El otro día escuchaba como alguien explicaba que estaba enfadada con la persona que le hacía la limpieza en casa porque no limpiaba los cristales.
– Fíjate lo que me pasa, viene a casa y se deja por limpiar los cristales. Es que no hay derecho…
Todo el mundo al que se lo contaba le decía:
– Claro, tienes razón, es algo básico, debería saberlo,….
¿Te suena esta situación? Seguro que en tu lugar de trabajo puedes encontrar algún ejemplo parecido cuando alguien se queja amargamente porque otra persona debería hacer algo que no hace o lo hace de una forma que no es la forma «correcta» . ¿Porqué pasa tan a menudo? A mi modo de ver hay dos tipos de causas. Unas tienen que ver con que no sabemos cómo pedir. (Cómo pedir con eficacia)
Por ejemplo ¿No tenéis calor? cuando quería decir, ¿puedes abrir la ventana?. Otra posibilidad es que ni yo mismo sepa muy bien qué necesito. Así espero que el otro lo adivine y si no acierta me puedo enfadar porque ¡no es lo que yo quería !
El otro tipo de causas se refieren a que simplemente no pido. Pedir significa que me falta algo que no tengo y que hay otra persona que me puede dar. Eso significa que pedir me muestra como alguien vulnerable ante la persona que pido. ¿Estoy dispuesto a mostrar mi vulnerabilidad? (Ser vulnerable no es lo mismo que ser débil ). Otra razón para no pedir es que tenga miedo a que me digan no. (Saber decir no )
Finalmente hay otra razón para no pedir que tiene que ver con el ejemplo del principio: no lo hago porque simplemente «debería saberlo». Esta respuesta me lleva al delicado terreno de los juicios porque cuando digo que alguien debería hacer alguna cosa lo que estoy haciendo en realidad es juzgar que la otra persona hace algo mal. Así que asumo el rol de juez que dictamina y que debe castigar porque debería hacerlo bien. Desde luego, los «deberías…» generan violencia y resentimiento.
Si volvemos al ejemplo de la persona que debería limpiar los cristales, lo que estoy diciendo en realidad es que su comportamiento es incorrecto y por lo tanto, merece un castigo. Es más, mi forma de castigar ese comportamiento incorrecto es enfadarme con esa persona y además no se lo digo (ya debería saber porqué estoy enfadado, claro). Al castigar de esta forma me comporto como aquel niño que cuando se enfadaba con sus padres les decía:
– Vale, pues ahora dejo de respirar.
Puede parecer un castigo absurdo, pero no lo es tanto si piensas que esta forma de actuar proviene del resentimiento (El resentimiento, la emoción del esclavo). Cuando estoy resentido con otra persona es porque juzgo que no ha actuado correctamente conmigo y por lo tanto merece un castigo. Ahora bien, hay que tener muy en cuenta cuáles son los efectos secundarios cuando yo estoy resentido con alguien.
«Estar resentido es como tomar un veneno y esperar que se muera el otro»
Me permitirás que te diga que castigar al otro evitando explicarle lo que necesito que haga es como «tomar veneno y esperar que se muera el otro». Llegados a este punto supongo que pensarás. ¿Entonces, que pasa conmigo cuando hay algo que hacen y me perjudica? ¿Se supone que me tengo que dejar pisar?
Desde luego que no. Lo que te propongo es algo diferente: no se trata de eliminar el juicio sobre si está actuando bien o mal sino de transformarlo en algo que me pueda ser más útil para que no me lleve al resentimiento y por consiguiente a estrategias tan poco útiles como las que hemos visto antes y que tenga presente lo que yo necesito. Yo creo que es posible. ¿Quieres saber cómo?
Esta semana he visto en un programa de televisión algo que me ha llamado la atención y que quiero compartir contigo. El programa trataba sobre una persona que hacía una visita a un compañero periodista que estaba de corresponsal en Jerusalén. Durante el programa le acompaña por diferentes lugares conflictivos. Finalmente le lleva al lugar donde prepara sus crónicas. Se trata de un edificio compartido por otros colegas periodistas y al final llegan al lugar donde trabaja. Entonces hubo algo que me llamó la atención: le enseñó dos mapas de la zona y dijo.
Por fin ya hemos llegado a la última entrega sobre cómo gestionar conflictos. Juntos hemos recorrido un camino que empezó en la
Cuando nos hacen una crítica destructiva nos duele y por ello la rechazamos y nos ponemos a la defensiva. Además, no tenemos ningún control sobre lo que hacen los demás. Vamos, que no podemos evitar que los demás nos hagan críticas destructivas. Entonces, ¿qué podemos hacer con esto? Esta situación me recuerda la historia del caballo que cayó en el pozo.
La frase «tengo un problema» es algo muy corriente. Se expresa en nuestra vida cotidiana cuando actividades que realizamos de forma habitual se interrumpen. Por ejemplo, vamos en coche y pinchamos la rueda.
Este entrada la voy a dedicar a una emoción que creo que todos conocemos: el resentimiento. Y digo que es conocida porque se produce tanto en el ámbito personal como en el de las organizaciones. Por ejemplo, estamos resentidos con nuestra pareja porque pedimos colaboración y no nos la da, o bien con nuestra empresa porque no nos trata como merecemos. Para empezar, os adjunto una una definición del término: