Un terremoto o una catástrofe natural, ¿pueden tener sentido? Que un niño pequeño muera por una enfermedad, ¿tiene sentido? Que una persona que pasea tranquilamente por la acera de una ciudad, sea atropellada por un coche y muera, ¿tiene eso sentido? En general, las cosas que pasan, ¿tienen sentido? Cuando nos ocurren cosas desagradables o terribles … Leer más
En alguna ocasión me he encontrado ante el dilema de si tengo que expresar algo que es importante para mi aunque eso pueda incomodar a otra persona que me importa, o es mejor callarme y no decirlo, para tratar de preservar el «buen rollo » de la relación ya sea en el entorno de las relaciones personales como las profesionales.
Lo que me ocurre es que cualquiera de las dos opciones que escoja no me satisface porque, expresar mis necesidades y inquietudes es a costa de provocar un daño en la otra persona con lo que puede significar eso en la relación. Pero si escojo callarme, cuido la relación a costa de expresar mis propias necesidades.
Lo que me pregunto es, ¿habría alguna manera de actuar que no signifique que tenga que perder algo valioso? Yo creo que sí es posible. ¿Te apetecería saberla?
En la entrada de hoy te quiero hablar de cómo me afectan las opiniones de los demás. ¿A ti te afectan? Supongo que podrías contestarme que depende. Un primer factor es que depende de la persona que me lo diga. Si es alguien significativo para mi, es muy probable que esa opinión me afecte. Cuando digo significativo me refiero que es alguien que me importa porque significa algo importante en mi vida o bien porque los criterios que le llevan a emitir opiniones merecen mi crédito.
Así que hay algo que me incomoda cuando alguien significativo en mi vida opina algo sobre mi que no me gusta. ¿Porqué? o mejor ¿para qué me siento mal cuando eso ocurre? Según la CNV (Comunicación NoViolenta), un sentimiento desagradable se produce cuando hay una necesidad o valor universal que es importante para mi que no se satisface. Por el contrario, los sentimientos desagradables se producen cuando hay uno o varios valores y necesidades universales que no se satisfacen. Así que, ¿cual debe ser la necesidad o necesidades que no se satisfacen cuando me entristezco cuando alguien emite una opinión negativa de mi?
Lo cierto es que me cuesta encontrarlas, así que, algo que me funciona es pensarlo en positivo. Es decir, ¿cuales serían las necesidades que se satisfacerían si la opinión fuera positiva? Ahora sí puedo encontrar necesidades tan valiosas como la de reconocimiento y la de belleza: me explico mejor.
Lo que quiero decirte es que, cuando el otro opina algo agradable de mí significa que ha visto una cualidad, la ha reconocido y me lo ha devuelto, como si fuera un espejo que refleja la luz. Como me gusta y valoro la belleza, el hecho que los otros la vean y la reconozcan en mí, hace que me que me sienta bien. Es como si me dijeran, «te veo y reconozco tu luz«. Y eso hace que yo también pueda ver y reconocer mi propia belleza. Así que también se convierte en un momento de auto-reconocimiento. También añadiría que cuando los otros me ven eso me da la oportunidad de darme cuenta que también soy para el otro, lo cual me proporciona sensación de pertenencia, conexión y sentido. Ahora entiendo porque es tan valioso que alguien significativo emita una opinión positiva sobre mi.
Por el contrario, cuando la opinión del otro es negativa lo que hace es mostrarme también algo, aunque en este caso es fealdad en vez de belleza. Así que, hay un también reconocimiento de algo que hay en mi, pero ese algo es sombra en vez de luz. Ese reconocimiento me aleja del otro y dejan de estar presentes las necesidades de pertenencia, conexión y sentido. También hay una falta de aceptación de esa sombra que el otro ve en mi. Así que no me extraña que me entristezca tanto cuando alguien significativo opina algo negativo sobre mi. Ver esto me da mucha claridad porque me ayuda a entender y hacer legítimo eso que estoy sintiendo. Pero no quiero quedarme aquí.
Los otros como reflejo de lo que soy
Fíjate que lo que estoy haciendo es utilizar un espejo para mirarme, es decir, que me veo a partir de lo que me dicen los demás. Con esto hay que tener mucho cuidado porque esto tiene una implicaciones trascendentales.
