El mensaje valioso que esconde la ira.

Safari salacotLa ira es una fuerza muy poderosa, tanto, que puede provocar mucha destrucción. Creo que todos hemos podido comprobar su poder cuando la hemos sufrido en nuestras carnes y también, cuando experimentamos el resentimiento al pensar que somos sus víctimas. Otras veces, cuando la ira nos atrapa, podemos ver su efecto en los demás y, posteriormente, en nosotros mismos en forma de culpa y vergüenza.

Ahora bien, a mi me asalta alguna pregunta, ¿significa eso que siempre hay que eliminar la ira? ¿Acaso no es «correcto» sentir ira cuando somos testigos de injusticias y sufrimiento? ¿Cuál podría ser el mensaje valioso que se esconde en la ira que nos puede ayudar a transformarla en algo valioso al servicio de la vida y no en algo destructivo?

Esto es de lo que voy a tratar en este post. Si decides acompañarme, te pido que lo hagas con una actitud similar a la que tienen los arqueólogos, que van levantando capas de sedimentos pacientemente, a la espera que se produzca algún hallazgo oculto entre la tierra que el tiempo ha ido depositando. ¿Nos ponemos el salakov para ver qué descubrimiento valioso podemos hacer?

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La historia del soldado preso en el Vietnam y la actitud ante las dificultades.

Hace ya algún tiempo escuché una historia sobre una persona que luchó en la guerra de Vietnam y que estuvo preso durante unos años. Cuando fue rescatado le hicieron un completo chequeo físico y psicológico para comprobar las secuelas de un cautiverio tan largo y duro. Lo que más sorprendió fue el buen estado psicológico … Leer más

Cómo ser el protagonista de mi vida: La diferencia entre dolor y sufrimiento

Hoy quiero empezar por comentar un episodio de una serie de televisión. Se trata de «Cómo conocí a vuestra madre» Concretamente hay un episodio en el que dos amigos, Barney y Marshall hacen una apuesta. El que la pierda recibirá 10 bofetadas del que haya ganado.

La cuestión es que Barney pierde y su amigo Marshall, le da a elegir entre dos opciones: podrá recibir las 10 bofetadas seguidas o bien sólo 5, pero se las podrá dar en cualquier momento que elija Marshall, sin avisar. Se lo piensa un rato y al final al elije la modalidad de las 5 bofetadas. En los siguientes capítulos se puede ver el sufrimiento de Barney, porque cada pequeño gesto de Marshall lo interpreta como el preludio de una bofetada, aunque al final no acaba por llegar.

Vamos a ver, entre recibir 10 bofetadas o «sólo» 5 mi elección está clara: prefiero la segunda opción. Lo que ocurre es que en este caso concreto mi elección no sería tan clara porque 5 bofetadas es menos desagradable que 10 sólo si tengo en cuenta el dolor. Ahora bien, si además del dolor considero el sufrimiento, 5 bofetadas pueden llegar a ser peor que 10. ¿Quieres saber porqué?

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¿Realmente crees que hay decisiones correctas e incorrectas?

¿Tienes que tomar una decisión y estás sufriendo por ello? En el proceso de tomar una decisión importante pasamos por momentos de dolor y sufrimiento. Por cierto, quizás hayas escuchado alguna vez la frase siguiente:

El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional

¿Qué es lo que quiere decir? ¿Porqué puede ser importante entender cual es la diferencia entre ambas?

A bote pronto, si cuando tenemos que tomar una decisión hay dolor y sufrimiento todo mezclado y lo segundo es opcional, a mi me gustaría poder ahorrármelo. ¿A ti también? La segunda cosa es que si no sé diferenciarlos, ¿cómo puedo deshacerme del sufrimiento? Así que, si a la hora de tomar decisiones, quieres saber un poco más sobre cómo puede beneficiarte distinguir entre dolor y sufrimiento , entonces este artículo puede serte de utilidad.

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¡Me molesta la rigidez! El poder de la aceptación

El otro día viendo una actitud inflexible de una persona me noté muy molesto. Me decía cosas como «No me gusta la rigidez, no me gusta nada, pero nada, nada.  A mi lo que me gusta es la flexibilidad, poder cambiar y adaptarme a lo que pasa, no como esta persona que es rígida«. El asunto quedó así hasta que hace unos días reflexioné sobre cómo me llegan a molestar las actitudes poco flexibles en las personas. ¿Qué es lo que hace que me moleste tanto?

