensas, pero que debemos afrontar de una forma cotidiana. Y para esta clase de decepciones, lo que sí voy a tomar del proceso descrito anteriormente es que, independientemente del orden y número de etapas por las que se pasa, al final hay una aceptación.

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