La primera es que hay un riesgo de olvidarme que los juicios de los demás no son son ni verdad no mentira. Sólo los hechos pueden ser ciertos o falsos. Los juicios y las opiniones sólo pueden estar bien o mal fundamentados. En cambio un juicio, por muy sólidamente fundamentado que esté, nunca podrá ser cierto o falso. Juegan en otra liga diferente. (No es lo mismo hechos que juicios y opiniones)
Este es el problema, que si me olvido de esto entonces confundo las opiniones de los demás, ya sean positivas o negativas, con verdades. Quisiera ahora volver a la metáfora del espejo. Cuando creo como verdadera una opinión de los demás lo que estoy haciendo es asumir que el espejo con el que me miro es perfectamente plano y refleja exactamente la realidad. Pero las personas, todas, tenemos una historia personal, una familia, una educación, unas vivencias, una biología y unos valores que nos hace diferentes. Cada uno de nosotros reflejamos la luz de una forma particular. Somos de cualquier forma menos un espejo plano. Así que me estoy mirando en un espejo deformado.
No sé si a ti te pasa lo mismo que a mi, pero a mi me cuesta dejarme ayudar. Si me cuesta debe haber algo muy valioso en esta actitud. Así que, si quieres que investiguemos juntos esto, te propongo que me acompañes, ¿te apetece?
En este asunto de dejarse ayudar hay un primera cosa que a mi me parece clave: la generosidad. Mi tendencia a etiquetar las cosas y las personas me lleva a clasificar las acciones y las personas como generosas o no generosas. Siguiendo esta «querencia»(como se diría en el mundo taurino) de continuar con las etiquetas, ser generoso está muy bien visto. Finalmente esto me lleva a que ser generoso está bien y no serlo está mal (más etiquetas…) Ahora que ya tengo el mundo bien clasificado entre los generosos y los no generosos, entre la conducta correcta y la incorrecta, todo me resulta mucho más fácil. Al menos aparentemente, porque me temo que las cosas no son tan simples como a mi me gustaría. Me explico.
¿Qué es lo que me pasa cuando hago un gesto generoso? Pues que me siento muy bien (siempre que sea un acto voluntario). La satisfacción que produce un acto generoso es enorme. ¿Podría eso significar que hago actos generosos porque eso me produce placer? Algo de cierto puede haber. Si eso es así, entonces un acto generoso se convierte al mismo tiempo en un acto egoísta porque busca mi satisfacción. ¿Tiene eso sentido?
Hola, si leíste la última entrada (Tormentas imaginadas) entonces creo que te diste cuenta que quizás me sea útil dejar de huir de esos momentos en los que tengo pensamientos perturbadores y decidida afrontarlos para averiguar ese mensaje que se supone puede ser tan valioso para mi. Supongo que también quiero cerrar lo antes posible esos momentos de crisis, ya sea porque se han convertido en pensamientos circulares (Los pensamientos tipo «Rueda de Hamster») que no solucionan nada, o bien porque son pensamientos que vuelven a aparecer al cabo de un tiempo de forma más intensa todavía.
Por otra parte, si no has leído mi post anterior quizás te apetezca saber cómo encontrar cual es ese mensaje valioso que hay en los pensamientos perturbadores. Sin embargo, antes de continuar quiero hacerte una advertencia: si lo que esperas as algún método para evitarlos o eliminarlos, ya no hace falta que continúes leyendo. En mi opinión, cuando no les hago frente lo que consigo es una tormenta posterior de mayor intensidad. Por el contrario mi propuesta es que atravesemos juntos la tormenta sin evitarla, porque la clave para superarla está precisamente en la tormenta. Supongo que hay otros caminos, y me encantaría que fueran más fáciles, pero yo no los conozco. A pesar de esto, ¿quieres acompañarme?
Imagina la siguiente situación. Salgo de un local y está cayendo una tormenta tan fuerte que ni con paraguas me atrevo a salir. Me pongo ansioso porque tengo una cita en otro lugar y no quiero llegar tarde. Entonces miro al cielo esperanzado de ver algún indicio de que la tormenta va a amainar, pero no, y me invade un pensamiento pesimista: «nunca va a parar de llover«.