Creo que he encontrado una respuesta honesta a esta pregunta y quiero compartila contigo. Me molesta porque soy inflexible con la rigidez. Si me molesta, es que no la estoy aceptando, estoy en lucha contra la rigidez, lo cual es una actitud rígida en sí misma. ¡Qué paradoja y qué decepción! El estar en contra y en lucha contra las actitudes rígidas me convierte en un gran ejemplo de una actitud rígida, justo lo contrario de lo que quería…

Esto me hace recordar varias cosas. La primera, que es imposible que me moleste algo que no sepa aceptar en mi mismo. Así que si me molesta la rigidez es porque yo no acepto la rigidez en mi. La conozco muy bien, no me gusta y la rechazo, lo cual me convierte en alguien rígido.

La segunda cosa es que este episodio está relacionado con otros en los que me veo intentando cambiar las cosas luchando contra ellas, opiniéndome frontalmente y aplicando la fuerza bruta. Es como intentar ganar un pulso. La verdad es que al final siempre me supone es un gran desgaste, sobretodo si lo que pretendo cambiar y combatir es muy, muy grande. Así que esta estrategia no me acaba de gustar. Con todo ello me vienen a la memoria citas como:

Lo que se resiste, persiste. Lo que aceptas, se transforma.

Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto. Tercera Ley de Newton

Cada vez que voy en contra de algo estoy creando una fuerza de oposición, estoy alimentando aquello contra lo que lucho» Antonio Blay

Alguna sabiduría debe llevar estas citas, ¿no? Incluso Newton, cuando enunció su tercera ley ya lo veía … Entonces ¿porque me cuesta tanto aplicarlo? Yo creo que lo que ocurre es que para aplicar algo así hace falta tener mucha fe. Me explico, si hay algo que no me gusta lo que me pide el cuerpo es oponerme a ello, y ahora va de que no, que si hay algo que no me gusta la mejor manera de combatirlo es aceptarlo. ¿Cómo se come esto? Si quieres saber cómo lo he hecho, continua leyendo …

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Los sentimientos y «matar al mensajero».

El origen de la expresión «matar al mensajero» se remonta a la Antigüedad, ya que en aquella época se exponían a perder la vida cuando llevaban malas noticias a los poderosos. En la Edad Media era costumbre azotar al mensajero portador de malas noticias, aunque ya no se le daba muerte. Vaya progreso, ¿eh? Supongo que el sindicato de los mensajeros no debía estar muy organizado….

En fin, hoy en día «matar al mensajero» no pasa de ser una frase hecha, pero alguna cosa debe quedar porque todos tenemos cierta tendencia a culpabilizar a otros o a las circunstancias de las cosas malas que nos pasan. Es una forma de sacudirnos de encima la responsabilidad ( link a artículo: Estímulo y reacción). A estas alturas de la entrada  quizás te estés preguntando qué tiene que ver la expresión «matar al mensajero» con el mundo de las emociones y los sentimientos. Permíteme que te lo explique.

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El resentimiento, 2ª parte

Para los que estáis interesados en cómo podría ser un ejemplo del proceso en 6 pasos para superar el resentimiento que expuse en el post El resentimiento, la emoción del esclavo me he decidido a exponerlo en forma de ejemplo. Imaginaros la siguiente historia: Yo tenía un socio en un proyecto empresarial y cuando llegó un … Leer más

El caballo y el pozo: Las críticas destructivas.

Cuando nos hacen una crítica destructiva nos duele y por ello la rechazamos y nos ponemos a la defensiva. Además, no tenemos ningún control sobre lo que hacen los demás. Vamos, que no podemos evitar que los demás nos hagan críticas destructivas. Entonces, ¿qué podemos hacer con esto? Esta situación me recuerda la historia del caballo que cayó en el pozo.

Cuenta la historia que había un campesino que tenía unos caballos que le ayudaban en los trabajos de su hacienda. Un día, su capataz le avisó que uno de sus caballos había caído en el fondo de un viejo pozo abandonado. Rápidamente, fue a ver qué había pasado. Se encontró que el caballo estaba bien, sin embargo, era viejo y los recursos que había que movilizar para rescatarlo eran muchos. Así que, muy a su pesar, decidió renunciar a su rescate. Lo que sí ordenó fue que sacrificase al animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo.