Entonces me quedo ahí, esperando, con la sensación que estoy atrapado. Entonces ocurre algo inesperado: la tormenta amaina y puedo salir. Entonces me pregunto cómo es que no he tenido más confianza en que iba a parar, cuando es eso lo que siempre me acaba ocurriendo. Es como si tuviera una tendencia a pensar que cuando está oscuro y cae una tormenta, se va a prolongar para siempre. En cambio los hechos son testaduros y mi experiencia me dice que siempre acaba por amainar. Como dice el refrán
No hay mal que cien años dure
¿A ti nunca te ha pasado algo parecido? Te lo digo porque a menudo tengo esa misma sensación cuando me asaltan pensamientos negativos (5 pasos para romper el círculo vicioso de los pensamientos y sentimientos desagradables) que son como una tormenta, pero que vive en mi mente. Al igual que me ocurre con las tormentas naturales, también pienso que nunca acabarán. Así que, a mi me iría bien que alguien me recordara que igual que empiezan, acaban. No hay excepción. Saber eso me daría tranquilidad.
Entonces, ¿porque no hacer lo mismo con mis tormentas mentales? ¿Porqué no dejo que descarguen y se vayan? Si quisiera hacer esto ¿Cómo se haría?
Ya vimos, y creo que estaremos de acuerdo, que ante los mismos hechos, mi realidad vivida, es decir, los sentimientos que experimento, pueden ser radicalmente diferentes en función de mis opiniones y juicios sobre lo que me acaba de ocurrir.
También vimos que los juicios y opiniones sobre algo que me acaba de ocurrir no forman parte de lo que llamé la realidad real si no de la realidad pensada. Emitimos juicios y opiniones en función de lo que somos y de lo que hemos vivido. Sin embargo, no forman parte de la realidad real. Y si no, ¿cuántas veces te ha ocurrido algo en tu vida que opinabas que iba a suponer tu ruina o que creías que era absolutamente perjudicial para ti y, transcurridos los años te has dado cuenta que ha sido algo positivo e incluso algo necesario en tu vida?
Yo no pretendo decir que mis juicios sobre el futuro siempre estén equivocados, pero tampoco son siempre acertados. Una predicción es sólo eso, una predicción y hace falta que los hechos confirmen si fue acertada o no.
Por otra parte creo importante señalar la diferencia entre una predicción sobre el futuro y una profecía, que es una predicción pero que se va a cumplir de forma irremediable.
¿Porqué te digo esto? Porque muchas veces me olvido que una predicción sobre el futuro es sólo eso, una juicio u opinión, más o menos fundamentada sobre lo que me ocurrirá en el futuro. Y cuando me olvido que es un juicio u opinión y lo convierto en un hecho entonces lo que hago es convertir una predicción en una profecía. ¿Te das cuenta de la importancia que tiene darse cuenta de esto? Creer ciegamente que mis juicios y predicciones sobre el futuro van a convertirse inexorablemente en realidad, significa que mi futuro queda ya determinado y el resto de posibles futuros posibles queda eliminado de un plumazo. Me explico mejor con un ejemplo.
Imagina que ocurre algo en mi vida que considero que será para mí muy perjudicial. Cuando pienso eso se desencadenan en mi una serie de sentimientos y emociones que no son agradables. Este tipo de sentimientos seguramente determinarán unos pensamientos que seguro no me abren posibilidades. Cuando no veo posibilidades se incrementan mis sentimientos de tristeza y depresión, lo cual vuelve a estimular en mi sentimientos de tristeza. Como puedes ver ya he conseguido meterme en un magnífico círculo vicioso de pensamientos y sentimientos desagradables.
Además, cuando me quedo en ese círculo vicioso lo que ocurre es que esa profecía finalmente se hace realidad porque soy yo mismo el que cierra el resto de los futuros posibles. Convertir una predicción en una profecía tiene este efecto ¿Crees que debo cerrar mis posibilidades de futuro a una previsión que haga de él en un cierto momento?
Tomar las riendas de mi vida
En el post de hoy te propongo una forma de tomar las riendas de nuestra vida y no dejarnos llevar por los pensamientos y sentimientos negativos. ¿Quieres conocerlo?
En esta entrada quiero empezar con la siguiente cita:
«Los hombres no se perturban por las cosas,
sino por la opinión que tienen de éstas.»
Epicteto
Lo cierto es que esta cita la he oído muchas veces, infinidad, pero es ese tipo de frase que, a pesar de ser una vieja conocida, siempre me da nuevas perspectivas para aplicarla en mi vida. Me explico. Últimamente he recibido alguna noticia que no me ha gustado, o mejor dicho, que me disgustado profundamente. Entonces he pensado, «bien, así que estoy profundamente disgustado, no por el hecho en sí mismo, sino por la opinión y los juicios que me he formado de ellos.» Uff, ¿cómo es que ahora me cuesta aceptar esa frase que tan cierta veo en otras ocasiones? Antes de contestar a esta pregunta, me gustaría plantearte una cosa.
Lo que pienso sobre los hechos, no son los hechos en sí mismos (¿Sabemos diferenciar hechos de opiniones?). Sin embargo, lo que estoy sintiendo ahora mismo cuando pienso lo que pienso, eso sí que es tan real como los hechos mismos. Así que veo dos categorías diferentes de cosas. Por una parte, tenemos los hechos y los sentimientos asociados a esos hechos, que forman parte de lo que yo llamo, la «realidad real«. Es lo tangible porque se puede tocar y experimentar. Por otra parte existen los pensamientos, juicios y opiniones, que para distinguirlos de los primeros lo voy a llamar «realidad pensada«. Digo que es «realidad» porque yo creo que esos pensamientos son ciertos y por lo tanto forman parte de mi realidad, y también digo que es «pensada«, porque habita en mi mente, no es algo tangible.
Algo que hay que tener en cuenta es que los hechos pueden ser ciertos o falsos, mientras que los pensamientos y opiniones, como pertenecen a otra categoría, no nunca pueden ser ni ciertos ni falsos, sino que sólo pueden estar bien o mal fundamentados.
Apliquemos esto con ejemplo. Si voy en el metro y una persona me pisa el pie (eso es un hecho y por lo tanto forma parte de la «realidad real»), yo podría pensar que lo ha hecho expresamente (eso es un pensamiento y por lo tanto forma parte de la «realidad pensada»). Y si pienso y creo que lo ha hecho expresamente entonces me puedo enfadar con esa persona (el enfado que yo siento es tan real como el hecho que me ha pisado).
Sin embargo, también podría pensar que lo ha hecho sin darse cuenta (realidad pensada) y entonces no estaría enfadado, sino tan sólo dolorido, y ese sensación es tan real como que me acaba de pisar. Así que, ante un mismo hecho mi realidad puede ser completamente diferente en función de mi «realidad pensada«. Esto me recuerda algún experimento de la física cuántica en el que el observador modifica lo observado Erwin Schrodinger- el observador modifica lo observado. ¡Epicteto ya había intuido algo parecido 2.000 años antes !
Ahora me gustaría volver a la pregunta que me hacía al principio, ¿cómo es que me cuesta tanto aceptar que estoy profundamente disgustado, no por el hecho en sí mismo, sino por la opinión y los juicios que me he formado de ellos? La clave está en los sentimientos. Para explicártelo te propongo que pensemos juntos en un caso que haya estimulado uno o varios sentimientos desagradables. ¿Lo tienes ya? Si quieres te explico mi vivencia.
Cuando sucede algo que estimula en mí sentimientos desagradables lo que ocurre es que trato de evitarlos. Sin embargo estoy tratando de escapar de algo que existe de una forma tan contundente como los hechos. Son la otra cara de la realidad real, aunque eso no me guste. Por mucho que corra, continúan estando ahí, porque vaya al lugar que vaya, hay alguien que siempre esta ahí: yo mismo, y los sentimientos forman parte de mi.
Por cierto, yo tengo una cierta experiencia buscando estrategiaspara escapar de los sentimientos desagradables. Una que he utilizado mucho en una época de mi vida ha sido la de tratar de ignorarlos haciendo ver que no existen. Otra cosa que he probado ha sido aplacar el «ruido» que me produce un sentimiento desagradable con otro «ruido» que sea más fuerte. Me explico: hacer alguna actividad emocionalmente intensa puede ahogar ese sentimiento desagradable … hasta que llega el silencio de la noche. También he probado otras cosas, sin embargo ninguna me ha resultado porque, si una cosa que tiene la realidad real es que es muy tozuda … y sigue estando ahí aunque la ignore.