Así se hizo y empezaron a lanzar tierra para cubrir al caballo y tapar el pozo. Pero entonces ocurrió algo curioso. El caballo, con cada palada de tierra que recibía, lo que hacía era sacudírsela de encima y utilizarla para subir un poco más el nivel del fondo del pozo. Y con cada palada hacía lo mismo. Hasta que llegó un momento que el fondo del pozo quedó a una altura suficiente que permitió al caballo saltar y salir de su trampa.

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Cómo nos hacemos trampas al solitario.

Hace unos días publiqué en el twitter una cita que decía lo siguiente:

Las personas hacen un gran esfuerzo por ver el mundo de una manera que preserve su sentido de bienestar. T. Wilson

Uno de mis seguidores de twitter (Emilia Amores) me sugirió que escribiera un artículo sobre ello. Me pareció una buena idea y por eso estamos aquí. A mi, esta cita me sugiere dos ideas. La primera es la siguiente:

Las personas no vemos el mundo como es sino como somos. Sobre esto sólo un par de cosas. La información que nos llega del mundo a través de los sentidos es abrumadora y por esta razón nuestro cerebro hace un proceso de filtrado de la información que nos bombardea sin cesar para no quedar bloqueado. Hay que tener en cuenta este mecanismo porque los filtros que tenemos cada uno son diferentes. Tenemos filtros fisiológicos (ante un mismo estímulo no todo el mundo puede ver, oír y sentir exactamente lo mismo). Tenemos filtros culturales (hay cosas que son correctas para una cultura y totalmente incorrectas para otras) y filtros personales (si queréis ampliar información podéis leer la entrada El mapa no es el territorio ).  Estos filtros actúan como si fueran unas gafas a través de las cuales observamos la realidad y que la mayor parte de las veces ni somos conscientes que las llevamos. Es por ello que sostengo que vemos el mundo como somos y no como es.

La segunda idea que me lleva la cita es que, como tenemos diferentes maneras de ver el mundo, cuando lo que vemos es muy difícil de aceptar, nos ponemos unas gafas que son totalmente opacas, que niegan la realidad. Es un mecanismo de defensa que todos tenemos, que todos aplicamos alguna vez y que nos permite avanzar. Como dice la cita, la negación busca «preservar nuestro estado de bienestar». Ahora bien, ¿qué problema hay entonces en el autoengaño? ¿Que puede pasar si el negar lo que veo me aporta tranquilidad y es hasta cierto punto necesario?

Pues resulta que la estrategia de la negación funciona, pero sólo en el corto plazo, porque negar el problema no lo soluciona. Si una cosa tiene la realidad es que es muy tozuda y además, desconsiderada. Vamos, que le trae sin cuidado cómo nos pueda afectar. La realidad va lo suyo independientemente de lo que pensemos o sintamos. Y cuando no afrontamos lo que sucede continúa allí, aunque la ignoremos.

Es algo así como si supieras que alguien te va a pegar un cachete y esto fuera inevitable. Entonces decides que, venga, que te lo den, pero justo antes que te lo van a dar, tu te retiras. «No, no, más tarde». Pero eso no te va librar del cachete, simplemente lo posterga. Total que lo has pasado mal y aún te queda recibirlo. Y así sucesivamente.

Estrategias para «evitar el cachete» tenemos muchas y hay libros enteros de psicología que hablan de ellas. La cuestión que os planteo es, ¿estaríais dispuestos a abriros a probar algo diferente a lo que estáis acostumbrados a hacer con los resultados que ya conocéis?

Para mi, probar algo diferente sería estar dispuesto a «aguantar el cachete», a sentir el dolor, porque eso nos permite transformarlo en algo que nos haga avanzar. Ya sé que lo que os planteo no es fácil, pero los resultados que os proporciona lo otro ya lo conocéis de sobra, ¿verdad?. Si queréis probar algo diferente, continuad leyendo. Sino, sed honestos con vosotros mismos y dejad de leer este artículo.