Después de todo que te he explicado quizás te estés diciendo que, si de lo que se trata es de no escapar de los sentimientos desagradables, lo que tampoco quieres es estar todo el día triste y obsesionado con pensamientos que lo que hacen es aumentar y mantener esos sentimientos desagradables. Así que, ¿hay alguna solución a este lío? Yo creo que sí, ¿te apetece conocerlo?.
El otro día iba en autobús de camino a una formación. No era un recorrido habitual así que, en vez de leer, me coloqué al lado de una ventana y me dediqué a mirar por la ventana. Me gusta dejarme llevar por lo que veo. Es como si el abandonarse a la observación me liberara de pensamientos sobre lo que me espera la jornada. La cuestión es que estaba en este estado de observación cuando vi algo que me sorprendió.
Había una chica joven que, iba caminando. En una mano sostenía un móvil mientras que con la otra empujaba un patinete. La cuestión es que caminaba con toda normalidad. Supongo que te preguntarás qué tiene esto de sorprendente. Pues mira, lo que me llamó la atención es que esa chica tan normal no tenía piernas. Bueno, sí que tenía pero eran de metal. Llevaba unas prótesis metálicas que acababan en unas zapatillas deportivas. El autobús estaba en marcha así que giré la cabeza y mantuve la mirada sobre esa chica todo lo que el recorrido del autobús me permitió. Es como si no me lo pudiera creer. Al final perdí el contacto visual y el autobús siguió su camino, tozudo en llevarme hasta la siguiente parada y ajeno a eso que acababa de ver.
Lo que llamó poderosamente la atención era la normalidad de la anormalidad. Me explico. Estaba claro que esa chica tenía completo dominio sobre cómo caminar con sus prótesis porque lo hacía de una forma natural, sin que parara atención en ello de una forma especial. Ver esa normalidad es lo que no me parecía normal. Entonces empecé a hacerme preguntas…
¿Qué es lo que yo hubiera hecho si me hubiera tocado vivir una circunstancia como esa? Quizás me hubiera resignado a desplazarme sobre una silla de ruedas. Total, lo «lógico» es pensar que, si no tienes piernas, no puedes caminar. Sin embargo, esa chica había sido capaz de desafiar esa conclusión lógica cuestionándose lo evidente. Supongo que se hizo la pregunta ¿no habría alguna manera de caminar teniendo en cuenta mi limitación? ¿Podría caminar con «otras» piernas?
Así que ésta ha sido una de las cosas que me llevo de esta imagen tan impactante. La capacidad de no dejarse llevar por lo aparentemente evidente y buscar y encontrar fórmulas imaginativas de sortear barreras aparentemente infranqueables. Supongo que eso sólo es posible cuando soy capaz de aceptar aquello que me ha ocurrido y dejo de luchar contra eso que no puedo cambiar. Sólo cuando soy capaz de abandonar los pensamientos del tipo «… qué injusta ha sido la vida con migo», «… no hay derecho…» «… no puedo aceptarlo…» es cuando puedo hacerme la pregunta ¿cómo puedo vivir lo mejor posible esto que me ha tocado? Así que la imagen de esta chica me parece un gran ejemplo práctico que me ayuda a entender que no es lo mismo aceptar que rendirse.
La necesidad de control es un tema recurrente, tanto en el ámbito de las organizaciones como a nivel personal. La primera pregunta que me viene es ¿para qué controlo? porque estoy seguro que, si quiero controlar, necesariamente hay algo valioso en ello. Por otra parte, la necesidad de control tiene efectos no deseados, lo cual nos lleva muchas veces al dilema sobre si hay que controlar o es mejor dejarse llevar. Así que, en este artículo vamos a ver en qué consiste el control, para qué lo hacemos y cuáles son sus efectos secundarios. Finalmente trataremos de encontrar estrategias que nos aporten los beneficios del control evitando sus inconvenientes. ¿Me acompañas?
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