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El resentimiento: la emoción del esclavo

Este entrada la voy a dedicar a una emoción que creo que todos conocemos: el resentimiento. Y digo que es conocida porque se produce tanto en el ámbito personal como en el de las organizaciones. Por ejemplo, estamos resentidos con nuestra pareja porque pedimos colaboración y no nos la da, o bien con nuestra empresa porque no nos trata como merecemos. Para empezar, os adjunto una una definición del término:

Resentimiento es la acción y efecto de resentirse (tener un enojo o pesar por algo). El resentimiento se refleja en diversos sentimientos y actitudes, como la hostilidad hacia algo o alguien, la ira no resuelta sobre un acontecimiento, el enfurecimiento o la incapacidad para perdonar.

De esta definición me gustaría destacar varios aspectos.

El primero. El esquema sobre el que se sustenta el resentimiento suele ser que algo o alguien nos ha causado un daño que consideramos que no se puede reparar y que juzgamos que no merecemos, por lo que el causante merece que le castiguemos. La forma en que se ejerce ese castigo puede ser mostrar hostilidad hacia el causante de nuestro dolor,  y la incapacidad de perdonar.

Otro aspecto muy importante es que el resentimiento implica algo que está enquistado, no resuelto. Si lo pensamos en términos de tiempo, este sentimiento podría venir de un acontecimiento sucedido hace meses o incluso muchos años. Por lo tanto el resentimiento es un compañero de viaje que nos puede acompañar durante mucho tiempo por lo que puede llegar a tener mucho impacto en nuestras vidas.

También es bueno tener en cuenta que hay ocasiones que no somos capaces de reconocer que estamos resentidos. Puede ser que llevemos tanto tiempo con ello que ya forme parte de lo que nosotros consideremos algo “normal”. Cuando uno lleva una pesada carga durante mucho tiempo muchas veces se olvida que la lleva. ¿Cómo podríamos reconocerla? Mostrarse nervioso o muy sensible ante ciertos hechos o personas, tener una actitud hostil, expresar dificultades para confiar en nuevas relaciones y sentirse menospreciado son algunos indicadores.

Hasta ahora hemos hablado de los efectos externos del resentimiento. Sin embargo estas actitudes que se muestran en el exterior tienen un efecto sobre nosotros. En realidad, lo que sucede en el exterior responde a algo que nos pasa en nuestro interior. ¿Cómo son esas sensaciones? Desde luego no es algo que nos proporcione calma ni sosiego sino todo lo contrario. Por lo tanto el resentimiento tiene una componente de sufrimiento para el que se siente resentido. Es como si el «castigar» tuviera un efecto secundario sobre el que castiga. Esto me trae a la memoria una cita que explica muy bien este fenómeno.

El resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera. – Carrie Fisher.

Finalmente decir que el resentimiento también se basa en el hecho que pensamos que el comportamiento  de la otra persona o las circunstancias han sido la causa de cómo nos sentimos. (Diferencia entre causa y estímulo). Esto nos convierte en víctimas, lo cual tiene un efecto muy positivo en nosotros ya que nos da la tranquilidad de ser los inocentes. Sin embargo hay un efecto secundario que hay que tener en cuenta. El ser víctimas nos incapacita para la acción ya que es el otro el culpable y por lo tanto no podemos hacer nada. Y si no podemos hacer nada dejamos de ser libres y nos convertimos en esclavos del resentimiento que sentimos por nuestro «agresor». Lo curioso es que es una esclavitud generada por nosotros porque el «agresor» no nos obliga a sentir eso. Estamos enganchados al agresor pero somos nosotros los que nos enganchamos y no al revés. Hay otra cita relacionada con ello para explicarlo.

El resentimiento es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento, vive en la esclavitud.” F. W. Nietszche

Quizás alguno de vosotros se diga lo siguiente. «Vale, puedo llegar a entender que es la emoción del esclavo, y además, decido que no quiero continuar así. Sin embargo no puedo evitar dejar de sentir como siento. ¿Cómo puedo salir de este círculo vicioso?».

Muy bien, la buena noticia es que se puede salir de esta dinámica y la no tan buena es que requiere determinación. ¿Estáis dispuestos? Si contestáis que sí, continuad leyendo. Sino es así, no creo que os valga la pena que continuéis esta lectura.

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